viernes, 17 de julio de 2015

"Mesa revuelta".- Enrique Jardiel Poncela (1901-1952)


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¿Dan ustedes su permiso? (Charlas de radio)

 "Se echaron hacia atrás en sus sillones, estupefactos. Uno de ellos, el más grueso, se pasó el pañuelo por la frente con angustia.
 -¡No sabe pronunciar!... Jamás he oído nada parecido -gimió.
 -No sé pronunciar, amigos míos. ¿Qué quieren?... Todo es cuestión de costumbre. Acostumbrado a hablar desde niño, yo ahora les podría recitar de cabo a rabo el Martín Fierro. Pero, educado en el silencio, con un abuelo que no pudo nunca decir claramente "espatadanzari" y unos padres que regañaban por carta; en una casa en la que el gato no maullaba por no significarse y en la que durante la mayor parte de las comidas nos pedíamos el salero por señas, reconozcan ustedes que difícilmente podía yo resultar un orador. Me ha ocurrido más; he llegado a algo más grave: no sé pronunciar. Tengo la lengua y los labios tan torpes que, en lugar de marcar distintamente cada sílaba de las palabras, como hace todo el mundo, yo me deslizo suavemente por ellas, como si cada palabra fuese un tobogán. Elijamos una palabra cualquiera un poco larga. Por ejemplo, inadvertidamente. ¿Ustedes cómo pronuncian la palabra inadvertidamente?
 -Inadvertidamente -dijo uno de los directivos.
 -¿Ven ustedes? Pues fíjense en cómo la pronuncio yo a diario. INADVERTIDAMENTE. ¿Qué han entendido ustedes?
 -Mente.
 -Mente. Nada más que "mente". ¡Y gracias! Esto me recuerda el caso de un poeta amigo mío que, oyendo recitar a Berta Singerman el "Responso a Verlaine", de Rubén Darío, al llegar a aquel verso que dice: "que púberes canéforas te ofrenden el acanto", me agarró del brazo y me confesó: "De todo ese verso no entiendo más que "que". Era el mismo que, también durante un recital de la Singerman, al oír aquella estrofa de sor Juana Inés de la Cruz: "vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero porque no muero", exclamó: "¡La gallina!", creyendo que se trataba de una adivinanza. Pero me he apartado de nuestra cuestión, señores directivos, -seguí diciéndoles-. De inadvertidamente, pronunciado por mí como suelo pronunciar a diario, ustedes no han entendido más que "mente". Sé que esto les ha entristecido, pero aún se entristecerán más cuando sepan lo que todavía me falta por declararles, y es que soy incapaz de hablar despacio. Comprueben ustedes cuál es mi velocidad habitual de dicción: "La Tierra y la Luna son los únicos cuerpos que viajan alrededor del Sol. Tenemos también los planetas Mercurio y Venus a distancias de 36 y 37 millones de millas, y más allá de la órbita de la Tierra, los planetoides Marte, Júpiter, Urano, Saturno y Neptuno, los cuales también forman parte del sistema solar central al que pertenecemos los humanos..." ¿Qué les parece a ustedes? 
 -Un record de velocidad.
 -Exactamente, un record de velocidad. Soy -y bien que lamento serlo- el Patricio Campbell de la conversación. ¿Y han comprendido ustedes algo de lo que he dicho en este párrafo?
 -Absolutamente nada.
 -Esa respuesta me hace feliz. Veo que, al no entenderme ustedes, empezamos a entendernos.
 Los directivos estaban cada vez más descorazonados. Uno de ellos me preguntó, perplejo:
 -Pero y hablando de esa manera, ¿cómo se las arregla usted para vivir?
 -Muy mal, lo confieso. En las tiendas, cuando doy el nombre para que me lleven las compras a casa, sudamos tinta el dependiente y yo. El dependiente se dispone a manejar el lápiz, moviendo la mano como si nadara, según la vieja costumbre de los dependientes de tiendas, e indaga:
 -¿Su gracia de usted?
 -ENRIQUE JARDIEL PONCELA.
 -¿Cómo?
 -ENRIQUE JARDIEL PONCELA.
 -Antonio, ¿verdad?
 -ENRIQUE.
 ¡Ah! Emilio, muy bien. ¿Y los apellidos?
 -JARDIEL PONCELA.
 -Jover Tarantela.
 -JARDIEL PONCELA.
 -¿Garbié?
 -JARDIEL.
 -¡Ah! Jardiez. ¿Con zeta?
 -Con ele.
 -¿Cómo con ele?
 -Que Jardiel, con ele.
 -Diga el segundo.
 -¿Qué segundo?
 -El segundo apellido. Me dijo Conceda.
 -Es con pe.
 -¿Con pe?
 -Jardiez con pe es Pardiez; que eso es una exclamación antigua.
 -¿Entonces? ¿Pancesa Gabiera? ¿O Jezer Gomiés?
 -Ponga usted Martínez.
 Y ésa es la única manera de resolver el conflicto provocado por mi pronunciación infernal".  

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