martes, 14 de julio de 2015

"La consolación de la filosofía".- Boecio (480-524/525)


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Libro cuarto. Prosa cuarta.

  "3.-Porque, en efecto, y esto te parecerá increíble, los malvados son necesariamente más desgraciados cuando llegan a realizar sus intentos que cuando se ven privados de satisfacer su pasión.
 4. Pues si es lamentable tener el deseo del mal, lo es más todavía disponer de facultades para realizar el mal deseo.
 5. Y así, puesto que a cada instante acompaña su desgracia, es forzoso concluir que los malvados son atormentados por triple infortunio: porque primero desean, después se sienten capaces, y por último cometen el crimen. [...]
 9. Entiendo que la desgracia de los malos sería inmensa si no los detuviera la muerte en su camino; pues si hemos llegado a la conclusión de que la maldad es un infortunio, claro es que éste sería infinito si la perversidad durase eternamente. [...]
 12. No menos extraño juzgarás lo que voy a decirte; pero después de lo ya probado, tendrás que admitirlo.
 13.-¿Qué es ello?
 -Los malvados son más dichosos si sufren el castigo de sus crímenes que si escapan al rigor de la justicia.
 14. Y no trato precisamente de demostrar, como podría creerse a primera vista, que a los malos los corrige la sanción y los vuelve al buen camino el temor del suplicio, siendo un escarmiento para los demás que así huirán de lo culpable; es otro el concepto bajo el que considero más desgraciado al perverso impune, sin tener en cuenta su enmienda ni la ejemplaridad del castigo.
 15.-¿Y cuál es ese aspecto?
 -¿No hemos convenido en que los buenos son felices y los malos son desgraciados? 
 -Sí.
 16.-Luego, si la desgracia de uno se ve mitigada por un bien, ¿no será su suerte más llevadera que la de otro cuyo mal sea total y absoluto, sin nada que lo atenúe?
 -Así parece.
 17.-Y si ese mismo infortunado, ya privado de todo bien, ve sumarse una nueva miseria a las que lo hacen desgraciado, ¿no se ha de tener por mucho más miserable que aquél cuya desgracia está aliviada por la participación de un bien?
 18.-¿Y por qué no?
 -Los malos, al ser castigados, participan de un bien que es su castigo, el cual consiste en la aplicación de la justicia; si logran esquivar la pena, les sobreviene un nuevo mal, que es la impunidad, verdadero mal, como tú sabes, porque es una injusticia.
 19.-No puedo negarlo
 -Luego, los malvados son mucho más desgraciados cuando quedan impunes, porque ello es una injusticia, que cuando se someten al justo castigo. [...]
 24. [...] De donde se deduce que el malvado es más desgraciado cuando se aprovecha de una impunidad injusta que cuando sufre una sanción equitativa.
 25. Concluiremos, pues, que cuando se cree que los malvados están libres de todo castigo, en realidad, se ven oprimidos del suplicio más agobiador. [...]
 32. Menos aún aceptarán otra verdad que se apoya en sólidos fundamentos, a saber, que los que cometen una injusticia son aún más desgraciados que los que la soportan.
 33.-Me gustaría saber las razones en que apoyas tu aserto.
 -¿Negarás que todo malvado merece castigo?
 -De ningún modo.
 34.-Pero es cosa evidente que los malvados son desgraciados.
 -Indudable.
 -Luego, el que merece castigo es desgraciado, ¿no es así?
 -Sí, por cierto.
 35.-Por lo tanto, si a ti te tocara juzgar, ¿a quién creerías merecedor del castigo, al que injurió o al que sufrió la injuria?
 -No hay lugar a duda: haría que se diera satisfacción al injuriado y se castigara al ofensor.
 36.-Es decir, ¿que te parecería más desgraciado el autor de la injuria que la víctima?
 37.-Seguramente.
 -Pues, por esta razón y por otras que reconocen la misma base, esto es, la desgracia que consigo lleva la maldad, el infortunado no es el que recibe una injuria, sino el que la infiere.
 38. No obstante, los abogados proceden al contrario; porque procuran mover a los jueces a favor de los que han sufrido ofensa grave, cuando en realidad es más digno de compasión el culpable, el cual debería ser tratado con clemencia y dulzura por los acusadores y no con indignación, presentándolo ante el tribunal como un enfermo ante el médico, a fin de que el castigo lo librara de su dolencia moral. [...]
 41. Por eso los sabios no pueden concebir el odio: a los buenos nadie sino un loco puede aborrecer; odiar a los malos no es en manera alguna razonable". 

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