lunes, 29 de agosto de 2016

"La pirámide inmortal. El secreto egipcio de Napoleón".- Javier Sierra (1971)


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33.- París, 19 de agosto de 1795

 "Próximo a la céntrica rue de Saint Martin, en pleno barrio del Temple, la calle de Montmorency no dejaba de ser un paso estrecho sin vida comercial de ninguna clase. Le llamó la atención que Saint-Germain hubiera hecho esa elección. Aquel era un barrio de escaso encanto para un hombre que, en época prerrevolucionaria, presumía de conde y derrochaba su fortuna en las cortes de media Europa. Pero una vez en la vía, frente a la fachada del restaurante en cuestión, el joven general creyó comprender la sutileza de semejante decisión.
 En efecto: talladas en su fachada de piedra, unas letras grandes anunciaban que aquel era el Auberge Nicolás Flamel, "la casa más antigua de París". Allá donde mirara había un medallón o un signo en altorrelieve. Pequeñas figuras de ángeles y profetas emergían por todas partes confiriendo al conjunto un aspecto casi catedralicio.
 Bonaparte apreció el curioso humor del conde. Si la memoria no le fallaba, el tal Flamel no fue sino un celebérrimo alquimista parisino del siglo XV, amén de impresor y copista reputado, del que se decía que había obtenido la piedra filosofal en compañía de su esposa, la bella y no menos famosa Pernelle. Saint-Germain, por supuesto, debía de conocer aquella historia al dedillo. Para los amantes de la "ciencia sagrada", iniciados en la piedra filosofal, esta era sinónimo de árbol de la vida o de elixir de la eterna juventud. Y Nicolás Flamel era un verdadero referente para todos ellos.
 -¡Pero esos son bobadas, monsieur! ¡La piedra filosofal no existe más que en los delirios de los locos!
 La señora Nerval, una oronda mujerona del Aude, viuda del antiguo dueño del negocio, se rio de la ocurrencia de su nuevo huésped mientras le servía un magnífico saumon roti et ses lentilles aux lard y una espléndida jarra de cerveza.
 -Muchos parisinos creen que la piedra existió realmente... -le objetó sin demasiada convicción, mientras invitaba a la cocinera a que se sentara a la mesa. Estaban solos. Era el día libre del servicio.
 -¡Oh, vamos, ciudadano general! Con la Revolución todas esas supercherías quedaron atrás. Eso son cosas de curas.
 -No, no me entienda mal, señora... Si yo no digo que crea en ellas. Os pregunto por curiosidad.
 -Ya, claro -sonrió picarona-. Vos lo decís por el texto que habéis visto grabado en la fachada, ¿no es cierto?
 Bonaparte asintió por cortesía. En realidad, la sección frontal del restaurante estaba tan ennegrecida por el humo de las cocinas que ni se le había ocurrido pensar que hubiera algo que leer en ella además del nombre del local.
 -Debéis de saber que esta casa fue levantada por un mago, el Nicolás Flamel que da nombre a esta finca -prosiguió, dejando que su cliente probara el salmón a la plancha-. ¡Fue otro loco, creedme! Quizá hayáis oído hablar de él. Flamel fue un ricachón de los de antes, con el bolsillo forrado pero consumido por los remordimientos. ¡Ya no quedan de esos!
 Bonaparte asintió mientras se relamía.
 -El caso es que, para redimir el pecado de la riqueza, se entretuvo en levantar varias viviendas como esta por todo París. Las decoró todas con estatuas y símbolos a cual más extraños, pero ésta es la única que queda en pie. La más sólida. Es de 1407. La fecha está sobre el dintel.
 -¿Sobre el dintel? -tragó.
 -Sí. No me puedo creer que no la hayáis visto, general.
 -Pues no, señora.
 -Es una especie de oración. En realidad, si alguien le quitara el "amén" y borrara lo del "padrenuestro" y el "avemaría", podría hasta hacerla pasar por un edicto de la Junta Revolucionaria...
 Madame de Nerval se rio abiertamente de su propia ocurrencia ante la mirada sorprendida del oficial, que había decidido probar también un poco del vino de la casa.
 -¿Os sabéis de memoria la frase del dintel?
 -¡Por supuesto! -repuso-. "Nosotros, hombres y mujeres trabajadores, vivimos en la parte delantera de esta casa que fue hecha en el año de gracia de 1407. Cada uno tenemos la obligación de decir todos los días un padrenuestro y un avemaría pidiendo a Dios que por su gracia perdone a los pobres pecadores difuntos. Amén". Creo que no me he olvidado nada...
 -Impresionante. La recitáis de carrerilla". 

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