viernes, 3 de agosto de 2018

El hombre de ninguna parte.- Aleksandar Hemon (1964)

 
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7.-El hombre de ninguna parte. Kiev, septiembre de 1900 - Shanghai, agosto de 2000

«Hemos de decir que la verdad probablemente era algo distinta. Evgueni Pick nace con el nombre de Evgueni Mijailovich Kojevnikov, en Kiev, en septiembre del 1900, hijo de un coronel del ejército cosaco y una madre judía violada, que muere a darle a luz. Su padre cuida de él, paga a una tía soltera y loca para que le críe, hasta que se arruina con el juego y se suicida, dejándole a Pick enormes deudas y la furia de su tía, ahora sin fuente de ingresos, transmitida a través de una paliza con un palo de escoba. En ninguna parte consta sable alguno. Aparte del suplicio provocado por la escoba que siguió a la muerte de su padre, poco se recuerda de la infancia, adolescencia o juventud de Pick. Tras unos años en blanco, le encontramos sirviendo en el ejército ruso en 1917, hasta que es capturado por los alemanes, pero sólo una vez. No sabemos cuándo ni si de hecho escapó, pero en el otoño de 1917 se halla en San Petersburgo, en plena Revolución. Parece que el fervor revolucionario, por no hablar de las numerosas oportunidades para robar y saquear, le animaron a convertirse en revolucionario. Sus obligaciones son las de un comisario político: pronunciar discursos acerca de una abundante selección de injusticias y cuando levanta el brazo y señala en la dirección de las sanguijuelas capitalistas sedientas de sangre, los que le escuchan se muestran impacientes por ir hacia esa dirección, por lejano y peligroso que sea su destino.
 Su buena labor revolucionaria le permite estudiar en Moscú de 1919 a 1922, en la Academia Militar, y al mismo tiempo en la Academia de Música y Teatro. Tras graduarse, se dice  que trabajó como segundo agregado militar en las embajadas soviéticas de Afganistán y Turquía, destinos cuya falta de interés sería insoportable de no ser por lo fácil que era obtener abundante opio de primera clase.
 En 1925 llega a Shanghai con el Transiberiano, pasando por Vladivostok y Harbin. Oficialmente es agregado a la misión militar soviética –es decir, un espía-, un hombre de negocios que vende espacios publicitarios en los periódicos rusos. Pero en realidad sirve al Komintern, construye redes de espionaje, contacta con gente que puede proporcionarle información, parte de la cual no comparte con sus camaradas, guardándosela para cuando pueda necesitarla.
 Y llega un día, en 1927, cuando según Wasserstein, cambia de chaqueta y proporciona a la inteligencia británica de Shanghai una selección cuidadosamente recopilada de información pertinente, adornada con subtramas fantasiosas de ubicuas conspiraciones del Komitern en China y -¿por qué detenerse ahí?- en el mundo en general. Todo ello lo relata con un tono sensato, mesurado y sin embargo cautivador, con todos los acentos en el lugar adecuado, y todo eficazmente salpimentado de especias sin valor (personajes superfluos, detalles inútiles, frecuentes digresiones acerca de su pobre y vulgar persona) que conforman el inevitable azar de la existencia vulgar, la vaguedad necesaria para crear la ilusión de una vida real e incontrolable. Sus interlocutores, todos procedentes de buenas familias y educados en las universidades de élite inglesas- obviamente superiores desde el punto de vista intelectual a un efusivo vagabundo ruso-, escuchan sus historias con fruición. No tardan en enviar la confesión de Pick al Foreign Office, acompañada de una nota del embajador inglés, Sir William Senson, en la que afirma que “a pesar de que [la exactitud de la información de Pick] no puede garantizarse, posee el aroma de la verdad”.
 Y el aroma de esa verdad es al parecer un costoso perfume, pues gracias a la generosa recompensa de los ingleses y los beneficios obtenidos en los pequeños pero lucrativos tratos con sus conocidos, el capitán Pick consigue abrir su propio teatro en Shanghai. El teatro tiene el ambicioso nombre de Gran Ópera del Lejano Oriente y él es el empresario, el director de escena, cantante de ópera, bailarín y actor principal. Hay que observar que su nombre artístico, siempre presente en la elegante marquesina del teatro, es Eugene Hovans.
 Es en el escenario de la Gran Ópera donde Pick/Hovans interpreta su papel más importante: el papel de Chichikov en Almas muertas de Gógol. […]
 Pero cuando no lleva al público a un orgasmo de nostalgia, el capitán Pick complementa su fama con el lucro cosechado en los fértiles y repugnantes campos de la anarquía de Shanghai. Chantajea a un juez americano del que ha descubierto que es homosexual. Un día el cadáver del juez aparece en las orillas del Whangpu, con el recto extirpado. En 1929, el capitán Pick es sentenciado a nueve meses de cárcel por haber vendido, bajo el nombre de Joseph Pronek, bonos de países extranjeros inexistentes a unas cuantas mademoiselles fácilmente seducibles y a unas codiciosas damas inglesas. Posteriormente, dice Wasserstein, intenta vender panfletos y libros sin valor que los culis le roban en el consulado soviético, que con su floridón estilo narrativo intenta hacer pasar por documentos claves de una conspiración. Escribe una columna para un periódico ruso que se publica en Shanghai, en el que denuncia las debilidades de los pilares de la comunidad, a no ser que dichos pilares le ofrezcan una recompensa que le haga desviar la mirada hacia las fragilidades de otros pilares. En 1931, bajo el nombre de doctor Montaigne, se hace pasar por asesor militar del gobierno chino y se queda con millones de dólares destinados a comprar armas que no existen que es lo que, en última instancia, impide que pueda entregarlas. Sus clientes se pasan meses imaginando su futuro poder, esperando a que lleguen las armas y repitiendo las historias de Pick, hasta que es arrestado y condenado a un año de cárcel. En la cárcel hace unos cuantos amigos chinos, algunos de ellos miembros leales del Clan Verde, que se ocultan de la ley en sus cómodas celdas (el Clan, amablemente, les proporciona de todo, desde opio y chicas hasta chicos y heroína) hasta que el recuerdo de sus crímenes queda borrado por los nuevos crímenes de sus colegas y conocidos. Una vez fuera de la cárcel, Pick se va a vivir con una georgiana dueña de un burdel ubicado justo detrás del Hotel Astor House e inicia una modesta empresa de trata de blancas. Tanto sus amigas rusas –esas damas venidas a menos- cono sus camaradas del Clan Verde le resultan muy útiles en su nuevo negocio, que un periódico ruso moralista de Harbin saca imprudentemente a la luz.
 Pero a nadie le importan esas acusaciones farisaicas (aunque dejan una pequeña huella en el corazón de Pick): Shanghai es un lugar distinto del mojigato Harbin, la gente hace lo que tiene que hacer y lo que puede para ganarse la vida de una manera decente. Además, el capitán Pick es un hombre apreciado, “el alma de todas las fiestas a las que asiste”, y él, Dios le ampare, asiste a muchas. Es el corazón de la comunidad rusa, siempre capaz de expresar los profundos y auténticos sentimientos del pueblo ruso. […]
 Incluso los informes de la inteligencia estadounidense, famosos por su seriedad, a duras penas se resisten a los encantos del capitán Pick, y le describen como “un hombre bien educado, con facilidad para los idiomas, actor de talento, fascinante narrador, aunque de pluma fácil. También es traficante de armas, proxeneta, agente de inteligencia y competente asesino”.
 Siempre sensible a los tornadizos vientos de la historia, el capitán Pick ha cultivado sus contactos japoneses con especial cuidado ya desde el principio de su vida en Shanghai, pero en 1937, después de la invasión japonesa de China, comienza a trabajar para la Oficina de Inteligencia Naval Japonesa de Shanghai. Forma un grupo de unos cuarenta agentes europeos (sin contar la pandilla de señoras rusas drogadas) que supuestamente espían a otros europeos de Shanghai y que se creen a salvo del poder japonés en la Colonia Internacional y la Concesión Francesa. Su grupito es la élite de los bajos fondos de Shanghai: el barón N.N. Tipolt, chantajista, timador y confidente de la Gestapo; el conde Víctor Plavchuk, hábil con el cuchillo […]; el almirante Marcus Templar, supuesto miembro de la Casa Real Griega, cuya especialidad es tomar fotos a escondidas, que luego se utilizan para el chantaje; Bernie y Ernie McDunn, dos siameses de Chicago unidos por la cadera, capaces de lo que sea por una dosis de heroína; Alex Hemmon, antiguo miembro del Clan Púrpura de Detroit, un sicario que tiene que matar a alguien cada vez que se emborracha (cosa que hace de manera habitual), […]
 A finales de los años treinta, bajo la protección de los japoneses, el capitán Pick lleva una vida regalada. […] En 1940 Pick va a Japón a pasar unas vacaciones […]
 Un informe de posguerra de la Inteligencia estadounidense, citado por Wasserstein (redactado por un tal capitán Owen), relata lo que era un día normal en la vida de Pick: se levanta antes del alba, observa salir el sol entre la húmeda neblina que flota sobre el río Whangpu, en cuyo puerto están anclados los imponentes barcos japoneses, entre los que se deslizan tímidamente algunos juncos; escucha en la radio las noticias de Moscú, Londres, Honolulú (disfruta con la GlenMiller Band, tarareando las melodías que toca el trombón de Glen); de seis a siete de la mañana está al teléfono, recibiendo y enviando información a Shanghai, transmitida a menudo como puro e inocente chismorreo. Lee los periódicos rusos y desayuna (dos huevos, una montaña de bacon, un río de café) y a veces deja una flotilla de saliva con yema de huevo sobre los periódicos, furioso ante sus deshonestas mentiras. A continuación se dirige a la oficina de la Inteligencia Naval, donde organiza los archivos o se masturba en previsión del almuerzo que tomará en compañía de su última y joven amante. A no ser, naturalmente, que tenga que dirigirse al cuartel general de la Policía del Pensamiento japonesa para supervisar el interrogatorio de algún extranjero, añadiendo a menudo un toque ruso: azotar al prisionero con un látigo nudoso, hasta que salten pedazos de carne. A la una come con la joven con la que planea acostarse. Tras el postre la lleva a la habitación 741, le hace el amor apasionadamente y luego se echa una siesta en toda regla. El personal del hotel se arriesga a recibir un tiro si entra en su habitación durante la siesta, que acaba exactamente a las tres en punto. Entre las tres y las cuatro telefonea a sus superiores japoneses, solicitando benevolencia hacia alguno de sus conocidos y, a veces, mano dura contra los judíos de Shanghai. Posteriormente celebra las reuniones que tienen que ver con sus actividades teatrales, musicales o benéficas.»
 
[Los fragmentos pertenecen a la edición en español de Editorial Anagrama, en traducción de Damián Alou. ISBN: 84-339-7026-7]

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