miércoles, 12 de octubre de 2016

"Flor nueva de romances viejos".- Ramón Menéndez Pidal (1869-1968)


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Romance de Abenámar y el rey don Juan
 
 “-¡Abenámar, Abenámar, / moro de la morería,
El día que tú naciste / grandes señales había!
Estaba la mar en calma, / la luna estaba crecida;
Moro que en tal signo nace, / no debe decir mentira.
-No te la diré, señor, / aunque me cueste la vida.
-Yo te agradezco, Abenámar, / aquesta tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos? / ¡Altos son y relucían!
-El Alhambra era, señor, / y la otra, la Mezquita;
Los otros, los Alixares, / labrados a maravilla.
El moro que los labraba / cien doblas ganaba al día,
Y el día que no los labra / otras tantas se perdía;
Desque los tuvo labrados, / el rey le quitó la vida
Porque no labre otros tales / al rey del Andalucía.
El otro es Torres Bermejas, / castillo de gran valía;
El otro Generalife, / huerta que par no tenía.
Allí hablara el rey don Juan, / bien oiréis lo que decía:
-Si tú quisieras, Granada, / contigo me casaría;
Darete en arras y dote / a Córdoba y a Sevilla.
-Casada soy, rey don Juan, / casada soy, que no viuda;
El moro que a mí me tiene / muy grande bien me quería.
Hablara allí el rey don Juan, / estas palabras decía:
-Échenme acá mis lombardas / doña Sancha y doña Elvira;
Tiraremos a lo alto, / lo bajo ello se daría.
El combate era tan fuerte / que grande temor ponía.

 Romance del prisionero

Que por mayo, era por mayo, / cuando hace el calor,
Cuando los trigos encañan / y están los campos en flor,
Cuando canta la calandria / y responde el ruiseñor,
Cuando los enamorados / van a servir al amor;
Sino yo, triste, cuitado, / que vivo en esta prisión,
Que ni sé cuándo es de día / ni cuándo las noches son,
Sino por una avecilla / que me cantaba al albor.
Matómela un ballestero; / dele Dios mal galardón. 

El infante Arnaldos

¡Quién hubiera tal ventura / sobre las aguas del mar
Como hubo el infante Arnaldos / la mañana de san Juan!
Andando a buscar la caza / para su falcón cebar,
Vio venir una galera / que a tierra quiere llegar;
Las velas trae de sedas, / la ejarcia de oro torzal,
Áncoras tiene de plata, / tablas de fino coral.
Marinero que la guía, / diciendo viene un cantar,
Que la mar ponía en calma, / los vientos hace amainar;
Los peces que andan al hondo, / arriba los hace andar,
Las aves que van volando, / al mástil vienen  posar.
Allí habló el infante Arnaldos, / bien oiréis lo que dirá:
-Por tu vida, el marinero, / dígasme ora ese cantar.
Respondiole el marinero, / tal respuesta le fue a dar:
-Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va.

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