Diálogo 13.- La escuela
"Tiro: ¡Gimnasio elegante y magnífico en verdad! Pienso que en esta academia no hay otro tan elegante.
Espúdeo: Piensas bien. Añade también -y esto es lo que más hace al caso- que en ninguna otra parte encontrarás maestros más sabios y prudentes y que enseñen con mayor destreza.
Tiro: Se deben tener aquí en gran aprecio las Ciencias y las Letras.
Espúdeo: Y también se aprende con gran facilidad y rapidez.
Tiro: ¿Por cuánto enseñan'
Espúdeo: ¡Vete rápido de aquí con pregunta tan grosera e inoportuna! ¿Es que en casa tan importante hay que preguntar por el precio? Ni los enseñantes mismos conciertan lo que se les ha de dar, mucho menos los discípulos han de pensar siquiera en ello. ¿Se les puede, acaso, pagar con algo? ¿No has oído nunca aquel dicho de Aristóteles, de que a los dioses, a los padres y a los maestros nunca podremos pagarles el bien que nos han hecho? Dios creó al hombre, los padres engendraron el cuerpo y el maestro forma el alma.
Tiro: ¿Qué enseñan aquí y durante cuánto tiempo?
Espúdeo: Cada uno tiene su aula separada y hay varios maestros. Unos tratan de enseñar a los muchachos a lo largo del día los primeros rudimentos de la Gramática. ¡Y con cuántos trabajos y molestias! Otros enseñan las reglas más difíciles del Arte; otros de la Retórica, la Dialéctica y demás disciplinas llamadas liberales o nobles.
Tiro: ¿Por qué reciben ese nombre?
Espúdeo: Porque son propias de cualquier hombre superior y porque se oponen a las artes no liberales, tales como las mecánicas y sórdidas que se ejercen corporal o manualmente, y son propias de criados o siervos, o de hombres que carecen de talento. Entre éstos hay Tirones y Batallari.
Tiro: ¿Qué significan estas dos palabras?
Espúdeo: Tanto Tirones como Batallari son términos tomados de la milicia. Tyro es un vocablo para designar a aquél que se enrola en el ejército. Batallari es, por el contrario -según la expresión francesa-, aquel soldado que ha intervenido alguna vez en la guerra -que ellos llaman batalla-, luchando, a mano armada, contra el enemigo. De la misma manera en la palestra literaria de París, se comenzó a llamar "adelantado o bachiller" a quien había disputado ya públicamente sobre cualquier arte o disciplina. De estos últimos son nombrados los doctores, llamados Licenciados, por la licencia que se les da para enseñar, aunque mejor sería llamarlos designados o nominados. Finalmente, alcanzan el doctorado imponiéndoseles el birrete en un solemne acto académico. Con este acto se le deja libre, en cierto modo, y queda en situación de graduado. Este es el honor supremo y el grado más alto de la carrera.
Tiro: ¿Quién es aquél que va tan acompañado y precedido de bedeles con mazas de plata?
Espúdeo: Es el rector de la Academia. Muchos le siguen por razón de su oficio.
Tiro: ¿Cuántas veces al día se enseña a los muchachos?
Espúdeo: Durante algunas horas. Una casi al amanecer, dos por la mañana y dos por la tarde.
Tiro: ¡Tantas!
Espúdeo: Ésa es la costumbre y la vieja tradición académica. Además, los discípulos repasan y repiten durante dos horas lo que recibieron de los maestros, rumiándolo como si fuese blanda comida.
Tiro: ¿Con tantas voces y gritos?
Espúdeo: Es que se están ejercitando.
Tiro: ¿En qué?
Espúdeo: En aprender.
Tiro: Se diría que en gritar, pues no parece que estén meditando, sino pregonando. Y aquél de allí está loco, con toda seguridad, pues si estuviera en su sano juicio ni vociferaría, ni gesticularía ni se retorcería tanto.
Espúdeo: Son españoles y franceses, un poco acalorados. Como quiera que sostienen ideas o convicciones opuestas, con tanto mayor ardor disputan, como si lo hicieran pro aris et focis ["por la religión y la patria"], según el dicho antiguo.
Tiro: ¿Es que los doctores siguen aquí diversas opiniones?
Espúdeo: A menudo enseñan doctrinas contrarias.
Tiro: ¿Qué autores interpretan?
Espúdeo: No todos siguen los mismos. Cada uno los selecciona según su capacidad e inclinación".
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