domingo, 23 de octubre de 2016

"Summa poética".- Nicolás Guillén (1902-1989)


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 El apellido (elegía familiar)
  I
 "Desde la escuela / y aun antes… Desde el alba, cuando apenas
Era una brizna yo de sueño y llanto, / desde entonces,
Me dijeron mi nombre. Un santo y seña / para poder hablar con las estrellas.
Tú te llamas, te llamarás… / Y luego me entregaron
Esto que veis escrito en mi tarjeta, / esto que pongo al pie de mis poemas:
Catorce letras / que llevo a cuestas por la calle,
Que siempre van conmigo a todas partes. / ¿Es mi nombre, estáis ciertos?
¿Tenéis todas mis señas? / ¿Ya conocéis mi sangre navegable,
Mi geografía llena de oscuros montes, / de hondos y amargos valles
Que no están en los mapas? / ¿Acaso visitasteis mis abismos,
Mis galerías subterráneas / con grandes piedras húmedas,
Islas sobresaliendo en negras charcas / y donde un puro chorro
Siento de antiguas aguas / caer desde mi alto corazón
Con fresco y hondo estrépito / en un lugar lleno de ardientes árboles,
Monos equilibristas, / loros legisladores y culebras?
¿Toda mi piel (debí decir) / toda mi piel viene de aquella estatua
De mármol español? ¿También mi voz de espanto, / el duro grito de mi garganta?                    
                                                                                                        [  ¿Vienen de allá
Todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces /  de mis raíces y además
Estas ramas oscuras movidas por los sueños / y estas flores abiertas en mi frente
Y esta savia que amarga mi corteza? / ¿Estáis seguros?
¿No hay nada más que eso que habéis escrito, / que eso que habéis sellado
Con un sello de cólera? / (¡Oh, debí haber preguntado!)
Y bien, ahora os pregunto: / ¿no veis estos tambores en mis ojos?
¿No veis estos tambores tensos y golpeados / con dos lágrimas secas?
¿No tengo acaso / un abuelo nocturno
Con una gran marca negra / (más negra todavía que la piel)
Una gran marca hecha de un latigazo? / ¿No tengo pues
Un abuelo mandinga, congo, dahomeyano? / ¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decídmelo!
¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable? / ¿Cómo decís Andrés en congo?
¿Cómo habéis dicho siempre / Francisco en dahomeyano?
En mandinga, ¿cómo se dice Amable? / ¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres?
¡El apellido, entonces! / ¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene
De aquella tierra enorme, el apellido / sangriento y capturado, que pasó sobre el mar
Entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar? / ¡Ah, no podéis recordarlo!
Lo habéis disuelto en tinta inmemorial. / Lo habéis robado a un pobre negro indefenso.
Lo escondisteis, creyendo / que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza.
¡Gracias! / ¡Os lo agradezco!
Gentiles gentes, thank you! / Merci!
Merci bien! / Merci beaucoup!
Pero no… ¿Podéis creerlo? No. / Yo estoy limpio.
Brilla mi voz como un metal recién pulido. / Mirad mi escudo: tiene un baobab,
Tiene un rinoceronte y una lanza. / Yo soy también el nieto,
Biznieto, / tataranieto de un esclavo.
(Que se avergüence el amo). / ¿Seré Yelofe?
¿Nicolás Yelofe, acaso? / ¿O Nicolás Bakongo?
¿Tal vez Guillén Banguila? / ¿O Kumbá?
¿Quizá Guillén Kumbá? / ¿O Kongué?
¿Pudiera ser Guillén Kongué? / ¡Oh, quién lo sabe!
¡Qué enigma entre las aguas!

Balada
Ay, venga paloma, venga / y cuénteme usted su pena.
-Pasar he visto a dos hombres / armados y con banderas;
El uno en caballo moro, / el otro en potranca negra.
Dejaran casa y mujer, / partieran a lueñes tierras;
El odio los acompaña, / la muerte en las manos llevan.
¿A dónde vais?, preguntéles, / y ambos a dos respondieran:
Vamos andando, paloma, / andando para la guerra.
Así dicen y después / con ocho pezuñas vuelan,
Vestidos de polvo y sol, / armados y con banderas,
El uno en caballo moro, / el otro en potranca negra.

Ay, venga, paloma, venga / y cuénteme usted su pena.
-Pasar he visto a dos viudas / como jamás antes viera,
Pues que de una misma lágrima / estatuas parecen hechas.
¿A dónde vais, mis señoras? / pregunté a las dos al verlas.
Vamos por nuestros maridos, / paloma, me respondieran.
De su partida y llegada / tenemos amargas nuevas;
Tendidos están y muertos, / muertos los dos en la hierba,
Gusanos ya sobre el vientre / y buitres en la cabeza,
Sin fuego las armas mudas / y sin aire las banderas;
Se espantó el caballo moro, / huyó la potranca negra.
Ay, venga, paloma, venga / y cuénteme usted su pena”.  

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