6 de febrero de 1943
«Algo se ha quebrado en mi
interior. Todo mi ser se encoge cuando paso junto a un alemán. No sé si es por
culpa del pánico o del odio; me gustaría torturarlos a ellos, a sus esposas y a
sus hijos, que nos echan enciman a sus perrillos falderos. Golpear y ahogarlos
cada vez con más fuerza… Cuándo va a llegar ese día del que habla Nica… esto es
un asunto, y ahora, otro. Creo que me estoy haciendo mujer. Ayer, cuando me
daba un baño y el agua acariciaba mi cuerpo, anhelé las caricias de otras
manos… No sé lo que esto significa, ya que jamás había experimentado nada
similar hasta ahora… Hoy he estado con Micka. No sé qué le dan esos amantes
suyos tan “miserables” como para que se niegue incluso a discutir con ellos.
Los tiene encandilados a todos. Parece que cada chico tiene que estar “colgado”
con ella; aquí, por supuesto, pienso en Janek, pero él la encuentra repulsiva.
(No sé por qué). Creo que a Janek le gusto mucho, pero, para mí, ni frío ni
calor.
Hoy he recordado con
detalle los hechos del 12 de agosto de 1942, lo que sucedió en el Hakoah*. Voy
a intentar describir lo que pasó ese día para poder rememorarlo dentro de unos
años, si no me deportan, por supuesto. Nos levantamos a las cuatro de la
madrugada. Teniendo en cuenta que son tiempos de guerra, tuvimos un desayuno
copioso: huevos, ensalada, mantequilla de nata, café con leche. Eran las cinco
y media cuando salimos. Miles de personas abarrotaban las calles. Teníamos que
pararnos de vez en cuando para dejar pasar a la multitud que nos precedía.
Llegamos al lugar a las seis y media y nos las arreglamos para conseguir buenos
asientos en un banco. Nuestro ánimo estuvo bien hasta las nueve. Entonces me
asomé a la valla y vi soldados con ametralladoras apuntando a la plaza por si
alguien pretendía escapar. (Allí por donde era posible escaparse). Los adultos
se desmayaban y los niños lloraban. El Día del Juicio empezó enseguida. Hacía
un calor espantoso y la gente tenía sed, pero no había ni una gota de agua por
allí. Entonces, de pronto, comenzó a llover a cántaros y siguió lloviendo todo
el tiempo. Kuczynski** llegó a las tres de la tarde y entonces comenzó la
selección: “1”
significaba regresar a casa; “1a”, ir a trabajos forzados, lo cual era mil
veces peor que la deportación; “2”
significaba “revisión posterior”; y “3” ,
la deportación o, dicho en otras palabras, la muerte. Nos presentamos para la
selección a las cuatro. Entonces comprendí qué significa una desgracia. Mamá,
papá y mi hermanito fueron enviados al grupo 1 y yo al grupo 1a. Caminé como en
trance hacia mi grupo, donde ya estaban Salek Goldzweig***, Linka Gold**** y
Mania Potocka. Lo más extraño de todo es que ninguna de nosotras lloraba nada,
NADA EN ABSOLUTO. No derramamos ni una sola lágrima. Entonces, vi tantas
desgracias que sería inútil intentar describirlo con palabras. Los niños
pequeños yacían sobre la hierba mojada mientras la tormenta arreciaba en lo
alto. Los policías golpeaban a la gente con saña y les disparaban. Permanecí
allí sentada hasta la una de la madrugada. Luego salí corriendo con el corazón
desbocado y me escabullí saltando por la ventana de un edificio anexo, desde la
primera planta, y no me pasó nada, sólo me sangraban los labios de habérmelos
mordido tanto. Estaba totalmente destrozada y sentí que no iba a poder
soportarlo más cuando, ya en la calle, corrí hasta toparme con un hombre de
uniforme. Estaba convencida de que me iba a golpear, pero parecía borracho y no
vio la estrella amarilla en mi ropa, por lo que dejó que me marchara. A mi
alrededor reinaba una oscuridad absoluta, como en una cabaña cerrada; sólo de
vez en cuando el cielo se iluminaba con un relámpago, anunciando el trueno. Un
trayecto en el que solía invertir media hora lo hice entonces en diez minutos.
Todos estaban en casa, salvo la abuela, a quien papá había escondido para
traerla a casa al día siguiente. Y eso fue todo. Ah, olvidaba lo más
importante. Vi, con mis propios ojos, cómo un soldado arrancaba a un bebé de
las manos de la madre y le abría la cabeza a golpes contra un poste de
electricidad. Los sesos de la criatura salpicaron la madera. La madre
enloqueció. Ahora lo escribo como si no hubiera pasado nada, como si yo misma formara
parte de un ejército entrenado para la crueldad; soy joven, tengo catorce años,
todavía he visto poco en la vida; sin embargo, ya me he vuelto tan indiferente.
Ahora […] lo único que siento es un miedo terrible. Cuando veo a alguien con
uniforme, pienso apenada en las masas que esperan la muerte. Je, je, es fácil
enloquecer si te pones a recordar todo lo ocurrido. Vamos ahora con los asuntos
del día: Janek vino esta tarde. Tuvimos que sentarnos en la cocina. Le puse de
los nervios cuando le dije que había devuelto todas mis fotos. Se disgustó
mucho. Estuvimos bromeando y hablando de “Nica y la banda”. De pronto, mientras
estábamos hablando, me soltó que le gustaría mucho besarme. Dije “quizá” y
seguí hablando. Se turbó un poco. Éste se pensaba que yo era como Tusia o Hala
Zelinger. Sólo dejaría que me besara alguien a quien yo amo y por él no siento
más que indiferencia. Luego papá me envió a hacer un recado y tuve que salir.
Janek me acompañó. Ya en la escalera le pregunté si creía que besar era algo tan
placentero y ya tenía curiosidad por saber cómo era el sabor que tenía (lo cual
es totalmente cierto). Se echó a reír (debo admitir que tiene una risa muy
agradable) y me contestó que él también sentía curiosidad. Quizá, pero no voy a
dejar que me bese. Me temo que eso pueda arruinar algo hermoso y puro, y
también temo que me iba a llevar un buen chasco.»
*Referencia al campo del
Hakoah, el equipo de fútbol de Bedzin, donde en esa fecha tuvo lugar la aktion de judíos.
**El mando de la SS y la policía
pusieron al frente del Jüdischer Ordnungsdienst (Fuerzas del orden empleadas en
guetos y campos de concentración) al Obersturmführer (teniente de la SS)
Friedrich Schmelt, una organización destinada a explotar el “empleo de los
extranjeros” al Este de la Alta Silesia, es decir, el trabajo forzoso de los
judíos deportados. Kuczynski compareció ante los tribunales de Sosnowiec en
1948. Fue condenado y sentenciado a muerte.
***Salek Goldzweig, amiga
de Rutka, fue asesinada en Auschwitz en 1943.
****Paulinka (Linka) Gold, compañera del colegio
de Rutka, sobrevivió al Holocausto y actualmente vive en Londres.
[El fragmento pertenece a la edición en español de Santillana Ediciones
Generales, 2008, en traducción de Joanna
Bardzinska y José Miguel Pallarés. ISBN: 978-84-8365-040-0.]
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