viernes, 24 de julio de 2015

"La condición humana".- André Malraux (1901-1976)


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Parte tercera. 29 de Marzo

 "-¿Cuáles son las instrucciones actuales?
 -Reforzar el núcleo comunista del ejército de hierro. No podemos ayudar a un platillo de la balanza en contra del otro. No constituimos una fuerza por nosotros mismos. Los generales que combaten aquí con nosotros odian tanto a los soviets y al comunismo como Chiang Kaishek. Lo sé y lo veo, en fin... todos los días. Toda contraseña comunista los lanzará contra nosotros. Y, sin duda, los conducirá a una alianza con Chiang. La única cosa que podríamos hacer es derribar a Chiang sirviéndonos de ellos. Luego, a Fen-Yu-Shiang, de la misma manera, si fuese preciso. Como hemos derribado, en fin, a los generales a quienes hemos combatido hasta ahora, sirviéndonos de Chiang. Porque la propaganda nos proporciona tantos hombres como la victoria les reporta a ellos. Ascenderemos al par que ellos. Por eso, lo esencial es ganar tiempo. La Revolución no puede mantenerse, en fin, bajo su forma democrática. Por su naturaleza misma, debe hacerse socialista. Hay que dejarla obrar. Se trata de hacerla parir. Y no de hacerla abortar.
 -Sí; pero, en el marxismo, existe el sentido de una fatalidad y la exaltación de una voluntad. Cada vez que la fatalidad pasa por delante de la voluntad, desconfío.
 -Una consigna puramente comunista, hoy conduciría a la unión, en fin, inmediata de todos los generales contra nosotros: 200.000 hombres contra 20.000. Por eso, tenéis que arreglaros en Shanghái con Chiang Kaishek. Si no hay otro medio, entregad las armas.
 -Para eso no merecía la pena intentar la Revolución de octubre. ¿Cuántos eran los bolcheviques?
 -La consigna de "la paz" nos facilitó las masas.
 -Hay otras consignas.
 -Prematuras. ¿Y cuáles?
 -Supresión total, inmediata, de los arrendamientos y de los créditos. La revolución campesina, sin combinaciones ni reticencias.
 Los seis días que había empleado en remontar el río habían confirmado a Kyo en su pensamiento: en aquellas ciudades de arcilla, fijas sobre los confluentes desde milenios, los pobres seguirían tan bien al campesino como al obrero.
 -El campesino sigue siempre -dijo Vologuin- o al obrero, o al burgués. Pero sigue.
 -No; un movimiento campesino no dura más que aferrándose a las ciudades y está visto que los campesinos solos no pueden hacer más que una sublevación popular. Pero no se trata de separarlos del proletariado: la supresión de los créditos es una consigna de combate, la única que puede movilizar a los campesinos.
 -En una palabra: el reparto de tierras -dijo Vologuin.
 -Más concretamente: muchos campesinos muy pobres son propietarios, pero trabajan para el usurero. Todos lo saben. Por otra parte, es preciso, en Shanghai, atraerse lo más pronto posible los guardias de las uniones obreras. No dejarlos desarmar bajo ningún pretexto. Crear nuestra fuerza frente a la de Chiang Kaishek. 
 -En cuanto esa consigna se conozca, quedamos aplastados.
 -Entonces lo seremos de todas maneras. Las consignas comunistas siguen su camino, incluso cuando las abandonamos. Bastan unos discursos para que los campesinos deseen las tierras y no bastarán unos discursos para que no las deseen. O debemos aceptar el participar en la represión con las tropas de Chiang Kaishek, ¿no te parece?, y comprometernos definitivamente, o deberán aplastarnos, quieran o no.
 -Todo el mundo en Moscú está de acuerdo en que será preciso romper, al fin. Pero no tan pronto.
 -Entonces, si, ante todo, se trata de ser astutos, no hay que entregar las armas. Entregarlas es entregar a los compañeros.
 -Si siguen las instrucciones, Chiang no se moverá.
 -Que las sigan o no, eso no cambiará nada. El Comité, Katow y yo mismo hemos organizado la guardia obrera. Si pretendéis disolverla, todo el proletariado de Shanghai creerá en la traición.
 -Entonces, dejadla desarmar.
 -Las Uniones Obreras se organizan en todas partes por sí mismas, en los barrios pobres. ¿Vais a suprimir los sindicatos en nombre de la Internacional?"

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