Capítulo XI
"Pocos podían jactarse de conocer la casa del Provisor de arriba abajo; casi nadie había visto más que el vestíbulo, la escalera, un pasillo, la antesala y el salón de cortinaje verde y sillería con funda de tela gris; y aun el salón medio se veía porque estaba poco menos que a oscuras.
Uno de los argumentos que empleaban los que defendían la honradez del Provisor consistía en recordar la modestia de su ajuar y de su vida doméstica.
Justamente se había hablado de esto la tarde anterior en el Espolón, en un corrillo de murmuradores, clérigos unos, seglares otros.
-Entre su madre y él puede que no gasten doce mil reales al año -decía muy serio Ripamilán, el venerable Arcipreste-. Él viste bien, eso sí, con elegancia, hasta con lujo, pero conserva mucho tiempo la ropa, la cuida, la cepilla bien, y esta partida del presupuesto viene a ser insignificante. Recuerden ustedes, señores, lo que nos duraba un sombrero de teja en los ominosos tiempos en que no nos pagaba el Gobierno. Y en lo demás, ¿qué gastan? Doña Paula, con su hábito negro de Santa Rita, total estameña, su mantón apretado a la espalda y su pañuelo de seda para la cabeza, bien pegado a las sienes, ya está vestida para todo el año. ¿Y comer? Yo no les he visto comer, pero todo se sabe; el catedrático de Psicología, Lógica y Ética, que saben ustedes que es muy amigo mío, aunque partidario de no sé qué endiablada escuela escocesa, y que se pasa la vida en el mercado cubierto, como si aquello fuese la Stoa o la Academia, pues ese filósofo dice que jamás ha visto a la criada del Provisor comprar salmón, y besugo sólo cuando está barato, muy barato. Pues ¿y la casa? La casa, todos ustedes lo saben, es una cabaña limpia, es la casa de un verdadero sacerdote de Jesús. Lo mejor es lo que conocemos todos, el salón: ¡y válgate Dios qué salón! A la moda del rey que rabió: solemne, pulcro, eso sí; ¡pero qué de trampas tapa aquella oscuridad! ¿Quién nos dice que las sillas de damasco verde no tienen abiertas las entrañas? ¿Las han visto ustedes alguna vez sin funda? ¿Y la consola panzuda, antiquísima, de un dorado que fue, con su reloj de música sin música y sin cuerda? Señores, no se me diga: el Magistral es pobre, y cuanto se murmura de cohechos y simonías es infame calumnia.
-Todo eso es verdad -contestó Foja, el ex alcalde usurero, que estaba presente siempre en conversaciones de este género. Parecía ubicuo para murmurar-. No se puede negar que viven como miserables, pero lo mismo hace el señor Carraspique, y ése es millonario. Los avaros siempre son los más ricos. Para tener dinero, tenerlo. Doña Paula esconde su gato, ¡un gatazo! ¿Y las casas que compra el Magistral por esos pueblos? ¿Y las fincas que ha adquirido doña Paula en Matalerejo, en Toraces, en Cañedo, en Somieda? ¿Y las acciones del Banco?
-¡Calumnia, pura calumnia! Usted no ha visto las escrituras; usted no ha visto las pólizas; usted no ha visto nada...
-Pero sé quién lo ha visto.
-¿Quién?
-¡El mundo entero! -gritó don Santos Barinaga, que siempre acudía a maldecir de su mortal enemigo el Provisor-. ¡El mundo entero! Yo, yo... ¡Si yo hablara!... ¡Pero ya hablaré!
-¡Bah, bah, bah!, don Santos; usted no puede ser juez ni testigo en este proceso.
-¿Por qué?
-Porque usted aborrece al Magistral.
-Claro que sí... -Y enseñaba los puños apretados-. ¡Y ya me las pagará!
-Pero usted le aborrece por aquello de "quién es tu enemigo? El de tu oficio". Usted vende objetos de culto: cálices, patenas, vinajeras, lámparas, sagrarios, casullas, cera y hasta hostias...
-Sí, señor; y a mucha honra, señor Arcipreste.
-Hombre, eso ya lo sé; pero usted vende eso y...
-¡Hola, hola! -interrumpió Foja-. Preciosa confesión. ¡Dato precioso! Don Cayetano confiesa que don Santos y don Fermín son enemigos porque son del mismo oficio. Luego reconoce el eminente Ripamilán que es cierto lo que dice el mundo entero: que, contra las leyes divinas y humanas, el Magistral es comerciante, es el dueño, el verdadero dueño de La Cruz Roja, el bazar de artículos de iglesia, al que por fas o por nefas todos los curas de todas las parroquias del obispado han de venir velis nolis a comprar lo que necesitan y lo que no necesitan".
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