“Sombra de Darío: Fieles entre los fieles, camaradas, ancianos
persas, ¿qué le ocurre a Persia? Gime, se hiere el pecho, se abre el suelo. Y
al ver junto a mi túmulo a mi esposa, temo, y con gusto acojo sus ofrendas. Mas
vosotros, de pie, junto a mi tumba entonáis cantos lúgubres; con gritos que de
la tumba llaman a los muertos, me conjuráis de un modo lastimero. Mas no es
fácil salir y, a más, los dioses de abajo a asir están más inclinados que a
soltar. Pero yo, mis privilegios he puesto en juego y aquí estoy. ¡Deprisa! No
tengan que afearme mi tardanza. ¿Qué nuevo mal gravita sobre Persia?
Coro. Estrofa 1ª: No me atrevo a mirarte cara a cara, y no me
atrevo a hablar en tu presencia, por el respeto antiguo que te tengo.
Sombra: Pues que vine de abajo oyendo tus lamentos, no con largos
discursos, sino en forma concisa dilo todo y descuida el respeto que te
impongo.
Coro. Antístrofa 1ª: Temo cumplir tus deseos, temo hablar en tu
presencia contando cosas duras a quien quiero.
Sombra: Si tu antiguo respeto ha de ser un obstáculo, tú, noble
esposa mía, compañera de lecho, pon fin a tus gemidos y a tus lamentos y habla.
Humanas son las penas que alcanzan a los hombres: a miles del mar, a miles de
la tierra asalta al hombre, los pesares, si su vida se alarga.
Reina: ¡Oh, tú, varón, que a todos en dicha has superado! Pues
que, mientras vivías, envidiado de todos los persas, una vida feliz, cual dios,
llevaste. Y ahora yo te envidio porque has muerto sin ver este abismo de penas.
Pues vas a oír, Darío, en forma bien concisa, todo nuestro infortunio. ¡Todo el
imperio persa ha sido aniquilado!
Sombra: ¿Fulminado de peste, o por guerra intestina?
Reina: No, no; toda su hueste se ha hundido junto a Atenas.
Sombra: Dime cuál de mis hijos se fue allá en son de guerra.
Reina: El impetuoso Jerjes, vaciando el continente.
Sombra: Y esa loca aventura, ¿tentóla a pie o en naves?
Reina: De ambas formas: su hueste tenía doble frente.
Sombra: ¿Y cómo tan gran hueste pudo cruzar las aguas?
Reina: Con astucia, echando un puente sobre el Helesponto.
Sombra: ¿Y pudo de esta forma obturar el gran Ponto?
Reina: Así fue, y algún demon le ayudó en su designio.
Sombra: Grande sería el demon para hacer tal locura.
Reina: Puede verse el efecto; causó una gran ruina.
Sombra: ¿Y qué les ha ocurrido, que gimen de esa guisa?
Reina: Hundida, nuestra escuadra perdió a nuestros infantes.
Sombra: ¿Así que el pueblo persa sucumbió ante las lanzas?
Reina: Tanto, que Susa entera llora su falta de hombres.
Sombra: ¡Nuestra estupenda fuerza, nuestro sostenimiento!
Reina: Barrida Bactria entera ha sido, y no habrá anciano…
Sombra: ¡Infeliz! ¡Qué fuerza de aliados ha perdido!
Reina: Dicen que Jerjes, solo, con unos pocos hombres…
Sombra: ¿Cómo ha acabado todo, y dónde? ¿Hay esperanzas?
Reina: …gozoso alcanzó el punto que las dos tierras une.
Sombra: ¿Y llegó a nuestra patria sano y salvo, no es cierto?
Reina: Sí, que hay completo acuerdo; sobre eso no hay discordia.
Sombra: ¡Ah! ¡Cuán presto se han cumplido aquellos vaticinios! De
mi hijo en las espaldas Zeus cargó el cumplimiento. ¡Y yo que confiaba en que
los dioses iban a retrasar su efecto! Mas cuando uno se empeña, los númenes
ayudan y ahora se ha encontrado venero de miserias para quien amo, creo. Mi
hijo, en su ignorancia, con juvenil arrojo la empresa ha realizado: ¡creer que
con cadenas el Helesponto sacro, cual si fuera un esclavo, el Bósforo,
corriente de un dios, parar podría, y cambiar su curso y que, unciendo su nuca,
con grillos bien forjados a golpe de martillo, tendría ingente ruta para su
ingente hueste! ¡Mortal era y creía –en su vana locura- sobre los dioses todos
obtener la victoria, Posidón incluido! ¿No es verdad que mi hijo tiene la mente
enferma? Yo abrigo un temor grande, que esa riqueza mía que tanto me ha costado
en botín se convierta del primero que llegue.
Reina: Tales son las lecciones que el trato con malvados ha
inyectado en el alma del impetuoso Jerjes. Decían que tu inmensa fortuna con tu
lanza para tus descendientes ganaste y que él, en cambio, preso de cobardía
manejaba la pica en su casa tan solo, sin aumentar en nada la fortuna paterna.
Día a día escuchando de labios de malvados reproches parecidos, contra Grecia
decide mandar bélica hueste.
Sombra: Ellos han sido, pues, los que han causado este desastre
inmenso, inolvidable que esta ciudad de Susa ha despoblado como nunca otro
igual lo consiguiera desde el día en que Zeus, el señor nuestro, nos concediera
el privilegio inmenso de que un solo monarca sobre el Asia con su cetro de jefe
gobernara”.
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