viernes, 21 de septiembre de 2018

El sueño de la inmortalidad. Envejecimiento cerebral: dogmas y esperanzas.- Francisco Mora (¿...?)


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4.-¿Estamos programados para envejecer?
 
¿Programados para envejecer? 
 
«Hace algún tiempo se pensaba, y fue una explicación dada por la genética evolutiva, que la senescencia (el proceso de envejecimiento) estaba programada para conducir al individuo hacia la muerte y de este modo limitar el tamaño de las poblaciones y, a la vez, acelerar el recambio de las generaciones, dado que ello ayudaría a la adaptación constante de los organismos a un medio ambiente siempre nuevo y cambiante. Sin embargo, pronto se vio que tal no parecía un buen argumento en tanto que el envejecimiento en las condiciones naturales, en la selva, por ejemplo, apenas contribuye a la mortalidad de los animales. No se llega a viejo en la selva, ni en el mar, si exceptuamos quizá el caso de las platijas, de las que ya hablamos en el capítulo de introducción de este libro. En estos medios naturales en general se muere por infecciones, traumatismos, hambre o sed o porque te comen (depredadores), pero casi nunca por viejo.
 Hoy, las teorías evolutivas predicen que, aun cuando el genoma es vital para el desarrollo biológico del individuo, éste, el genoma, no parece contener instrucciones para el proceso de envejecimiento. El resumen de este importante aserto podría expresarse en los siguientes puntos elaborados a partir de Kirkwood y Austad (2000), Hayflik (2000) y Olshansky y Carnes (2001):
 1.-Es bastante improbable que existan genes específicos seleccionados para promover el envejecimiento, de lo que se deduce que el envejecimiento no es un proceso programado y controlado directamente por los genes.
 2.-Los animales en la selva no viven lo suficiente para envejecer. Por tanto, dado los pocos animales que sobreviven, la selección natural tiene una oportunidad muy limitada de ejercer ninguna influencia sobre el proceso de senescencia.
 3.-Si existieran genes inductores de la muerte, tendrían que activarse a una edad predeterminada tras finalizar el período fértil de individuo, con objeto de terminar con su vida. Sin embargo, este requerimiento de activación tras finalizar el período reproductivo ya indicaría que la evolución no hubiera podido hacerlos aparecer, puesto que la selección natural sólo puede influir en los genes que afecten a la producción de los descendientes.
 4.-Animales individuales (por supuesto que de la misma especie e incluso monozigóticos) no envejecen por igual a la misma velocidad y tampoco son los patrones de los cambios en el envejecimiento idénticos. En contraste con los cambios ordenados que ocurren durante el control genético de la embriogénesis y el desarrollo, en el envejecimiento aparece el desorden molecular que produce cambios tanto cuantitativos como cualitativos.
 5.-Los seres humanos desde su concepción hasta la edad adulta son virtualmente idénticos con respecto a las etapas y el patrón temporal de su desarrollo biológico, pero desde los 30 años en adelante los cambios que se suceden en el ser humano son muchísimo más heterogéneos.
 6.-El envejecimiento resulta en gran medida de la acumulación del daño somático, debido a la limitada inversión de energía para su mantenimiento y reparación.
 7.-La longevidad es de este modo regulada por genes que controlan cada vez más ineficazmente los niveles de actividades tales como la reparación del ADN y la defensa por antioxidantes.
 8.-Junto a ello, la existencia posible de genes pleiotrópicos o el así llamado antagonismo pleiotrópico. Este concepto se basa en la sugerencia hecha ya tiempo atrás, en el año 1957 por Williams, de la existencia de genes necesarios para el desarrollo inicial del individuo pero deletéreos en su funcionamiento en etapas tardías de la vida. O, expresado de otro modo si se quiere, la existencia de genes que la naturaleza diseñó originalmente sólo para las etapas iniciales del desarrollo sin prever que el funcionamiento de estos mismos genes, de sobrevivir a edades más allá de la reproducción, sería dañino para el individuo.
 
 Un símil
 
 Un símil puede ayudar a comprender mejor todo cuanto venimos diciendo acerca de la falta de un programa genético para el proceso de envejecimiento. Un coche se construye con un programa rígido en el que en cada momento, de modo ordenado y secuente, se le insertan piezas en la cadena de montaje. Una vez construido el coche y cuando éste sale a la calle, tiene un pobre programa de mantenimiento y reparación. Su deterioro y el consecuente acúmulo de daños (envejecimiento) depende fundamentalmente de dos factores: uno, la robustez con que ha estado inicialmente construido el coche, y otro, el medio ambiente en el que se utilice (caminos vecinales versus autopistas, "dormir" a la intemperie versus garaje, tenerlo junto al mar versus mantenerlo tierra adentro). Con este ejemplo se puede ver claramente el enorme espectro de posibilidades que tiene cada individuo humano. Desde un coche construido con tales piezas (genes) y "durmiendo" en garaje que puede durar cientos de miles de kilómetros sin ser reparado, en contraste con aquel construido sólo para durar muy poco y "durmiendo" a la intemperie y a la orilla del mar.
 Otro ejemplo podría ser el de una fuente de agua. La fuerza con que llega arriba el agua depende de un programa de energía que la empuja contra la gravedad. Al inicio, el agua sale con una fuerza programada; pero la resistencia que opone la gravedad hace descender progresivamente esa fuerza hasta llegado un punto en que esa energía se pierde y el agua cae. El tiempo que tarda el agua en llegar al suelo (la muerte del individuo) y cómo lo hace, depende no sólo de la fuerza inicial con que el agua fue empujada (genes), sino de otros muchos factores, como la temperatura, el viento, etc. (medio ambiente).»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Alianza Editorial, 2003. ISBN: 978-84-206-6266-4.]

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