Introducción: el estudio teatral de la zarzuela
«En este caso -creo- no es demagogia afirmar que cuanto más se acercan las obras al pueblo, mayor es su altura estética y su vigencia permanente. No en vano consideraba Federico Nietzsche como una de las joyas del teatro europeo el coro de los ratas en La Gran Vía. Este "género chico" es el verdaderamente grande: como ya he dicho, en él -y en las parodias- encontramos la raíz auténtica de una de las máximas aportaciones españolas a la estética contemporánea: el esperpento.
Un estudio actual de la zarzuela tendría que atender a aspectos muy variados, que la condicionan y explican. Sin tomarlos en consideración no cabe entender adecuadamente la realidad escénica viva de cualquiera de esas obras.
¿Cuáles son esos aspectos? Sin ánimo de agotarlos, puedo enumerar unos cuantos:
1.-Ante todo, un estudio textual: las variantes de las sucesivas ediciones, las innovaciones aportadas por la práctica escénica, las escenas añadidas por los propios autores (por ejemplo, la respuesta de la señora a la "menegilda", en La Gran Vía), los cantables que alargan un número de éxito (recuérdese el garrotín de La Corte del Faraón), aludiendo a la cambiante actualidad...
2.-Los géneros escénicos y las denominaciones con que se presentan las obras: teatro por horas, parodia, revista, apropósito...
3.-Los temas: regional, histórico, de actualidad, mitológico...
4.-Las adaptaciones de obras clásicas (de nuestro teatro del Siglo de Oro, por ejemplo), cotejándolas con el modelo.
5.-La conexión con la circunstancia histórica concreta. Basándose en testimonios periodísticos y costumbristas, Alonso Zamora Vicente ha demostrado la profunda realidad del esperpento Luces de Bohemia y yo mismo he iluminado las claves ambientales de Troteras y danzaderas. Algo semejante habría que hacer con muchas zarzuelas, que recogen, a su modo, unas costumbres concretas, el latido de un momento histórico y social irrepetible: el Desastre, la apertura de una Gran Vía o las fiestas populares (La Verbena de la Paloma). No se pueden entender unas obras sin saber lo que significan el agua, azucarillos y aguardiente o el hecho social y político de que un joven sea cajista de imprenta. Nótese bien que lo ideal sería no quedarse en el banal costumbrismo nostálgico, sino tratar de explicar la génesis de una obra teatral a partir de una circunstancia llena de colores, olores y sabores que hoy se nos han esfumado.
6.-El lenguaje, por supuesto, con su mezcla de popularismos y cultismos, sintaxis coloquial y voces redichas.
7.-La métrica, que suele adoptar esquemas poco ortodoxos, para acomodarse mejor a la fluencia musical.
8.-La teatralidad: divisiones en actos y escenas, clases de éstas, escenarios que piden espectacularidad, alternancia de lo individual y lo coral, finales "en punta"...
9.-Intérpretes: actores y cantantes, compañías; en época más reciente, directores, escenógrafos.
10.-Locales escénicos: desde su nacimiento, una obra está condicionada si ha sido escrita para la Princesa, Apolo o Fontalba.
11.-La cartelera nos producirá la sorpresa de ver coincidir, quizá, a Paso y Abati con García Lorca o Eisenstein.
12.-La bibliografía, que tendrá que asomarse, además de lo esperable, a sectores raros y pintorescos: recuerdos de actores y cantantes, guías urbanas, almanaques, tratados de canto y declamación, historias locales, libros de anécdotas y chistes teatrales...
13.-La recepción, en fin: críticas del estreno, duración en cartel de las obras, reposiciones...
Con este recuerdo tan esquemático e incompleto, he intentado mencionar sólo algunas líneas posibles. Cada una de ellas requeriría largo desarrollo. Y existen otras más. Quede esto aquí como simple muestra de todo lo que resta por hacer para comprender adecuadamente la zarzuela en su unidad escénica: literaria, teatral y musical.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Espasa-Calpe, 1987. ISBN: 84-239-1677-4.]
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