sábado, 18 de agosto de 2018

Vender la moto. Trucos de la manipulación del lenguaje.- Matteo Rampin (1966)


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No nombrarás en vano o la manipulación sin palabras
La última palabra

«Los medios de comunicación pueden inclinar la balanza a favor de un contendiente sin que nadie lo note y haciendo al mismo tiempo alardes de objetividad.
 Si bien es cierto que la ley obliga a que la oposición disfrute de la misma cobertura mediática que el gobierno, no lo es menos que la medida no basta para garantizar el equilibrio entre las partes. Ateniéndose estrictamente a las leyes, se puede influir engañosamente en el público por el sencillo método de dar la palabra en primer lugar al grupo que se quiere perjudicar y de lanzar a las ondas inmediatamente la respuesta de la parte política cuyos intereses se protegen. La mente humana, es cierto, registra ambos mensajes, pero siendo el último el que queda impreso y puesto que contiene argumentaciones contrarias al primero (que no habrá ocasión de negar), el juego está servido.
 Será, pues, útil fijarnos en el orden de exposición de las ideas al ver la televisión o escuchar la radio.
[…]

No levantarás falsos testimonios si puedes evitarlo o cómo mentir diciendo la verdad
Suelos escurridizos
 Todo lo que se lee a continuación es cierto: “Existe un poderosísimo disolvente químico que tiene las siguientes propiedades: empleado en dosis mínimas (menos de un centímetro cúbico) puede dañar un electrodoméstico de un modo irreversible; se evapora a temperatura ambiente y se difunde silenciosamente por el aire de la casa; se ha localizado en el 99 por ciento de las células tumorales; se usa en las centrales nucleares y en las industrias de armas químicas; es necesario para la producción de armas bacteriológicas; se distribuye en las bases militares de la OTAN mediante conductos subterráneos ramificados y complejos de cuyo control se ocupan ciertos organismos estatales; cuando lo absorbe el cuerpo humano pasa a la placenta y se filtra por la leche materna; a temperaturas elevadas, produce quemaduras. Finalmente, y éste es el dato trascendental, hay más de veinte multinacionales de la alimentación que emplean todavía hoy esta sustancia química en la preparación de productos dulces destinados a la infancia.
 ¿Prohibiría el lector el uso de esta sustancia?
En caso afirmativo, sepa que complicaría enormemente la vida a los fabricantes de bollería, porque les impediría emplear agua.
 Esta espantosa sustancia química no es otra cosa que agua clara y fresca, la cual posee, efectivamente, todas las propiedades y características que hemos mencionado. Claro, tiene otras muchas y éstas podrían haberse descrito de otro modo (por ejemplo, podríamos haber dicho que el agua llega a los cuarteles –como a todos los edificios occidentales- por un sistema de canalizaciones, o que su empleo no está restringido a la industria química porque se usa en todas las industrias, y que todas las sustancias producen quemaduras a temperaturas elevadas), pero queríamos sembrar el terror.
 ¿Lo hemos conseguido? En tal caso, debería aterrorizarnos mucho más la facilidad con que se nos puede inducir a error. Al fin y al cabo, si hubiera sido por el lector toda la industria dedicada a la bollería habría entrado rápidamente en crisis…

No matarás. Basta con que hables o cuando las palabras crean las cosas
El nombre de la cosa

 En las palabras se basan las relaciones de las personas y se fundamentan las sociedades y, con ellas, se decide la suerte de millones de individuos. Naturalmente, ese poder mágico del lenguaje se emplea también para dominar la conducta humana. Una de las formas más sencillas de lograrlo tiene que ver con esta curiosa propiedad del lenguaje: una misma realidad contada con palabras diferentes produce en nosotros impresiones distintas e incluso opuestas. Cuando la televisión habla de “fuego amigo” dice que unos soldados nuestros han matado por error a otros soldados nuestros, pero en el cerebro se crea una imagen inocua (fuegos artificiales en la playa, el calorcillo de una hoguera en un vivaque alpino al caer la noche…). Si el periódico habla de “conflicto de baja intensidad” está diciendo que sólo unos pocos (!) seres humanos han dejado de respirar para siempre, pero en la mente se forma, a lo sumo, la imagen de un tiroteo de poca importancia, como los que se ven en el cine. Cuando la radio habla de “operación” está diciendo que unos soldados han matado a otros (en la mejor de las hipótesis), y no que un médico está suturando una herida superficial en el hospital de campaña. En otros tiempos los médicos militares italianos empleaban tres diagnósticos distintos para nombrar la misma enfermedad (una infección parasitaria): “dermatosis”, cuando la padecían los oficiales; “sarna” cuando les tocaba a los suboficiales; “roña” cuando los que se rascaban pertenecían a la tropa. […]
Caras y cruces
 La multiplicidad de las definiciones posibles de una misma realidad se presta también a dirigir al interlocutor hacia el lado positivo o negativo de una misma cosa. Si hablando con una persona aludo a su
 Miedo a equivocarse
creo en su mente toda una serie de conexiones relativas al “miedo” (ansiedad, sensaciones desagradables, recuerdos de experiencias negativas, visión pesimista del futuro, etc.) y al hecho de “equivocarse” (recuerdos de castigos, sentimientos de culpa, sentimientos de inferioridad e incapacidad, etc.). Pero si hablo de su
 Deseo de acertar
evocaré toda una serie de asociaciones con el concepto de “deseo” (placer, esperanza, optimismo, etc.) y con el hecho de “acertar” (premio, satisfacción, autoestima, etc.). Diciendo lo mismo, pero con palabras diferentes, obtengo resultados distintos.
 No es necesario que se trate de conjuntos de palabras, puesto que para orientar la visión del mundo en un sentido u otro son suficientes las palabras sueltas. Veamos una lista de sinónimos que conviene emplear según el resultado que se pretenda:
 Miedo=prudencia
 Timidez=pudor
 Introversión=introspección
 Testarudez=tenacidad
 Doblez= diplomacia
 Prepotencia=carácter
 Fragilidad=hipersensibilidad
 Impulsividad=impetuosidad
 Locura=extravagancia
 Cicatería=precisión
 Inconsciencia=valor
 Vileza=prudencia
etc.»
[Los fragmentos pertenecen a la edición en español de Alianza Editorial, 2016, en traducción de Pepa Linares. ISBN: 978-84-206-6231-2.]

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