lunes, 27 de febrero de 2017

"Los trabajos y los días".- Hesíodo (h. 700 a.C.)


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«Yo que sé lo que te conviene, gran necio Perses, te lo diré: de la maldad puedes coger fácilmente cuanto quieras; llano es su camino y vive muy cerca. De la virtud, en cambio, el sudor pusieron por delante los dioses inmortales; largo y empinado es el sendero hacia ella y áspero al comienzo; pero cuando se llega a la cima, entonces resulta fácil por duro que sea.
 Es el mejor hombre en todos los sentidos el que por sí mismo se da cuenta [tras meditar, de lo que luego y al final será mejor para él]. A su vez es bueno también aquél que hace caso a quien bien le aconseja; pero el que ni por sí mismo se da cuenta ni oyendo a otro lo graba en su corazón, éste en cambio es un hombre inútil.
 Ahora bien, tú recuerda siempre nuestro encargo y trabaja, Perses, estirpe de dioses, para que te aborrezca el Hambre y te quiera la venerable Deméter de hermosa corona y llene de alimento tu cabaña; pues el hambre siempre acompaña al holgazán. Los dioses y los hombres se indignan contra el que vive sin hacer nada, semejante en carácter a los zánganos sin aguijón, que consumen el esfuerzo de las abejas comiendo sin trabajar. Pero tú preocúpate por disponer las faenas a su tiempo para que se te llenen los graneros con el sazonado sustento.
 Por los trabajos se hacen los hombres ricos en ganado y opulentos; y si trabajas te apreciarán mucho más los Inmortales [y los mortales, pues aborrecen en gran manera a los holgazanes].
 El trabajo no es ninguna deshonra; la inactividad es una deshonra. Si trabajas pronto te tendrá envidia el indolente al hacerte rico. La valía y la estimación van unidas al dinero.
 Para tu suerte, según te fue, es mejor trabajar, si olvidado de haciendas ajenas vuelves al trabajo tu voluble espíritu y te preocupas del sustento según mis recomendaciones.
 Una vergüenza denigrante embarga al necesitado, una vergüenza que hunde completamente a los hombres o les sirve de gran provecho, una vergüenza que va ligada a la miseria igual que la arrogancia al bienestar.
 Las riquezas no deben robarse; las que dan los dioses son mucho mejores pues si alguien con sus propias manos quita a la fuerza una gran fortuna o la roba con su lengua como a menudo sucede -cuando el deseo de lucro hace perder la cabeza a los hombres y la falta de escrúpulos oprime a la honradez-, rápidamente le debilitan los dioses y arruinan la casa de un hombre semejante, de modo que por poco tiempo le dura la dicha.
 Igualmente, el que maltrata a un suplicante o a su huésped, o sube al lecho de su hermano [para unirse ocultamente a su esposa incurriendo en falta], o insensatamente causa daño a los hijos huérfanos de aquél, y el que insulta a su padre anciano, ya en el funesto umbral de la vejez, dirigiéndose a él con duras palabras, sobre éste ciertamente descarga el mismo Zeus su ira y al final, en pago por sus injustas acciones, le impone un duro castigo. Pero tú aparta por completo tu voluble espíritu de estos delitos.
 Con pureza y santidad, en la medida de tus posibilidades, haz sacrificios a los dioses inmortales y quema en su honor espléndidos muslos; otras veces, concíliatelos con libaciones y ofrendas, cuando te vayas a la cama y cuando salga la sagrada luz del día, para que te conserven propicio su corazón y su espíritu y puedas comprar la hacienda de otros, no otro la tuya.
 Al que te brinde su amistad invítale a comer, y al enemigo recházalo. Sobre todo invita al que vive cerca de ti; pues si tienen alguna dificultad en la aldea, los vecinos acuden sin ceñir mientras que los parientes tienen que ceñirse.
 Una plaga es un mal vecino, tanto como uno bueno es una gran bendición. Cuenta con un tesoro quien cuenta con buen vecino. No se te morirá la vaca si no tienes mal vecino. Mide bien al recibir del vecino y devuélvele bien con la misma medida y mejor si puedes, para que si le necesitas, también luego le encuentres seguro.
 No te hagas rico por malos medios; las malas ganancias son como calamidades.
 Aprecia al amigo y acude a quien acuda a ti; da al que te dé y no des al que no te dé. A quien da cualquiera da, y a quien no da nadie da.
 El regalo es bueno, pero la rapiña es mala y dispensadora de muerte; pues el hombre que de buen grado, aunque sea mucho, da, disfruta con su regalo y se alegra en su corazón; pero el que roba a su antojo obedeciendo a su falta de escrúpulos, lo robado, aunque sea poco, le amarga el corazón; pues si añades poco sobre poco y haces esto con frecuencia, lo poco al punto se convertirá en mucho.
 El que añade a lo que tiene evitará la quemazón del hambre; lo que hay dentro de casa no inquieta al hombre; es mejor tener dentro de casa, pues lo de fuera es dañino. Bueno es coger de lo que se tiene y un tormento para el alma necesitar de lo que no se tiene. Te recomiendo que medites estas advertencias.
 Al empezar la jarra y al terminarla, sáciate; a mitad, haz economías; pero es mezquino el ahorro al llegar al fondo.
 El salario convenido con un hombre amigo, sea suficiente; y con un hermano, pon delante entre bromas un testigo. Sabido es que la confianza y la desconfianza pierden a los hombres.
 Que no te haga perder la cabeza una mujer de trasero emperifollado que susurre requiebros mientras busca tu granero. Quien se fía de una mujer, se fía de ladrones.
 Procura tener un solo hijo, para conservar intacto tu patrimonio, pues así la riqueza crecerá dentro de tu casa. Y ¡ojalá que te mueras viejo si dejas otro hijo! Para muchos hijos Zeus podría conceder fácilmente una envidiable fortuna; a más hijos, mayor cuidado y también mayor rendimiento.
 Si en tu corazón el deseo te hace aspirar a la riqueza, actúa así y obra trabajo tras trabajo. [...]
 Esta es la ley de los campos para quienes viven cerca del mar y para quienes, en frondosos valles, lejos del ondulado ponto, habitan ricos lugares. Siembre desnudo, ara desnudo y siega desnudo si quieres atender a su tiempo todas las labores de Deméter, para que cada fruto crezca en su época y nunca luego, necesitado, mendigues en casas ajenas, sin recibir nada.
 Así también ahora a mí viniste y, por supuesto, yo no te daré ni te prestaré más. Trabaja, ¡necio Perses!, en las faenas que para los hombres determinaron los dioses, a fin de que nunca en compañía de tus hijos y tu mujer con el corazón angustiado busques sustento entre los vecinos y éstos no te hagan caso; pues de momento recibirás dos y hasta tres veces; pero si todavía les sigues molestando, no lograrás nada, sino que hablarás mucho en vano e inútil será un campo de palabras. Por el contrario, te recomiendo que pienses en pagar tus deudas y defenderte del hambre.»
 
 

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