7.-El hombre de ninguna parte. Kiev, septiembre de 1900 - Shanghai, agosto de 2000
«Hemos de decir que la verdad
probablemente era algo distinta. Evgueni Pick nace con el nombre de Evgueni
Mijailovich Kojevnikov, en Kiev, en septiembre del 1900, hijo de un coronel del
ejército cosaco y una madre judía violada, que muere a darle a luz. Su padre
cuida de él, paga a una tía soltera y loca para que le críe, hasta que se
arruina con el juego y se suicida, dejándole a Pick enormes deudas y la furia
de su tía, ahora sin fuente de ingresos, transmitida a través de una paliza con
un palo de escoba. En ninguna parte consta sable alguno. Aparte del suplicio
provocado por la escoba que siguió a la muerte de su padre, poco se recuerda de
la infancia, adolescencia o juventud de Pick. Tras unos años en blanco, le
encontramos sirviendo en el ejército ruso en 1917, hasta que es capturado por
los alemanes, pero sólo una vez. No sabemos cuándo ni si de hecho escapó, pero en
el otoño de 1917 se halla en San Petersburgo, en plena Revolución. Parece que
el fervor revolucionario, por no hablar de las numerosas oportunidades para
robar y saquear, le animaron a convertirse en revolucionario. Sus obligaciones
son las de un comisario político: pronunciar discursos acerca de una abundante
selección de injusticias y cuando levanta el brazo y señala en la dirección de
las sanguijuelas capitalistas sedientas de sangre, los que le escuchan se
muestran impacientes por ir hacia esa dirección, por lejano y peligroso que sea
su destino.
Su
buena labor revolucionaria le permite estudiar en Moscú de 1919 a 1922, en la Academia
Militar, y al mismo tiempo en la Academia de Música y Teatro. Tras graduarse,
se dice que trabajó como segundo
agregado militar en las embajadas soviéticas de Afganistán y Turquía, destinos
cuya falta de interés sería insoportable de no ser por lo fácil que era obtener
abundante opio de primera clase.
En
1925 llega a Shanghai con el Transiberiano, pasando por Vladivostok y Harbin.
Oficialmente es agregado a la misión militar soviética –es decir, un espía-, un
hombre de negocios que vende espacios publicitarios en los periódicos rusos.
Pero en realidad sirve al Komintern, construye redes de espionaje, contacta con
gente que puede proporcionarle información, parte de la cual no comparte con
sus camaradas, guardándosela para cuando pueda necesitarla.
Y
llega un día, en 1927, cuando según Wasserstein, cambia de chaqueta y
proporciona a la inteligencia británica de Shanghai una selección
cuidadosamente recopilada de información pertinente, adornada con subtramas
fantasiosas de ubicuas conspiraciones del Komitern en China y -¿por qué
detenerse ahí?- en el mundo en general. Todo ello lo relata con un tono
sensato, mesurado y sin embargo cautivador, con todos los acentos en el lugar
adecuado, y todo eficazmente salpimentado de especias sin valor (personajes
superfluos, detalles inútiles, frecuentes digresiones acerca de su pobre y
vulgar persona) que conforman el inevitable azar de la existencia vulgar, la
vaguedad necesaria para crear la ilusión de una vida real e incontrolable. Sus
interlocutores, todos procedentes de buenas familias y educados en las
universidades de élite inglesas- obviamente superiores desde el punto de vista
intelectual a un efusivo vagabundo ruso-, escuchan sus historias con fruición.
No tardan en enviar la confesión de Pick al Foreign Office, acompañada de una
nota del embajador inglés, Sir William Senson, en la que afirma que “a pesar de
que [la exactitud de la información de Pick] no puede garantizarse, posee el
aroma de la verdad”.
Y
el aroma de esa verdad es al parecer un costoso perfume, pues gracias a la
generosa recompensa de los ingleses y los beneficios obtenidos en los pequeños
pero lucrativos tratos con sus conocidos, el capitán Pick consigue abrir su
propio teatro en Shanghai. El teatro tiene el ambicioso nombre de Gran Ópera
del Lejano Oriente y él es el empresario, el director de escena, cantante de
ópera, bailarín y actor principal. Hay que observar que su nombre artístico,
siempre presente en la elegante marquesina del teatro, es Eugene Hovans.
Es
en el escenario de la Gran Ópera donde Pick/Hovans interpreta su papel más
importante: el papel de Chichikov en Almas
muertas de Gógol. […]
Pero cuando no lleva al público a un orgasmo
de nostalgia, el capitán Pick complementa su fama con el lucro cosechado en los
fértiles y repugnantes campos de la anarquía de Shanghai. Chantajea a un juez
americano del que ha descubierto que es homosexual. Un día el cadáver del juez
aparece en las orillas del Whangpu, con el recto extirpado. En 1929, el capitán
Pick es sentenciado a nueve meses de cárcel por haber vendido, bajo el nombre
de Joseph Pronek, bonos de países extranjeros inexistentes a unas cuantas
mademoiselles fácilmente seducibles y a unas codiciosas damas inglesas.
Posteriormente, dice Wasserstein, intenta vender panfletos y libros sin valor
que los culis le roban en el consulado soviético, que con su floridón estilo
narrativo intenta hacer pasar por documentos claves de una conspiración.
Escribe una columna para un periódico ruso que se publica en Shanghai, en el
que denuncia las debilidades de los pilares de la comunidad, a no ser que
dichos pilares le ofrezcan una recompensa que le haga desviar la mirada hacia
las fragilidades de otros pilares. En 1931, bajo el nombre de doctor Montaigne,
se hace pasar por asesor militar del gobierno chino y se queda con millones de
dólares destinados a comprar armas que no existen que es lo que, en última
instancia, impide que pueda entregarlas. Sus clientes se pasan meses imaginando
su futuro poder, esperando a que lleguen las armas y repitiendo las historias
de Pick, hasta que es arrestado y condenado a un año de cárcel. En la cárcel hace
unos cuantos amigos chinos, algunos de ellos miembros leales del Clan Verde,
que se ocultan de la ley en sus cómodas celdas (el Clan, amablemente, les
proporciona de todo, desde opio y chicas hasta chicos y heroína) hasta que el
recuerdo de sus crímenes queda borrado por los nuevos crímenes de sus colegas y
conocidos. Una vez fuera de la cárcel, Pick se va a vivir con una georgiana
dueña de un burdel ubicado justo detrás del Hotel Astor House e inicia una
modesta empresa de trata de blancas. Tanto sus amigas rusas –esas damas venidas
a menos- cono sus camaradas del Clan Verde le resultan muy útiles en su nuevo
negocio, que un periódico ruso moralista de Harbin saca imprudentemente a la
luz.
Pero a nadie le importan esas acusaciones
farisaicas (aunque dejan una pequeña huella en el corazón de Pick): Shanghai es
un lugar distinto del mojigato Harbin, la gente hace lo que tiene que hacer y
lo que puede para ganarse la vida de una manera decente. Además, el capitán
Pick es un hombre apreciado, “el alma de todas las fiestas a las que asiste”, y
él, Dios le ampare, asiste a muchas. Es el corazón de la comunidad rusa,
siempre capaz de expresar los profundos y auténticos sentimientos del pueblo
ruso. […]
Incluso los informes de la inteligencia
estadounidense, famosos por su seriedad, a duras penas se resisten a los
encantos del capitán Pick, y le describen como “un hombre bien educado, con
facilidad para los idiomas, actor de talento, fascinante narrador, aunque de
pluma fácil. También es traficante de armas, proxeneta, agente de inteligencia
y competente asesino”.
Siempre sensible a los tornadizos vientos de
la historia, el capitán Pick ha cultivado sus contactos japoneses con especial
cuidado ya desde el principio de su vida en Shanghai, pero en 1937, después de
la invasión japonesa de China, comienza a trabajar para la Oficina de
Inteligencia Naval Japonesa de Shanghai. Forma un grupo de unos cuarenta
agentes europeos (sin contar la pandilla de señoras rusas drogadas) que
supuestamente espían a otros europeos de Shanghai y que se creen a salvo del
poder japonés en la Colonia Internacional y la Concesión Francesa. Su grupito
es la élite de los bajos fondos de Shanghai: el barón N.N. Tipolt, chantajista,
timador y confidente de la Gestapo; el conde Víctor Plavchuk, hábil con el
cuchillo […]; el almirante Marcus Templar, supuesto miembro de la Casa Real
Griega, cuya especialidad es tomar fotos a escondidas, que luego se utilizan
para el chantaje; Bernie y Ernie McDunn, dos siameses de Chicago unidos por la
cadera, capaces de lo que sea por una dosis de heroína; Alex Hemmon, antiguo
miembro del Clan Púrpura de Detroit, un sicario que tiene que matar a alguien
cada vez que se emborracha (cosa que hace de manera habitual), […]
A
finales de los años treinta, bajo la protección de los japoneses, el capitán
Pick lleva una vida regalada. […] En 1940 Pick va a Japón a pasar unas
vacaciones […]
Un
informe de posguerra de la Inteligencia estadounidense, citado por Wasserstein
(redactado por un tal capitán Owen), relata lo que era un día normal en la vida
de Pick: se levanta antes del alba, observa salir el sol entre la húmeda
neblina que flota sobre el río Whangpu, en cuyo puerto están anclados los
imponentes barcos japoneses, entre los que se deslizan tímidamente algunos juncos;
escucha en la radio las noticias de Moscú, Londres, Honolulú (disfruta con la
GlenMiller Band, tarareando las melodías que toca el trombón de Glen); de seis
a siete de la mañana está al teléfono, recibiendo y enviando información a
Shanghai, transmitida a menudo como puro e inocente chismorreo. Lee los
periódicos rusos y desayuna (dos huevos, una montaña de bacon, un río de café)
y a veces deja una flotilla de saliva con yema de huevo sobre los periódicos,
furioso ante sus deshonestas mentiras. A continuación se dirige a la oficina de
la Inteligencia Naval, donde organiza los archivos o se masturba en previsión
del almuerzo que tomará en compañía de su última y joven amante. A no ser,
naturalmente, que tenga que dirigirse al cuartel general de la Policía del
Pensamiento japonesa para supervisar el interrogatorio de algún extranjero,
añadiendo a menudo un toque ruso: azotar al prisionero con un látigo nudoso,
hasta que salten pedazos de carne. A la una come con la joven con la que planea
acostarse. Tras el postre la lleva a la habitación 741, le hace el amor
apasionadamente y luego se echa una siesta en toda regla. El personal del hotel
se arriesga a recibir un tiro si entra en su habitación durante la siesta, que
acaba exactamente a las tres en punto. Entre las tres y las cuatro telefonea a
sus superiores japoneses, solicitando benevolencia hacia alguno de sus
conocidos y, a veces, mano dura contra los judíos de Shanghai. Posteriormente
celebra las reuniones que tienen que ver con sus actividades teatrales,
musicales o benéficas.»
[Los fragmentos pertenecen a la edición en español de Editorial
Anagrama, en traducción de Damián Alou. ISBN:
84-339-7026-7]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: