I
«Bien puedo dezir con verdad, muy magnífico e
virtuoso señor don Rodrigo Pimentel, conde de Benauente, que con menor enbaraço
tomaría la lança en la mano para con aquella conplir lo que por vuestra merçet
me fuese mandado, que tomo la pluma para satisfacer a lo que por algunas letras
de vuestra señoría me ha seýdo escrito, encargándome por aquéllas que vos
enbiase una copilaçión de mis obras trobadas; porque del primero d’estos dos
ofiçios, demás de lo auer mamado en la leche, oý desde mi mocedad en el escuela
de vno de los más famosos maestros que, commo vuestra merced bien sabe, ouo en
nuestros tienpos, que fue mi señor e mi hermano don Rodrigo Manrrique, maestre
de Santiago, digno de loable memoria. Allý aprendí a sofrir peligros y trabajos
y necesidades juntamente; que por cosa grauísyma de conportar lo alegó Gayo
Mario en su oraçión contra los nobles: que asý commo la continuaçión de los
males los faze tener en poco, commo lo dize el Philósopho, asý la continuaçión
de los peligros acarrea menospreçio de aquéllos. Y esto no podré dezir que aya
fecho en el estudio de las sçiençias ni del arte de la poesía, porque yo estas
nunca aprendí, nin toue maestro que me las mostrase, de lo qual las mesmas
obras mías dan verdadero testimonio, y avn non valgo más por ello. Que commo
quiera que algunos haraganes digan ser cosa sobrada el leer y saber a los
caualleros, commo si la cauallería fuera a perpetua rudeza condepnada, yo soy
de muy contraria opinión, porque a estos digo yo ser conplidero el leer e saber las leyes e fueros
e regimientos e gobernaciones de los pasados que bien rygieron e gouernaron sus
tierras e gentes e las fazañas e vidas e muertes de muchos famosos varones que vida
virtuosa biuieron e virilmente acabaron, non posponiendo la inquisición de los
que lo contrario finieron; porque asý commo en la mayor escuridad relunbra más
la clara entorcha, bien asý en la tenebrosa memoria de los viçiosos se
esclareçe e reluze más la gloria y fama de los buenos. Las quales dotrinas, ¿en
quién mejor nin tan bien pueden ni deuen ser enpleadas que en aquellos que han
de gouernar grandes pueblos y gentes diuersas en condiçiones e calidades? A
estos afirmo yo no solamente ser conplidero, mas neçesario saber las
difiniçiones de la prudencia para regir, de la justiçia para tener sus pueblos
e gentes en paz, de la tenprança para los conportar, de la fortaleza para los
defender; y, si el justo caso lo ofreçerá, para los acreçentar ynquiriendo fama
e prouecho despojado de tiranía.
A estos es conuiniente darse al tenplado
estudio, por que sepan aprouar por theórica lo que avrán de poner en plática,
según lo finieron muchos famosos varones romanos, thebanos, cartaginensis y
laçedemones. Que, commo dize Jhesu, fijo de Sirac: “los onbres enseñados sobre
las estrellas reluzyrán”: que las sçiençias no hazen perder el filo a las
espadas, ni enflaquecen los braços nin los coraçones de los caualleros; antes
tengo yo que la memoria de las honrras y glorias de los pasados engendra en
aquellos vna virtuosa enbidia, sy en el viçio alguna mezcla de virtud puede
aver, commo lo fizo en el coraçón de Julio Çésar en ver la sepoltura de
Alexandre, que, según se escribe d’él, allý determinó de ser enperador; avnque,
como lo dize Enio, no touo a esto otro derecho syno que lo pensó e salió con
ello. Y, por cierto, señor, yo más creo aver aprouechado a la defensa del
ynperio romano la non couarde sabyduría de Quinto Fabio, que la loca osadía de
Terrençius Barro; e avn la cibdad de Eprimen, más se aprueua averse defendido
por el yndustrioso saber de su cabdillo que por el esfuerço de sus vecinos. E
no es de dubdar que a este grande Alexandre ouiesen ayudado tanto e más en sus
famosas conquistas los consejos del çientífico Aristótil, maestro suyo, y lo
que de sus dotrinas tomó, que la fortaleza de su braço; lo qual aprouó bien el
rey Phelipo, padre suyo, en vna epístola que, en naciendo este famoso fijo,
escriuió al ya nonbrado maestro, notificándole el grandísymo gozo que en su
real casa avía dado el naçimiento del primogénito, çertificándole que muy mayor
le auía él auido por ser naçido en tienpo de onbre tan prudentísimo y sabio
commo él era, de lo qual fazía más graçias a los dioses que por auerle dado
heredero, esperando que sería por él tan bien dotrinado e enseñado que
meresçiese suçeder en su real sylla. E avn d’este mesmo Alixandre se lee que
quando le demandaron liçençia los caualleros sabios y ançianos de su hueste
para yr a reposar de los grandes y continuos trabajos que auían pasado,
diziendo que dexarían a sus fijos con sus gentes en su lugar, que les respondió
que más querría la sabiduría y grauedad de los viejos que la ligereza de los
mançebos. Y dexando, muy magnífico señor, de abtorizar este mi prosupuesto con
los varones ya dichos y con otros muchos agenos de nuestra fee y de nuestras
regiones, con muchos príncipes y caualleros de aquestas, y avn no lexos de
nuestra memoria y parentela, podría bien syn dubda aprouar esto que digo. Y,
callando los otros testigos que ternía, que son tantos que farían muy largo
este proçeso, que por breue que sea enfadará, con el muy magnífico y sabio y
fuerte varón don Ýñigo López de Mendoça, primero marqués de Santillana, de
loable memoria, mi señor e mi tío, puedo bien aprouar esta mi opinión commo
vuestra merced bien sabe, pues lo conosçió y vio sus alta sobras en que
manifestaua su gran prudençia y sabiduría, non syn grandes vigilias adquirida,
e oyó sus grandes fazañas, algunas d’ellas más de esfuerço que de ventura
acompañadas, en las quales se conoçe la verdadera fortaleza y se afina commo el
oro en el crisol; porque, commo quiera que en algunos casos sus gentes fuesen
sobradas, nunca su gran coraçón fue vençido. E asý, muy magnífico señor,
concluyendo en esta parte, digo, commo dicho tengo, que a todos los caualleros,
y más a los grandes de estado , es cosa muy neçesaria el saber a lo menos lo
que conuiene a la orden de la cauallería; que asý commo sería cosa vergonçosa a
vn platero yr a preguntar a otro cómmo avía de bruñir un plato, asý lo deue ser
al cauallero yr a preguntar a vn letrado cómmo ha de responder a vna requesta o
de requestar a otro o cómmo ha de partir una cabalgada o de entregar una
fortaleza, sy la tiene por su rey o por su señor, y otros casos senblantes de
que ay muchas ordenanças y leyes lombardas y españolas; que las otras cosas de
la guerra, commo quiera que leyendo las ystorias romanas y nuestras, grandes
auisaçiones se pueden aver. Pero ciertamente para estas más aprouecha la
plática que la theórica. E avn esta plática se aprende mejor en la guerra de
los moros que thenemos por vezinos que en otra ninguna, porque ellos desde que
naçen están abituados a guerrear y son tan espirementados en las sotilezas y
engaños de que se aprouechan más que de las afruentas, que syn dubda son buenos
maestros para mostrar a no errar en la guerra, en la qual el mesmo yerro que se
faze trae la pena consigo.
[El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Cátedra, 2003, en
edición de Francisco Vidal González, pp. 97-107. ISBN: 84-376-2044-9.]
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