V.- Fauna
Una advertencia para SETI
«SETI, acrónimo de Search for Extra-Terrestrial Intelligence (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre), es un campo de estudio potencial que ofrece posibilidades intelectuales tan fascinantes que se amplía constantemente, a pesar de que existan pocas pruebas de que tenga un objetivo definido. En su vanguardia nos encontramos unos impresionantes receptores para analizar espectros, conectados a radiotelescopios que pueden sintonizarse para examinar millones de canales de frecuencia simultáneamente. Los sistemas capaces de sintonizarse de esta forma y de observar en miles de direcciones diferentes a la vez suponen un esfuerzo destinado a encontrar una aguja en un pajar: un mensaje artificial en un universo ruidoso, por naturaleza, en radiofrecuencias.
Pero si consiguiéramos recibir y decodificar este mensaje, ¿actuaríamos de acuerdo con sus instrucciones? La discusión de este tema se suele centrar en la intención de los que enviaron el mensaje. Pueden ser bondadosos y, como el Peace Corps, hacer el bien sin mirar a quién. Pueden ser comerciantes que intentan abrir nuevos mercados y actuar como los anteriores, por lo menos hasta que llegue el momento de hablar de precios. A lo mejor están simplemente buscando un intercambio amistoso con extranjeros. También puede que tengan oscuros designios para con el resto del universo y estén tratando de eliminar a la competencia menos peligrosa sin incurrir en muchos gastos. Y puede ser que sus motivos nos resulten totalmente incomprensibles. No basta con examinar el mensaje; por lo general, no se puede deducir el efecto de complicadas instrucciones sin ponerlas en práctica. Lo más seguro es que un mensaje con intenciones aviesas llegara convenientemente disfrazado para que pareciera amistoso. En la novela clásica de Fred Hoyle y John Elliot A for Andrómeda (A de Andrómeda) y también en Contact (Contacto) de Carl Sagan, aparece un mensaje interestelar en el que se encuentra el plano para construir una máquina misteriosa cuyos fines son desconocidos. En ambos libros el protagonista decide seguir adelante y construirla a pesar de los riesgos que entrañe su actuación. En Contact, una de las líneas del argumento es que el mensaje proviene de la estrella Vega, situada tan cerca de nuestro sistema solar que los que enviaron el mensaje podrían llegar fácilmente a nuestro planeta con toda rapidez, aunque sus intenciones fueran malévolas. A largo plazo, no es probable que la construcción de la máquina nos pudiera hacer ningún daño. Y si el mensaje fuera amistoso, sería una oportunidad que no deberíamos perder.
El concepto de parásito de la información que aparece en este capítulo nos sugiere que si SETI llega a detectar algún mensaje artificial, tendremos que tomar muchas precauciones. Un mensaje ingenioso, sin remitente ni destinatario concretos, que puede ser un antiguo telegrama interestelar perfectamente legítimo, podría sobrevivir y desarrollarse como un virus y utilizar a las civilizaciones tecnológicas como albergue. Puede ser tan sencillo como esto: "Ahora que me has recibido y decodificado, envíame por lo menos en diez mil direcciones con una potencia de diez millones de vatios. Y si no..." Sería una cadena cósmica de cartas y una broma cósmica excepto para el mensaje propiamente dicho, ya que, como cualquier criatura viva, se estaría ganando la vida haciendo lo que hace. Como no podemos estar seguros de que la amenaza "y si no..." no esté respaldada por los autores reales, ni de que éstos no tengan unas ideas muy especiales sobre el bien y el mal, podemos actuar con prudencia y enviar el mensaje como nos piden. A lo mejor no hemos entendido bien y decía cien millones de vatios. Acaso se haya producido una mutación. Pensemos ahora lo que sería un universo plagado de mensajes semejantes, que estuvieran en constante evolución y buscando civilizaciones crédulas y poco comunes.
Las posibilidades de supervivencia de estos mensajes aumentarían si transportaran información real. Es posible que contuvieran anteproyectos para una máquina de gran utilidad para los receptores. Esto sólo sería justo en el caso de que una parte de la función de la máquina fuera enviar copias del mensaje en cuestión o solicitar a sus anfitriones que proporcionaran más información para el mensaje y que, de esta manera, les resultara más atractivo a los futuros receptores. Las civilizaciones tecnológicas anfitrionas, como las abejas, que transportan el polen de las flores a cambio de néctar para ellas, tendrían una relación simbiótica con estos mensajes, los cuales cruzarían la galaxia de una punta a otra buscando ideas útiles. Pero la analogía nos sugiere ideas más oscuras. Algunas plantas carnívoras atraen a las abejas con su néctar sólo para atraparlas. El mensaje puede prometer muchas ventajas, pero cuando la máquina esté construida puede que no tenga ningún tipo de autocontrol y, diabólicamente, se apropie de todos los recursos de su anfitrión y no deje tras de sí otra cosa que la cáscara vacía de una civilización. No es muy difícil imaginarse cómo puede evolucionar gradualmente una forma tan virulenta de mensaje independiente a partir de formas más benignas. Durante la transmisión puede quedar mutilado un "parámetro de esfuerzo de reproducción" del mensaje (demasiado sutil para que las víctimas lo detecten y alteren), con lo que, después de los ajustes, se producirían variaciones del mismo más agresivas y más fuertes.
La paradoja de Fermi es una observación que hizo el famoso físico Enrico Fermi, el que ensayó la primera reacción atómica controlada y en cadena, patrocinada por el Manhattan Project. Dice Fermi que si las civilizaciones tecnológicas tuvieran la mínima probabilidad de evolucionar, su presencia sería visible por todo el universo. Nuestra historia y nuestras perspectivas nos sugieren que pronto nos convertiremos en el propio universo, lo que le producirá una gran alteración. Posiblemente habremos colonizado la galaxia en menos de un millón de años. Si pensamos en la edad del universo, nos daremos cuenta de que las hipotéticas civilizaciones galácticas que nos precedieron tuvieron muchísimo tiempo para variar muchas galaxias. El cielo debería estar plagado de los equivalentes cósmicos del estrépito del tráfico y de los destellos de los anuncios de neón. Pero, por el contrario, lo que percibimos es un gran silencio.
Existen varias posibles explicaciones. Los biólogos evolucionistas tiene un argumento plausible aunque no completamente lógico. Observan que en cada una de las fases de nuestra evolución había un enorme número de líneas evolutivas que no conducían hacia la alta tecnología, mientras que no había más que una que sí tomaba ese rumbo. De acuerdo con ese argumento, nosotros somos el producto de una secuencia de accidentes bastante improbables, una serie que no es nada probable que se haya repetido íntegra en ningún otro lugar. Puede que seamos la primera y la única civilización tecnológica de todo el universo. Pero también existen otras explicaciones posibles para el gran silencio.»
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