miércoles, 8 de agosto de 2018

La energía nuclear. Elementos para un debate.- Luigi De Paoli (1949)


Resultado de imagen de luigi de paoli   
6.-Los residuos radiactivos y su gestión
Clasificación de los residuos radiactivos con vistas a su eliminación

« La clasificación de los residuos radiactivos puede hacerse de muchas maneras. Una de ellas se basa en el origen de los residuos que acabamos de exponer, mientras que otras se centran en el estado físico de los residuos (sólido, líquido y gaseoso) o en el tipo de radiación emitida (por ejemplo, alfa, beta, gamma). No existe, por tanto, una clasificación única.
 Sin embargo, cuando se piensa en los residuos radiactivos en función de lo que hay que hacer para evitar que constituyan un peligro para la salud de la población, los criterios que fundamentan la clasificación son la intensidad de radiación emitida y el tiempo durante el cual el nivel de radiación sigue siendo peligroso. Con ese fin, conviene recordar que tras un período igual a diez veces el tiempo de semidesintegración, el nivel de radiación se reduce mil veces. En la práctica, la combinación de ambos criterios (nivel y duración de las emisiones radiactivas) es útil para indicar el tipo de tratamiento, de transporte y de eliminación que cabe prever para los residuos.
 Precisamente, en referencia a esos dos criterios, la IAEA (siglas en inglés de la Agencia Internacional para la Energía Atómica), pese a no haber fijado límites obligatorios, sugiere la siguiente clasificación:
     ·Residuos exentos: los que pueden ser tratados como cualquier residuo no radiactivo, porque la dosis que recibiría quien viviera en sus proximidades sería inferior al 1% del fondo natural;
     ·Residuos de baja o mediana actividad y de vida breve (LILW-SL): los que emiten un nivel bajo o medio de radiaciones (también a ese respecto se sugieren límites cuantitativos) y tienen un tiempo de semidesintegración inferior a 30 años;
     ·Residuos de baja o mediana actividad y de larga vida (LILA-LL): los que, a pesar de emitir un nivel bajo o medio de radiaciones, tienen un tiempo de semidesintegración superior a los 30 años;
     ·Residuos de alta radiactividad (HLW): los que alcanzan un nivel de radiaciones superior al límite para los residuos de mediana actividad.
Esta clasificación sugerida por la IAEA se toma como referencia en todos los países, aun cuando pueda haber ligeras variaciones a la hora de fijar las cantidades específicas.
El tratamiento y la eliminación de los desechos nucleares
  Un reactor nuclear de 1.000 MW a actividad baja y media produce aproximadamente 100 metros cúbicos anuales de residuos del funcionamiento y aproximadamente 20 toneladas de combustible irradiado, que ocupa un volumen de unos pocos metros cúbicos (menos de 10). Por tanto, los volúmenes en juego son modestos y además pueden ser posteriormente reducidos mediante la compactación de dichos residuos, que, en todos los casos, son tratados antes de ser eliminados.
 Los residuos de baja o mediana actividad y de vida breve pueden ser tratados de distintas maneras. Lo normal es que se reduzca su volumen (a veces se incineran), se pongan en una matriz estable (en general, cemento) y más tarde en barricas selladas. Tras el tratamiento y el acondicionamiento, los productos así manufacturados pueden ser colocados en depósitos bajo control, localizados en general en la superficie o a unas decenas de metros bajo tierra. Estos depósitos no requieren ninguna protección ulterior de cara a la población, porque, incluso quien viviera en las inmediaciones, recibiría una dosis de radiación despreciable en relación con la del fondo natural. Puesto que se trata de residuos con tiempo de semidesintegración inferior a los 30 años, en el término máximo de 300 años se vuelven radiológicamente inocuos, período durante el cual cabe esperar la perduración tanto de las obras de ingeniería como de las instituciones humanas.
  Los residuos de actividad baja o mediana y de larga vida contienen radionúclidos con tiempos de semidesintegración superiores a 30 años. La protección contra el riesgo de que resulten peligrosos para las generaciones venideras se prevé de distinta manera que para los residuos precedentes, de los que son separados. En general, se considera que para bajos niveles de actividad esos residuos se pueden poner en depósitos a profundidad moderada, para contrarrestar la posible erosión superficial de los terrenos. Si su radiactividad es más alta (aunque inferior a la de los residuos de alta actividad), se los coloca en depósitos geológicos profundos tras su oportuno tratamiento.
 Los residuos de alta actividad son los más peligrosos, no sólo por la elevada intensidad de las radiaciones, sino también porque contienen (aunque no exclusivamente) radionúclidos de larga vida, lo que los pone en condiciones de permanecer radiactivos tras decenas de miles de años. La mayor parte de los residuos de alta actividad está formada por combustible usado que se ha descargado de los reactores nucleares. Este material contiene, además de uranio, productos de fisión sólidos (como el cesio y el estroncio) y gaseosos (como el criptón u el xenón) y elementos transuranianos (como el plutonio o el americio), además de metales estructurales activados (como cobalto y níquel). Si se procede a reprocesar este material, es posible separar los distintos elementos, recuperar los reutilizables (plutonio y uranio) y condicionar lo que queda, en general fabricando cilindros de vidrio dentro de los cuales se encierran los materiales radiactivos. Esa solución permite que después de un período de entre 3.000-4.000 años los residuos tengan el mismo nivel de actividad que el material de uranio que sirvió para producir el combustible. Si, por el contrario, no se desea seguir esta vía, la solución consiste en encerrar los elementos del combustible en contenedores metálicos y bien sellados que se colocan en el depósito final. En todo caso, tanto si se considera que el combustible irradiado es un residuo como si se quiere someterlo a nuevo tratamiento, es necesario esperar muchos años para poder coloca en el depósito final los residuos radiactivos resultantes. En efecto, el combustible extraído del reactor es altamente radiactivo, lo que significa que emite energía que se transforma en calor.
A medida que la radiactividad (sobre todo la de los productos de la fisión) se desintegra, disminuye también la cantidad de calor emitido: 1 kg. de combustible, un día después de haber apagado el reactor, emite aproximadamente 2.000 watios (como un secador de pelo potente), que pasado 1 año descienden a aproximadamente 10 watios, y pasados 10 años a poco más de 1 watio. En consecuencia, una vez extraído del reactor, el combustible es enfriado colocándolo primero en piscinas protegidas especiales. Únicamente cuando la emisión de calor es suficientemente baja, se puede dejar el combustible en contenedores y en seco. Se entiende, pues, que el tiempo para proceder a una eventual colocación de los residuos radiactivos de alta actividad en un depósito definitivo sea, en el mejor de los casos, de decenios.»
 [El texto pertenece a la edición en español de Alianza editorial, en traducción de Marco Aurelio Galmarini. ISBN: 978-84-206-7553-4.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: