domingo, 9 de septiembre de 2018

Introducción a la química.- Hazel Swaine Rossotti (1930)


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Introducción: el arte y la práctica del químico

«Por frugal que sea su vida, hoy día pocos químicos podrían ser autosuficientes económicamente. Además de las necesidades personales, el coste de materiales y equipos sería prohibitivo. Más bien, el químico tiene que buscar algún tipo de subvención: de la industria, del Estado o de las universidades (las cuales, a su vez, son financiadas por el Estado y la industria). Naturalmente, el que paga manda o, por lo menos, señala el rumbo. Pero algunos patrones son más específicos que otros. En las universidades, a los químicos normalmente se les pide que "emprendan investigaciones", suponiéndose tácitamente que por lo menos producirán una serie de artículos que pasarán a engrosar el volumen, en rápido crecimiento, de la literatura química. En un centro de investigación gubernamental, el químico puede ser contratado para un proyecto específico, como por ejemplo "la investigación de los posibles efectos carcinógenos de la nicotina y sus derivados", pero a menudo podrá seguir libremente sus propias ideas dentro del marco estipulado. Algunos químicos industriales se encuentran más sujetos. Se les podría exigir que sinteticen un plástico más barato, menos maloliente, más transparente, fácil de teñir y apto para la fabricación por moldeado de mangos de cepillos para el cabello, y que informen sobre sus progresos al comité directivo. Otros que trabajan en la industria tienen tanta libertad como sus colegas que trabajan en las universidades. Aunque las recompensas económicas de la química industrial puedan ser importantes, muchos químicos modernos tienen gran interés en "los poderes y las virtudes de los cuerpos perceptibles" y con frecuencia están dispuestos a hacer considerables sacrificios económicos simplemente para aprovechar la oportunidad de "descubrir e informarse". Muchos de los químicos llamados de "investigación pura" trabajan en laboratorios universitarios, a menudo en grupos de menos de doce personas. Al contrario que la mayoría de sus compañeros que trabajan en la industria o en centros de investigación gubernamentales, los miembros más jóvenes de los grupos de investigación universitarios están, con frecuencia, preparando una tesis, por lo que trabajan principalmente como particulares más que como miembros de un equipo. La estructura social es algo parecida a la de una escuela de pintura del Renacimiento.
 El grupo está encabezado por un experto que habitualmente se ocupa tanto de la enseñanza y la administración como de la supervisión de su grupo. Sus actividades de investigador comprenden el mantenerse al corriente de los trabajos publicados en su campo, buscar la subvención del gobierno y de la industria, planificar la investigación, pedir aparatos de proveedores comerciales y de los talleres de vidrio, mecánicos y electrónicos del departamento, redactar los resultados de su trabajo para su publicación en forma de artículos o libros y tratar los problemas cotidianos de su grupo. Sólo si se tiene buena suerte, o gran determinación, tendrá tiempo para hacer él mismo algún trabajo experimental. Su elección de un tema de investigación viene dictada principalmente por lo que él considera interesante: es poco probable que se le ocurran buenas ideas a una persona que no haya profundizado en el problema. Entre los factores secundarios se cuentan las posibilidades de obtener resultados interesantes con los aparatos, materiales, recursos intelectuales y manuales y tiempo disponibles. No sólo es inútil, sino también perjudicial, asignar a un investigador novel un problema que le resulta demasiado difícil y que tenga pocas probabilidades de proporcionar datos interesantes.
 Los miembros más jóvenes del grupo podrían ser estudiantes que preparan un breve proyecto de investigación, licenciados que preparan la tesis doctoral, o investigadores ya doctorados. Un nuevo miembro del grupo, en primer lugar, tendrá que dominar el estado actual de los conocimientos sobre el tema que haya elegido, así como las técnicas necesarias para obtener estos conocimientos. Dichas técnicas podrían incluir las de la electrónica o del soplado de vidrio, o la de conseguir el crecimiento de cristales a partir de disoluciones poco prometedoras; las técnicas de manipulación de sustancias inestables o altamente radiactivas, tal vez en cantidades muy pequeñas; los métodos de estudio de procesos químicos a temperaturas y presiones extremas; el empleo de instrumentos de medición sensibles y a menudo caprichosos; un lenguaje de ordenador para elaborar programas; un lenguaje matemático sofisticado en el que poder interpretar sus resultados y el lenguaje sólo ligeramente menos esotérico empleado por los autores de artículos publicados en revistas especializadas. Pocos son los principiantes capaces de aspirar a desarrollar nuevas técnicas o inventar nuevas hipótesis en tanto no hayan dominado las establecidas. A medida que va adquiriendo experiencia, el joven investigador desarrolla un inmenso almacén de conocimientos, inestimables para su supervisor y los miembros más recientes del grupo. Ya que la mayoría de los laboratorios universitarios permanecen abiertos durante toda la noche, no es de extrañar que parte de este complejo proceso de aprendizaje y asimilación tenga lugar mientras otros investigadores holgazanean al lado del radiador, tomando café o haciendo crucigramas. Y en tales momentos surgen algunas de las mejores ideas.
 Hoy día los químicos apenas pueden afirmar que los experimentos sólo puedan llevarse a cabo con éxito por aquellas personas que hayan alcanzado una virtud moral ejemplar: tal afirmación sería difícil de sostener debido a la inmensa producción de informes sobre trabajos presuntamente bien logrados. Por otra parte, entre los químicos existen pocos charlatanes del tipo que dio a la alquimia su fama de fraudulenta. Podría parecer que el químico está menos expuesto a los juicios negativos que sus precursores alquimistas. Pero la investigación química, al igual que otras actividades, está repleta de oportunidades entre las que elegir, muchas de las cuales podrían considerarse esencialmente como objetos de decisiones de índole moral.
 Cualquiera que sea la finalidad última de su trabajo, el objetivo inmediato del químico experimental es formular preguntas apropiadas a los cuerpos perceptibles que está estudiando y permitirles que ellos mismos den la respuesta. La tarea del químico es observar e informar sobre las respuestas con una distorsión mínima; sólo así podrá tratar de interpretarlas. Falsificar los resultados es, desde luego, inexcusablemente fraudulento. Pero el químico debe tratar de evitar lapsos menores de su objetividad, como por ejemplo la selección de sólo aquellos resultados que apoyen una intuición o que se ajusten a un modelo atractivo.
 Puesto que los químicos rara vez trabajan aisladamente, tienen obligaciones para con sus colegas además de con su materia.»
 
  [El texto pertenece a la edición en español de Salvat Editores, 1994, en traducción de Claudi Mans. ISBN: 84-345-8915-X.]

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