lunes, 13 de febrero de 2017

"El cerdo que quería ser jamón".- Julián Baggini (1968)

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 7.-Cuando nadie gana

 «El soldado raso Sacks estaba a punto de hacer algo terrible. Le habían ordenado violar y luego matar a la prisionera, que sabía que no era más que una civil inocente de la etnia equivocada. En su mente no albergaba ninguna duda de que se trataría de una horrenda injusticia; de hecho, sería un crimen de guerra.
 Pero, reflexionando rápidamente sobre ellos, sintió que no tenía otra elección. Si obedecía la orden, podría hacer que aquel calvario fuese lo más soportable posible para la víctima, asegurándose de que no sufriera más de lo imprescindible. Si desobedecía la orden, le ejecutarían y violarían y matarían de todos modos a la prisionera, pero probablemente con más violencia. Lo mejor para todos era seguir adelante.
 Su razonamiento parecía suficientemente claro, pero, desde luego, no le dejaba la conciencia tranquila. ¿Cómo podía ser lo mejor tratándose de algo tan abominable?

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"Si yo no lo hago, otro lo hará" resulta, en términos generales, una débil justificación para las malas obras. Uno no es responsable de sus malas acciones, con independencia de si otros las habrían cometido de todos modos. Si ves un coche deportivo descapotable con las llaves en el encendido, te montas y te lo llevas, tu acción no deja de ser un robo simplemente porque otro haría lo mismo antes o después.
 En el caso de Sack, la justificación es sutilmente diferente en un sentido relevante. Lo que él dice es: "Si no lo hago yo, lo hará otro con consecuencias mucho peores". Sacks no se limita a resignarse a lo malo que se avecina; trata de asegurarse de que ocurra lo mejor posible o lo menos malo.
 Normalmente parecería perfectamente moral hacer lo que podamos para evitar todo el daño posible. Lo mejor que puede hacer Sacks es salvar su propia vida y hacer lo menos dolorosa posible la muerte de la prisionera. Pero este razonamiento le lleva a participar en una violación y un asesinato, y es obvio que eso jamás puede ser lo moralmente correcto.
 Cuesta resistirse a la tentación de imaginar una tercera posibilidad: limitarse a disparar a la prisionera y a sí mismo. Pero es preciso resistirse, pues en un experimento mental controlamos las variables, y en este caso la pregunta es qué debería hacer si las dos únicas posibilidades son ejecutar la orden o negarse a hacerlo. Si establecemos el dilema  en estos términos es justamente para obligarnos a encarar directamente el problema moral, no para pensar el modo de sortearlo.
 Algunos sostendrán que hay ocasiones en las que es imposible hacer lo correcto. Resulta reprobable tanto hacer algo como no hacerlo; la inmoralidad es inevitable. En tales circunstancias, deberíamos optar por lo menos malo. Ello nos permite afirmar al mismo tiempo que Sacks hace lo mejor que puede y que obra mal. Pero esta solución se limita a suscitar un problema diferente. Si Sacks hizo lo mejor que podía hacer, ¿cómo culparle o castigarle por lo que hizo? Y, si no merece ser culpado ni castigado, seguramente no hizo nada malo.
 Tal vez la respuesta sea entonces que es posible que una acción sea mala pero su autor esté libre de culpa. Lo que hizo estaba mal, pero no obró mal al hacerlo. Lógicamente, resulta consistente. Ahora bien, ¿refleja la complejidad del mundo o se trata de una contorsión sofística para justificar lo injustificable? 
 La alternativa pasa por sostener que el fin no justifica los medios. Sacks debería negarse. Morirá y la prisionera sufrirá más, pero se trata de la única opción moral a su alcance. Puede que Sacks preserve de este modo su integridad, pero ¿es ése un fin más noble que el de salvar vidas y aliviar el sufrimiento?»
 

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