Acto primero. Escena tercera
Cintio: Temolo, ¿qué te parece ese astrólogo, o nigromante, quiero decir?
Temolo: Creo que es zorro viejo.
Cintio: Aquí está Fazio; le estaba preguntando a éste qué opina de nuestro astrólogo.
Temolo: Digo que me parece zorro viejo.
Cintio: Y a vos, Fazio, ¿qué os parece?
Fazio: Lo estimo hombre de gran astucia y mucha doctrina.
Temolo: ¿Docto en qué ciencia?
Fazio: En las artes que se llaman liberales.
Cintio: Pero creo que también en el arte de la magia sabe todo lo que se puede saber y que no tiene igual en el mundo.
Temolo: ¿Qué sabéis vos de eso?
Cintio: Su criado me cuenta cosas milagrosas de él.
Temolo: Hacednos oír esos milagros, si Dios os ayuda.
Cintio: Me dice que a su antojo hace resplandecer la noche y oscurecerse el día.
Temolo: También yo sé hacer lo mismo.
Cintio: ¿Cómo?
Temolo: Si de noche enciendo la luz y de día cierro las ventanas.
Cintio: ¡Anda, gran borrego! Te digo que extingue el sol y hace resplandecer la noche en todo el mundo.
Temolo: Entonces los boticarios tendrían que darle un buen salario.
Fazio: ¿Por qué?
Temolo: Porque puede hacer que suba y baje el precio de la cera y del aceite cuando le parezca. Y, ¿sabe hacer algo más?
Cintio: Hace que la tierra se mueva cuando quiere.
Temolo: Yo también la muevo a veces, si pongo o quito el puchero del fuego o cuando busco, a oscuras, si queda alguna gota de vino en el jarro, entonces la muevo.*
Cintio: ¿Te lo tomas a broma y crees estar oyendo patrañas? Pues ¿qué dirás de esto: que se vuelve invisible cuando le place?
Temolo: ¿Invisible? ¡Lo habéis visto vos, amo, alguna vez?
Cintio: ¡Animal! ¿Cómo se le puede ver si se vuelve invisible?
Temolo: ¿Qué más sabe hacer?
Cintio: Cuando quiere, sabe transformar a hombres y mujeres en distintos animales, tanto aves como cuadrúpedos.
Temolo: Eso no es un milagro, se ve todos los días.
Fazio: ¿Dónde se ve?
Temolo: En nuestra población.
Cintio: No prestéis oído a su charlatanería porque se está mofando de nosotros.
Fazio: Yo quiero saberlo, cuéntanos cómo.
Temolo: ¿No reparáis en que apenas uno llega a corregidor, comisario, proveedor, aduanero, juez, notario o pagador de salarios, abandona las costumbres humanas y adopta las de lobo, zorro, o cualquier ave de presa?
Fazio: Eso es cierto.
Temolo: Y en el momento en que uno de ínfima condición llega a consejero o secretario y tiene el deber de mandar a otros ¿no es cierto que también se convierte en un asno?
Fazio: Muy cierto.
Temolo: Por no hablar de muchos que se convierten en cabrones.
Cintio: Temolo, ésa no es forma de hablar.
Temolo: Pues pésima es también la vuestra, que me presenta patrañas por verdades.
Cintio: ¿Conque, no quieres creer que ése hace tales experimentos?
Temolo: Al contrario, voy a creeros que todavía los hace mayores, cuando con simples palabras y sin haber demostrado el menor poder mágico, puede sacarle a Máximo ya sea dinero ya sea bienes. ¿Podría, pues, existir prueba más milagrosa que ésta?
Cintio: Bromeas y adrede no contestas.
Temolo: Decid verdades o cosas que, por lo menos, puedan creerse y os contestaré como conviene".
*Porque el puchero y el jarro son de barro.
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