martes, 14 de marzo de 2017

"De la amistad".- Marco Tulio Cicerón (107 a.C. - 44 a.C.)


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  VI

«Pues la amistad no es otra cosa sino el común sentir de las cosas divinas y humanas con bienquerencia y amor y no sé, con excepción de la sabiduría, si los dioses inmortales han otorgado al hombre algo mejor que ella. Unos anteponen las riquezas, otros la buena salud, otros el poder, otros los honores y muchos también los placeres. Esto último es, ciertamente, propio de las bestias y los otros bienes son caducos e inciertos, que dependen no tanto de nuestras determinaciones como del capricho de la fortuna. Mas quienes ponen en la virtud el sumo bien, obran maravillosamente; pero esta misma virtud es la que engendra y mantiene la amistad y sin virtud no es posible que pueda existir amistad alguna.
 
 21.-Vamos a interpretar la virtud según la costumbre de la vida y de nuestra conversación, y no hagamos como algunos doctos que la miden con palabras ampulosas y nombremos como buenos los que son tenidos por tales, los Paulos, Catones, Galos, Escipiones, Filos: con éstos se contenta la vida ordinaria; omitamos a los que no se encuentran jamás en parte alguna.
 
 22.-Entre los varones de esta naturaleza la amistad tiene tan grandes oportunidades que a duras penas puedo yo enumerar. Para empezar, ¿qué significado puede tener una vida, "vida vital" como dice Enio, que no descansa en la bienquerencia mutua del amigo? ¿Qué cosa más dulce que el tener con quien te atrevas a hablar como contigo mismo? ¿Esa satisfacción que te proporcionan tus éxitos o prosperidades sería la misma si no tuvieras quien se gozara en ellas como tú mismo te gozas? El sobrellevar las adversidades es en extremo difícil, si no se encuentra uno que las siente más que tú. Finalmente, las restantes cosas que se desean son cada una útil casi para una sola cosa: las riquezas, para que hagas uso de ellas; una posición elevada para que seas objeto de consideraciones; los honores para que seas alabado, los placeres para que goces; la salud para que carezcas de dolor y goces de las funciones de tu cuerpo; la amistad tiene muchísimas cosas. Allí a donde te vuelvas está presta; de ningún lugar se la excluye; jamás es intempestiva, jamás es molesta y así, como suele decirse, no usamos más del agua y del fuego que de la amistad. Y ahora no me refiero a la amistad vulgar y mediocre, que también ésta deleita y aprovecha, sino a la perfecta y verdadera, como la de aquellos que en número reducido hemos nombrado. Pues la amistad no sólo hace más esplendorosas las prosperidades, sino que también comunicándolas y compartiéndolas se hacen más llevaderas.
 
 VII
 
 23.- Al encerrar en sí la amistad muchas y muy grandes ventajas, una sobre todas sobresale y es la de que comunica para el futuro una luz de buena esperanza y no consiente ni la debilidad ni el desaliento de las almas. Pues el que mira a un amigo verdadero lo está viendo como otra imagen de sí mismo. Por lo cual los ausentes están presentes, los que necesitan algo abundan en todo, los débiles se sienten fuertes y -lo más difícil de afirmar- los muertos viven, ya que así es de grande el honor, la memoria y la añoranza de los amigos que los acompañan. Por esto se considera feliz la muerte de los que se van y laudable la vida de los que se quedan. Y si pudieras quitar de la naturaleza de las cosas el lazo de la bienquerencia, no quedaría en pie ni casa ni ciudad alguna y ni aun podría subsistir el cultivo de los campos. Y si ello no es suficiente para entender toda la fuerza de la amistad y de la concordia, puede apreciarse por las disensiones y las discordias. Porque, ¿qué casa hay tan sólida, qué ciudad tan firme que minada por los odios y las divisiones no sea destruida hasta sus cimientos? De todo esto puede deducirse cuánto hay de bien en la amistad.
 
 24.-Cuentan de cierto varón de Agrigento, para puntualizar, de Empédocles, que dijo en sus poemas griegos que cuanto existe en la naturaleza de las cosas y en todo el mundo, ya en estado de quietud ya en estado de movimiento, las junta la amistad y la discordia las disgrega. Y así, esto, en verdad, todos los mortales lo piensan y lo aprueban. Y así vemos cómo prodigan todos las mayores alabanzas cuando alguna vez surge uno que sale al encuentro de los peligros de un amigo y con él los comparte. ¡Qué ovación tan enorme en todo el patio de butacas cuando hace poco se representó la nueva obra de mi huésped y amigo Marco Pacuvio cuando, no sabiendo el rey cuál de aquellos dos hombres que tenía delante era Orestes, Pílades decía que él era Orestes y que se le diera muerte, mientras Orestes perseveraba en la afirmación de que era él, y así era en efecto! Los espectadores aplaudían puestos en pie una ficción, ¿cómo hubieran reaccionado ante un hecho semejante que hubiese sido realidad? Fácilmente la misma Naturaleza indicaba su fuerza, cuando los hombres vieron que otro había realizado rectamente lo que ellos no se veían capaces de realizar.
 Con todo, me parece que he podido expresar qué opinión tengo yo de la amistad. Si además de esto existe algo más que apuntar sobre la amistad (y creo que aún hay mucho más), si os parece preguntadlo a quienes sobre esas cosas disertan.»
 

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