jueves, 11 de abril de 2019

El halcón.- Yasar Kemal (1923-2015)


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«-¡Escucha! -le llamó Süleyman-. Me he levantado temprano y me he dado una vuelta por la aldea. Ya ha llegado la noticia de que han matado a Abdi. Quizá busquen aquí también, así que esta noche iré contigo a la montaña y buscaremos a los bandoleros.
 En la cara de Memed se podía leer que la idea le había gustado.
 -Durdu el Loco es pariente nuestro. Le he hecho muchos favores. Te protegerá. Pero no estés a su lado más de tres meses. Es un perro y no le dejarán vivo mucho tiempo, le pegarán un tiro. Nunca se ha visto que un bandolero como él dure más de un año en la montaña. Es muy raro. Bueno, por lo que yo sé, no vivirá mucho. Haz lo que él haga y procura separarte de él lo antes posible. De hecho, esto debe ser para ti una experiencia de un par de meses, un ejercicio para formar luego una partida. Y te lo repito, no andes mucho por ahí con ese perro. No es un bandolero sino un atracador, un ladrón... Si no fuera por ti, no le miraría a la cara. Sin embargo, en algunos aspectos Durdu el Loco era un buen muchacho. Le estropearon los aldeanos. Un día fue de visita a su aldea y ellos, después de darle de comer, le dejaron caer en una trampa de los gendarmes. Se salvó por los pelos y eso le volvió loco.
 -¿Es grande la partida de Durdu el Loco? -le preguntó Memed.
 -Todos los perros que hay por aquí están con él. Es la única forma que tienen de salvarse de la horca. Mira, todavía eres muy joven, pero ya madurarás. Si vas a estar mucho tiempo o no en la montaña, eso sólo Dios lo sabe. Escucha bien lo que te digo, creo que te servirá, yo he andado mucho con bandoleros y los conozco. He visto el final de la mayoría de ellos. No te hagas amigo del alma de todo el mundo en cuanto llegues a la partida. Ellos querrán intimar, te parecerán agradables, afables, se interesarán mucho por ti y el que tenga problemas te los contará. Así es la gente. Pero tú nunca les abras tu corazón, no te dejes impresionar. De este modo tendrás influencia sobre ellos, una condición imprescindible para ser bandolero. Compórtate con dignidad. No pretendas inmediatamente conocer a todos y ser para ellos como un hermano. Si te descubren un flanco débil no te dejarán tranquilo hasta el final de tu vida. Entre todos ellos no suman cuatro perras de honor. Según pasen los días los irás conociendo bien. ¡No midas a la gente por lo que dice sino por lo que hace! Y, después, escoge a las personas de las que puedas ser amigo. Si les das el dedo, te tomarán el brazo y te arruinarán. Apenas hay diferencia entre la montaña y la cárcel y en ambos sitios hay jefes y siervos. ¡Y qué siervos tan rastreros...! Los jefes viven como personas, los demás como perros. Tú serás jefe, pero no uses a los demás como esclavos. Que éste sea el secreto de tu vida. En cuanto llegues, ahora, Durdu el Loco te dará un máuser y un cargador. Irás adquiriendo otras armas según pase el tiempo. Y ahora voy a enterarme por dónde anda Durdu el Loco.
 Uno de los aldeanos protegía al Loco. A él se dirigió Süleyman para conocer su paradero.
 El bandolero era de la cercana isla de Aksögut y Süleyman lo conocía desde que era niño. El padre de Durdu había ido a la guerra y no había vuelto. Como era un pariente lejano, Süleyman había ayudado a su madre, es más, había evitado que los dos se muriesen de hambre. Ya en la infancia, Durdu era insoportable. Llevaba ya cinco años en la montaña y no había casa que no hubiera quemado ni hogar que no hubiera destruido llevando así la amargura entre los aldeanos. Viajar por los caminos resultaba imposible. Durdu robaba todo lo que tuviera al que cayera en sus manos y le abandonaba desnudo. Les quitaba todo, pero todo, hasta los calzoncillos. Durdu el Loco no conocía la amistad ni el compañerismo y no escuchaba ni a su hermano, ni a su madre ni a su padre. La verdad es que Süleyman temía por Memed. Si a Durdu se le pasaba por la cabeza, era capaz de pegarle un tiro.
 -Ya sé dónde está ese perro loco -le dijo Süleyman a Memed-. Está en el monte de Duman. Subiremos allí y dispararemos tres veces al aire. Los hombres de Durdu el Loco vendrán a recogernos. No confío demasiado en ese perro loco, pero... bueno, creo que me tiene mucho respeto. Lástima que no haya otra partida por ahí.
 Emprendieron el camino después de ponerse el sol, Süleyman delante, Memed detrás. Al salir de la aldea, Süleyman se volvió:
 -Memed, ahora ya no eres más que un bandolero. No vayas a asaltar mi casa, ¿eh?
 -La primera casa que robe será la tuya, como corresponde a un miembro de la partida del loco Durdu.
 -¡Bien, bien! -exclamó Süleyman, soltando una carcajada. 
 -¿Crees que no hablo en serio? -preguntó Memed.
 -Memed, hijo mío -respondió Süleyman con una mueca de precaución-, si haces algo malo, si matas a cualquier otro hombre, te entregaré al gobierno con mis propias manos.»
 
    [El texto pertenece a la edición en español de Círculo de Lectores, 1999, en traducción de Rafael Carpintero Ortega. ISBN: 84-226-7588-9.]

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