lunes, 25 de mayo de 2015

"Los monederos falsos".- André Gide (1869-1951)


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Tercera parte: París. Capítulo XI
 "-Y dígame si no es vergonzoso, miserable... que el hombre haya hecho tanto por obtener razas soberbias de caballos, de ganado, de aves de corral, de cereales y de flores, y que él mismo, por él mismo, siga aún buscando en la medicina un alivio a sus miserias, en la caridad un paliativo, en la religión un consuelo y en la embriaguez el olvido. En el mejoramiento de la raza es en lo que hay que trabajar. Pero toda selección implica la supresión de los anormales y a eso no podría decidirse nuestra sociedad cristiana. Ni siquiera saber asumir la tarea de castrar a los degenerados; que son los más prolíficos. Lo que haría falta no son hospitales, sino yeguadas.
 -¡Caramba!, me agrada usted así, Strouvilhou.
 -Temo que se haya equivocado respecto a mí, hasta hoy, conde. Me ha tomado usted por un escéptico y yo soy un idealista, un místico. El escepticismo no ha producido nunca nada bueno. Por lo demás, ya se sabe adónde conduce... ¡a la tolerancia! Tengo a los escépticos por gente sin ideal, sin imaginación; por unos tontos... Sé perfectamente todas las delicadezas y sutilezas sentimentales que suprimiría la creación de esa humanidad robusta; pero no quedaría aquí nadie para echar de menos esas delicadezas, puesto que se habría suprimido con ellas a los delicados. No se engañe, tengo lo que llaman cultura y sé muy bien que ciertos griegos habían entrevisto mi ideal; por lo menos, me complace imaginarlo y recordar que Core, hija de Ceres, bajó a los Infiernos llena de piedad por las sombras; pero que, una vez que llegó a ser la esposa de Plutón, ya no la llama Homero más que "la implacable Proserpina". Véase la Odisea, canto sexto. "Implacable"; eso es lo que debe ser un hombre que pretende ser virtuoso.
 -Me alegra verlo volver nuevamente a la literatura... si es que nos habíamos separado de ella alguna vez. Le pregunto a usted, virtuoso Strouvilhou: ¿aceptaría convertirse en un implacable director de revista?
 -A decir verdad, mi querido conde, debo confesarle que, de todas las nauseabundas emanaciones humanas, la literatura es una de las que más asco me dan. No veo en ella más que complacencias y adulaciones. Y dudo de que pueda llegar a ser otra cosa, al menos mientras no haya barrido el pasado. Vivimos sobre sentimientos admitidos y que el lector se imagina experimentar, porque cree todo lo que se imprime; el autor especula sobre eso como sobre convenciones que él cree que son la base de su arte. Estos sentimientos suenan mal, como fichas, pero circulan. y como ya se sabe que "la mala moneda ahuyenta a la buena", el que ofreciese al público monedas auténticas parecería pagarnos de boquilla. En un mundo en que todos son fulleros, el hombre veraz es el que pasa por charlatán. Se lo advierto a usted: si dirijo una revista será para deshacer entuertos, para despreciar todos los bellos sentimientos y esos pagarés que son las palabras.
 -¡Caramba! Me gustaría saber cómo va a arreglárselas.
 -Déjeme y ya lo verá. He pensado en eso con frecuencia.
 -No lo comprenderá nadie, ni nadie lo seguirá.
 -¡Vamos! Los jóvenes más despabilados están hoy prevenidos contra la inflación poética. Saben el vacío que se esconde tras los ritmos sabios y las sonoras cantinelas líricas. Que proponga alguien demoler, y se encontrarán brazos siempre. ¿Quiere que fundemos una escuela que no tenga más finalidad que derruirlo todo?... ¿Lo asusta a usted?
 -No..., si no pisotean mi jardín.
 -Hay mucho de que ocuparse en otras partes... entretanto. La hora es propicia. Conozco algunos que no esperan más que un toque de llamada; los más jóvenes... Sí, ya sé que eso le gusta; pero le advierto que no se dejarán embaucar... Me he preguntado, a veces, por qué prodigio va por delante la pintura y cómo es que la literatura se ha dejado adelantar así... ¡En qué descrédito ha caído, hoy día, lo que se acostumbra a considerar, en pintura, como el "motivo"! ¡Un "bello asunto" es cosa que hace reír! Los pintores no se atreven  ya a arriesgarse a hacer un retrato, más que a condición de eludir todo parecido. Si llevamos adelante nuestra tarea, y puede usted contar conmigo para eso, no pido ni dos años para que un poeta de mañana se crea deshonrado si comprende lo que quiere decir. Sí, conde, ¿quiere apostar algo? Se considerarán antipoéticos todo sentido y todo significado. Propongo que trabajemos con la ayuda de lo ilógico. ¡Que bello título para una revista es: Los limpiadores!" 
   

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