domingo, 12 de julio de 2015

"Fragmentos de noches romanas".- Pier Paolo Pasolini (1922-1975)


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 "Arnardo fue visto por Cacarella una noche de falsa tibieza precisamente al final del Puente Garibaldi. Lo siguió con todo lo ridículo del caso a plena luz.
 Arnardo dobló por una calleja, y hurgando con la punta del pie en un montón de basura, preguntó: "¿Me dice la hora que es, por favor?"
 Eran exactamente las diez menos cinco, y el poseedor del reloj, y del tiempo, se lo comunicó. Después siguieron las frases, no del todo sacramentales... En realidad, Arnardo -quizá por la exorbitante capacidad de expresión del inusitado gilipollas- empezó a preguntar tartamudeando precisiones... sí... se trataba sólo de ir de paseo... de estar juntos... "Si quieres venir sólo de paseo -respondió el otro cándidamente-, bien... pero si quisieras concederme algún otro favor, mejor. Me harías el hombre más feliz de la tierra."
 Y así Arnardo se dispuso a hacerlo el hombre más feliz de la tierra.
 [...] Llegado a casa, empezó en seguida a aclararse. He aquí, en cursiva, las aclaraciones:
 
 La oferta.
 -¿Reirás como en un día del cuarenta y cinco -cuando no te conocía- con tu rostro de comparsa, con tu rostro romano degeneradamente rubio...? En el fondo de la garganta impura tienes la feroz seriedad del destino de un casto. Te ofreceré mis pulmones, mis entrañas y mis zapatos.
 -En Ostia, medianoche, el carnaval. Cuidado... ahora blasfemo de alegría, pensando que hay una cama donde tú, con tus ojos de oro, tendrás una sonrisa de ahorcado.
 -Te he dado un solo beso, ayer noche, en el Puente Mazzini, pero he besado a toda Roma.
 -Tú lo sabes todo, yo nada. En tus ojos el Trastevere es como un muchacho en una tumba...
 -En Ostia, en Ostia, toda la noche... Cenaremos, solos. Tus ojos cubren el Tirreno; pero ¿por qué ayer noche, al conocernos, estabas casi a punto de llorar?
 -Eres frágil, mi doloroso comparsa, el sol de Roma te ha devorado.
 -La espera de una noche y de un día, para la cita en el lungotevere*, me ha matado. A ti esta noche irá sólo mi sombra, a mendigar un poco de carne.
 -...es tan leve tu espalda... tan pesados tus cabellos... tan pálidos tus ojos... tu rostro tan vulgar... ¡Ah!, un talle estrechado sobre un par de pantalones agotados de miseria y belleza es la más dulce alabanza al creador.
 -Soy una pura llaga, y tú, suelto, por las calles de Roma, perdido y feliz como en la virginidad de tu madre... Yo estoy bañado en sangre y tú, intacto, ¡en el tranvía? ¿En los lungoteveri* vespertinos? ¿En el Farnese? ¿En las callejas donde el asfalto tiene ya un horrendo olor de abril?
 -El tiempo pasa, de diez en diez minutos, 5 y media, 8 y media, si es que estás, si acaso estás... Mi vida está ausente como la calle donde vives. Hemos hablado apenas pero cada palabra creaba el mundo. Y el beso...
 -Multiplica tu misterio por cada calle del Trastevere, por cada exclamación vespertina... por cada gota de una vida vivida por cien mil muchachos romanos, y comprenderás cuánto te amo.
 -No lo sospechas, pero cada bocado, cada sorbo y cada bocanada de humo, en el primer bar, te esculpía en el mármol de tu belleza aún no creada. Y, además, ¿no hablabas? Volviendo un poco la cabeza, con una sonrisa donde la timidez y la corrupción luchaban en el avellana de tus ojos... Vi sucumbir la timidez y la corrupción reinar estúpida de indiferencia, vi sucumbir la corrupción, y la timidez reinar en el avellana de las lágrimas.
 
 Post amorem.
 -San Paolo -los pinos melancólicos de latinidad, contra un horizonte carbonizado por la luna. Entre cañas y hierba sucia, bajo un terraplén orientado a Etruria, tu traje apestaba a vagón, tu fascinación cedía. Y tú tenías miedo. Y en realidad me has dicho con ojos trémulos: "Ya no me quieres, lo comprendo por tu mirada". Pero yo te volví a abrazar, porque seguías siendo un milagro, está bien.
 -Mi sombra llegó al final del Puente Mazzini cuando ya el viento estaba lleno de tu ausencia. Ya no había amor, sino sangre. Has encontrado un comprador muerto. San Paolo... las estrellas que tú con dulzura imprevisible has admirado... el terraplén sobre el que pasaban sombras voseantes y alarmantes... Los papeles se habían invertido: ahora eras tú el que mendigabas. Sentías tu miseria como yo había sentido tu belleza".
 
 
*Lungotevere: "a lo largo del Tíber", designa las avenidas de Roma que corren pegadas al río.

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