viernes, 10 de julio de 2015

"Alas rotas".- Khalil Gibran (1883-1931)


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VII.- Ante el trono de la muerte

 "Farris Efendi hizo un débil movimiento y extendió la temblorosa mano hacia Selma, y con la voz vibrante de ternura y amor, le dijo: "Toma mi mano, hija mía". Selma hizo lo que su padre le pedía, y el anciano dijo: "He vivido lo suficiente y he disfrutado de los frutos de las estaciones. He experimentado todas las fases de la vida con ecuanimidad. Perdí a tu madre cuando tenías tres años y te dejó como un preciado tesoro en mis manos. Te vi crecer y tu rostro reprodujo las facciones de tu madre como las estrellas se reflejan en un estanque de aguas tranquilas. Tu carácter, tu inteligencia y tu belleza son los de tu madre; hasta tu manera de hablar y tus gestos y ademanes. Has sido mi único consuelo en esta vida porque fuiste la imagen de tu madre en palabras y actos. Ahora, estoy viejo, y el único reposo para mí está en las suaves alas de la muerte. Consuélate, hija mía, porque he podido vivir hasta verte convertida en mujer. Sé feliz, porque viviré en ti después de mi muerte. Mi partida de hoy no será diferente de mi partida de mañana u otro día cualquiera, porque nuestros días son caducos cual las hojas de otoño. La hora de mi muerte se aproxima a grandes pasos y mi alma ansía unirse al alma de tu madre".
 Al pronunciar estas palabras dulce y amorosamente, la faz del anciano estaba radiante de gozo. Luego, el anciano sacó de debajo de la almohada un pequeño retrato enmarcado en oro. Con los ojos en el retrato, el agonizante le dijo a su hija: "Ve a tu madre, hija mía, en este retrato".
 Selma se enjugó las lágrimas y después de contemplar largo rato la foto, la besó varias veces y volvió a llorar. Y exclamó: "¡Madre mía, amada madre mía!" Luego, volvió a posar los labios en el retrato, como si quisiera imprimir el alma en esa imagen.
 La más bella palabra en labios de los seres humanos es la palabra madre y el llamado más dulce es madre mía. Es una palabra llena de esperanza y de amor; una dulce y amable palabra que surge de las profundidades del corazón. La madre lo es todo; es nuestro consuelo en la tristeza, nuestra esperanza en el dolor y nuestra fuerza en la debilidad. Es la fuente del amor, de la misericordia, de la conmiseración y del perdón. Quien pierde a su madre pierde a una alma pura que bendice y custodia constantemente al hijo.
 Todo en la Naturaleza habla de la madre. El Sol es la madre de la Tierra, y le da su alimento de calor; nunca deja al universo por las noches sin antes arrullar a la Tierra con el canto del mar y con el himno que entonan las aves y los arroyos. Y la tierra es la madre de los árboles y de las flores. Les da vida, los cuida y los amamanta. Los árboles y las flores se vuelven madres de sus grandes frutos y de sus semillas. Y la madre, el prototipo de toda existencia, es el espíritu eterno, lleno de belleza y amor.
 Selma Karamy no conoció a su madre pero lloró al ver la fotografía de su progenitora, y exclamó: ¡Madre mía! La palabra madre está oculta en nuestros corazones y acude a nuestros labios en horas de tristeza y en horas de felicidad, como el perfume que emana del corazón de la rosa y se mezcla con el aire diáfano así como con el aire nebuloso.
 Selma contempló la imagen de su madre y la besó muchas veces hasta que, exhausta, se dejó caer en el lecho de su padre".

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