lunes, 20 de julio de 2015

"Almas muertas".- Nikolái Gógol (1809-1852)


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Primera parte: Capítulo XI

 "Ahora, pues, se empeñó en entrar en Aduanas, y no paró hasta que lo hubo conseguido.
 En el nuevo cargo desplegó un celo extraordinario. Era como si estuviese escrito que había de ser funcionario de Aduanas. No se había visto, ni se había oído siquiera, una disposición y una perspicacia como las suyas. En tres o cuatro semanas se había impuesto de tal manera en los asuntos, que conocía absolutamente todo: ni siquiera se molestaba en pesar y medir, sino que por la factura determinaba cuántas varas de paño o de hilo había en cada pieza; con sólo coger un paquete era capaz de decir cuántas libras pesaba. En lo que se refiere a los riesgos, según decían sus mismos compañeros, tenía un olfato de perro: era motivo de asombro la paciencia que derrochaba para tocar cada botón y la perspicacia, la terrible sangre fría y la amabilidad con que trataba a todos.
 Y mientras la persona que sufría el registro perdía los estribos y sentía el siniestro deseo de dar unas bofetadas en tan agradable rostro, él, imperturbable y correcto, se limitaba a decir:
 -Perdóneme la molestia, ¿tiene la bondad de ponerse de pie?
 O bien:
 -¿Será tan amable la señora que pase a la habitación vecina? La esposa de uno de nuestros funcionarios se explicará con usted.
 O bien:
 -Permítame que con esta navajita descosa un poco el forro de su capote.
 Diciendo esto, sacaba de allí chales y pañuelos con la misma sangre fría que si lo hiciera de su propio baúl. Hasta los jefes decían que era un verdadero diablo: encontraba cosas en las ruedas y en las varas de los coches, en las orejas de los caballos y en sitios donde a ningún autor se le habría ocurrido pensar siquiera y donde únicamente se les permite fisgar a los funcionarios de Aduanas. El pobre viajero que cruzaba la frontera pasaba varios minutos antes de reponerse, secándose el sudor que le cubría todo el cuerpo; se persignaba y decía:
 -Pues sí.
 Se encontraba en una situación parecida a la del colegial que sale del despacho donde el director le llamó para leer la cartilla y que, en vez de esto, de la manera más inesperada, le propina una paliza. No tardó en hacer la vida imposible a los contrabandistas. Era el terror y la desesperación de todos los judíos polacos. Su honradez parecía algo fuera de lo natural; era incorruptible y no había manera de sobornarlo. Ni siquiera quiso reunir un pequeño capitalito con las distintas mercancías confiscadas y objetos que no pasaban a Hacienda para evitar el papeleo que eso llevaría consigo.
 Tal celo y desinterés no podían por menos de despertar el asombro general y de llegar a conocimiento de la superioridad. Fue ascendido y seguidamente presentó un proyecto para acabar con todos los contrabandistas, pidiendo tan sólo los medios necesarios para llevar a cabo la operación él mismo. Inmediatamente pusieron a sus órdenes los hombres requeridos y le concedieron plenos poderes para realizar toda clase de pesquisas. Era lo único que quería.
 Por aquel tiempo se había constituido una banda de contrabandistas que operaba con todas las de la ley; la atrevida empresa prometía un beneficio de millones de rublos. Chíchikov estaba al corriente de todos sus pasos y hasta había rechazado los intentos que se hicieron para sobornarlo, limitándose a decir secamente:
 -Es temprano.
 En cuanto se le concedieron plenos poderes, lo hizo saber a la sociedad, anunciando:
 -Ya es hora.
 El cálculo era exacto. En un año podía ganar lo que no sacaría en veinte años de los más celosos servicios. Antes no quería tener relación alguna con los contrabandistas, porque no era más que un simple peón y no habría percibido gran cosa, pero ahora... Ahora era completamente distinto: podía dictar sus condiciones. A fin de salvar obstáculos, se ganó la voluntad de otro funcionario, amigo suyo, que no supo resistir a la tentación a pesar de que su pelo era blanco. Se fijaron las condiciones y la sociedad empezó a operar.
 El comienzo de las operaciones fue brillante. El lector habrá oído sin duda la tan repetida historia del ingenioso viaje de las ovejas de España que cruzaron la frontera con pieles dobles llevando encajes de Brabante por valor de un millón de rublos".

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