domingo, 21 de abril de 2019

La librería.- Penelope Fitzgerald (1916-2000)


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«En el colegio de primaria de Hardborough, el examen para pasar a la secundaria no lo corregía la propia directora, como hacía habitualmente una vez que los niños se habían marchado a casa. Los ejercicios se intercambiaban con el colegio de Saxford Tye. Así, el expectante pueblecito tenía las necesarias garantías de imparcialidad o, como decía la señora Traill, ella se libraba de quedarse hecha polvo después de corregir los exámenes. Sin embargo, quizá no fuera tan sensible a la hora de repartir los resultados. Las admisiones para estudiar secundaria en la escuela de Flintmarket llegaban en sobres blancos y cuadrados. Las del Instituto de formación profesional en unos alargados de color beige. Al llegar al colegio aquella mañana de verano cada niño del último curso miraría su pupitre, vería su sobre y sabría su destino de inmediato. Lo sabría también el resto de la clase.
 Cuando en los años venideros miraran hacia atrás, los niños de Hardborough no recordarían nada tan doloroso o tan decisivo como esos sobres que esperaban sobre sus mesas. Fuera hacía buen tiempo. Habían brotado las flores amarillas del tojo desde una punta del parque hasta la otra, y el verano había tomado posesión también de la clase. Se les había pedido a los alumnos que trajeran algo de la naturaleza para la clase de biología, así que había botes de mermelada con collejas blancas y rosas, y escaramujos; había paja desparramada por la mesa de la profesora, y en el alféizar de la ventana había una anguila que nadaba incómoda en un tanque de cristal.
 Se acabó todo en un minuto. Christine fue una de las últimas en entrar en clase. Miró su sobre y supo al instante lo que siempre había esperado. Tenía uno largo de color beige.
 La señorita Gipping pasó en persona por la Librería Old House, una concesión que merece destacarse ya que, con lo ocupada que estaba, salía sólo cuando lo consideraba estrictamente necesario. Había venido a decirle a Florence que Christine no podría seguir trabajando, pero enseguida se dio cuenta de que Florence ya se lo imaginaba, y no hizo falta que le dieran el recado. En lugar de eso, se sentaron en la parte de atrás de la casa. La tienda estaba cerrada y a lo lejos se oía a los veraneantes de ese año gritando desde la playa.
 [...]
 Entonces, consciente de que era su deber como anfitriona afrontar la cuestión, Florence dijo:
 -Siento mucho lo de Christine.
 -Es la única de los nuestros que no ha entrado en el colegio de enseñanza secundaria. Es lo que llamamos una sentencia de muerte. No tengo nada contra la formación profesional, pero entrar ahí quiere decir lo siguiente: ¿qué posibilidades tendrá en la vida de conocer a un hombre con educación y de casarse con él? Nunca podrá aspirar a nada más que a un obrero o, incluso, a uno en paro. Y, créame señora Green, tenderá su propia colada hasta el día en que se muera.
 La imagen de Wally pasó por la cansada mente de Florence. Wally llevaba un año en secundaria y no podía negarse que se le había visto últimamente con una novia nueva, también del colegio. Él le estaba enseñando a nadar.
 -Christine es rápida y habilidosa -dijo intentando ver el lado bueno del asunto-. Y tiene mucho oído -añadió recordando el baile en la corte del rey Herodes-. Seguro que llega lejos en la vida, esté donde esté.
 -No quiero que piense que tenemos algo en contra de usted -dijo la señora Gipping-. Eso es en realidad lo que he venido a decirle. Ninguno de nosotros cree que Christine hubiera pasado el examen aunque no hubiera trabajado aquí después de clase. Es más, puede resultar que constituya una ventaja. Supongo que la experiencia es algo que se tiene en cuenta. A los que dejamos el colegio no nos cogen sin experiencia pero, ¿cómo la conseguimos? En cambio, si Christine necesitara referencias, le hemos dicho que sólo tendría que acudir a usted.
 -Por supuesto no tiene más que pedirlo.
 -No quiere dejar de ganar dinero mientras está en el instituto.
 -Claro que no.
 -Hemos estado mirando un poco. Hemos pensado que a lo mejor la cogen los sábados por la noche en la nueva librería en Saxford Tye.»
 
     [El texto pertenece a la edición en español de Editorial Impedimenta, 2013, en traducción de Ana Bustelo. ISBN: 978-84-937601-4-4.]

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