No nombrarás en vano o la manipulación sin palabras
La última palabra
«Los medios de comunicación pueden
inclinar la balanza a favor de un contendiente sin que nadie lo note y haciendo
al mismo tiempo alardes de objetividad.
Si
bien es cierto que la ley obliga a que la oposición disfrute de la misma
cobertura mediática que el gobierno, no lo es menos que la medida no basta para
garantizar el equilibrio entre las partes. Ateniéndose estrictamente a las
leyes, se puede influir engañosamente en el público por el sencillo método de
dar la palabra en primer lugar al grupo que se quiere perjudicar y de lanzar a
las ondas inmediatamente la respuesta de la parte política cuyos intereses se
protegen. La mente humana, es cierto, registra ambos mensajes, pero siendo el
último el que queda impreso y puesto que contiene argumentaciones contrarias al
primero (que no habrá ocasión de negar), el juego está servido.
Será, pues, útil fijarnos en el orden de
exposición de las ideas al ver la televisión o escuchar la radio.
[…]
No levantarás falsos testimonios si
puedes evitarlo o cómo mentir diciendo la verdad
Suelos escurridizos
Todo lo que se lee a continuación es cierto:
“Existe un poderosísimo disolvente químico que tiene las siguientes propiedades:
empleado en dosis mínimas (menos de un centímetro cúbico) puede dañar un
electrodoméstico de un modo irreversible; se evapora a temperatura ambiente y
se difunde silenciosamente por el aire de la casa; se ha localizado en el 99
por ciento de las células tumorales; se usa en las centrales nucleares y en las
industrias de armas químicas; es necesario para la producción de armas
bacteriológicas; se distribuye en las bases militares de la OTAN mediante
conductos subterráneos ramificados y complejos de cuyo control se ocupan
ciertos organismos estatales; cuando lo absorbe el cuerpo humano pasa a la
placenta y se filtra por la leche materna; a temperaturas elevadas, produce
quemaduras. Finalmente, y éste es el dato trascendental, hay más de veinte
multinacionales de la alimentación que emplean todavía hoy esta sustancia
química en la preparación de productos dulces destinados a la infancia.
¿Prohibiría el lector el uso de esta
sustancia?
En caso afirmativo, sepa que complicaría
enormemente la vida a los fabricantes de bollería, porque les impediría emplear
agua.
Esta espantosa sustancia química no es otra
cosa que agua clara y fresca, la cual
posee, efectivamente, todas las propiedades y características que hemos
mencionado. Claro, tiene otras muchas y éstas podrían haberse descrito de otro
modo (por ejemplo, podríamos haber dicho que el agua llega a los cuarteles
–como a todos los edificios occidentales- por un sistema de canalizaciones, o
que su empleo no está restringido a la industria química porque se usa en todas
las industrias, y que todas las
sustancias producen quemaduras a temperaturas elevadas), pero queríamos sembrar
el terror.
¿Lo hemos conseguido? En tal caso, debería
aterrorizarnos mucho más la facilidad con que se nos puede inducir a error. Al
fin y al cabo, si hubiera sido por el lector toda la industria dedicada a la
bollería habría entrado rápidamente en crisis…
No matarás. Basta con que hables o cuando
las palabras crean las cosas
El nombre de la cosa
En
las palabras se basan las relaciones de las personas y se fundamentan las
sociedades y, con ellas, se decide la suerte de millones de individuos.
Naturalmente, ese poder mágico del lenguaje se emplea también para dominar la
conducta humana. Una de las formas más sencillas de lograrlo tiene que ver con
esta curiosa propiedad del lenguaje: una misma realidad contada con palabras
diferentes produce en nosotros impresiones distintas e incluso opuestas. Cuando la televisión habla de “fuego amigo”
dice que unos soldados nuestros han matado por error a otros soldados nuestros,
pero en el cerebro se crea una imagen inocua (fuegos artificiales en la playa,
el calorcillo de una hoguera en un vivaque alpino al caer la noche…). Si el
periódico habla de “conflicto de baja intensidad” está diciendo que sólo unos
pocos (!) seres humanos han dejado de respirar para siempre, pero en la mente
se forma, a lo sumo, la imagen de un tiroteo de poca importancia, como los que
se ven en el cine. Cuando la radio habla de “operación” está diciendo que unos
soldados han matado a otros (en la mejor de las hipótesis), y no que un médico
está suturando una herida superficial en el hospital de campaña. En
otros tiempos los médicos militares italianos empleaban tres diagnósticos
distintos para nombrar la misma enfermedad (una infección parasitaria):
“dermatosis”, cuando la padecían los oficiales; “sarna” cuando les tocaba a los
suboficiales; “roña” cuando los que se rascaban pertenecían a la tropa. […]
Caras y cruces
La
multiplicidad de las definiciones posibles de una misma realidad se presta
también a dirigir al interlocutor hacia el lado positivo o negativo de una
misma cosa. Si hablando con una persona aludo a su
Miedo a equivocarse
creo en su mente toda una serie de
conexiones relativas al “miedo” (ansiedad, sensaciones desagradables, recuerdos
de experiencias negativas, visión pesimista del futuro, etc.) y al hecho de
“equivocarse” (recuerdos de castigos, sentimientos de culpa, sentimientos de
inferioridad e incapacidad, etc.). Pero si hablo de su
Deseo de acertar
evocaré toda una serie de asociaciones
con el concepto de “deseo” (placer, esperanza, optimismo, etc.) y con el hecho
de “acertar” (premio, satisfacción, autoestima, etc.). Diciendo lo mismo, pero
con palabras diferentes, obtengo resultados distintos.
No
es necesario que se trate de conjuntos de palabras, puesto que para orientar la
visión del mundo en un sentido u otro son suficientes las palabras sueltas.
Veamos una lista de sinónimos que conviene emplear según el resultado que se
pretenda:
Miedo=prudencia
Timidez=pudor
Introversión=introspección
Testarudez=tenacidad
Doblez= diplomacia
Prepotencia=carácter
Fragilidad=hipersensibilidad
Impulsividad=impetuosidad
Locura=extravagancia
Cicatería=precisión
Inconsciencia=valor
Vileza=prudencia
etc.»
[Los fragmentos pertenecen a la edición en español de Alianza Editorial, 2016, en traducción de Pepa Linares. ISBN: 978-84-206-6231-2.]
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