lunes, 30 de septiembre de 2019

Los ritos de paso.- Arnold van Gennep (1873-1957)

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9.-Otros grupos de ritos de paso

«No obstante, en el caso de algunos de los ritos que interpreto como ritos de paso, es preciso que ofrezca, aunque sea rápidamente, mis razones:
  Cabellos.-Han sido objeto de una monografía de Wilken, cuyas opiniones han sido aceptadas y desarrolladas, entre otros, por Robertson Smith, Sidney Hartland, etcétera. En realidad, lo que se llama "el sacrificio de los cabellos" comprende dos operaciones distintas: a) cortar el pelo; b) dedicarlo, consagrarlo o sacrificarlo. Pues bien, cortarse el pelo es separarse del mundo anterior; dedicarlo es vincularse al mundo sagrado y más especialmente a una divinidad o a un demonio, con quien de ese modo se emparenta. Pero ésta es sólo una de las formas de utilización del pelo cortado, en el cual reside, como en el prepucio o en las uñas cortadas, una parte de la personalidad. Con mucha frecuencia, esta idea no existe, y no se hace nada en absoluto con los desperdicios. En otros lugares sí que existe y son enterrados, quemados, conservados en un saquito, confiados a un pariente, etc. Asimismo, el rito de cortar el pelo o una parte de la cabellera (tonsura) se utiliza en muchas circunstancias diferentes: se afeita la cabeza del niño para indicar que entra en otro estadio, la vida; se afeita la cabeza de la muchacha en el momento de casarse, con objeto de cambiarla de clase de edad; de igual manera, las viudas se cortan el pelo para romper el lazo creado por el matrimonio, reforzándose el rito con el depósito de la cabellera sobre la tumba; a veces es al muerto al que se le corta el pelo, siempre con la misma idea. Pues hay una razón de que el rito de separación afecte a los cabellos: es que éstos son, por su forma, su color, su longitud, el modo de disponerlos, un carácter distintivo fácilmente reconocible tanto individual como colectivo. "Cuando son muy jóvenes, las niñas de los rehamna (Marruecos) llevan la cabeza afeitada, excepto los cabellos de delante y un mechón sobre el vértex; cuando llegan a la pubertad, dejan crecer sus cabellos, conservando los que están sobre la frente y enrollando los demás sobre la cabeza; cuando se casan, se dividen los cabellos en dos trenzas que quedan colgando por detrás; pero a partir del momento en que son madres, se pasan esas dos trenzas delante del pecho, por encima de los hombros". El peinado sirve así a las mujeres rehamna para marcar los períodos de su vida y su pertenencia a esta o aquella categoría de la sociedad femenina. Sería fácil citar muchos otros documentos del mismo género. Lo que quería indicar es que el tratamiento dispensado a los cabellos entra con mucha frecuencia en la clase de los ritos de paso.
  Velo.-"¿Por qué -se preguntaba Plutarco- ponerse un velo sobre la cabeza para adorar a los dioses?" La respuesta es simple: para separarse de lo profano (ya que hasta la vista, como se dijo a propósito de los shammar, es un contacto) y para no vivir ya más que en el mundo sagrado. En la adoración, en el sacrificio, en los ritos del matrimonio, etc., el "velamiento" es temporal. Pero en otros casos, la separación o la agregación, o ambas, son definitivas. Tal es el caso para las mujeres musulmanas, las judías de Túnez, etc., que, al pertenecer por una parte a la sociedad sexual, por la otra a una sociedad familiar determinada, deben aislarse del resto del mundo resguardándose con un velo. Del mismo modo, en el catolicismo, pasar del estadio liminar (noviciado) al estadio de agregación definitiva a la comunidad es "tomar el velo". De igual manera, en fin, en ciertos pueblos una viuda se separa de su marido muerto, bien únicamente durante su luto, bien para siempre, o incluso de las demás mujeres casadas y de los hombres, llevando un velo. Cubriéndose con un velo tras haber bebido la cicuta, Sócrates se separaba del mundo de los vivos para agregarse al mundo de los muertos y de los dioses; pero habiendo tenido que recomendar a Critón que sacrificara un gallo a Esculapio, es decir, queriendo de nuevo actuar como vivo, se descubrió el rostro, para volver a cubrírselo inmediatamente después. Del mismo modo, cuando los romanos "consagraban" a los dioses, entendían que, cubriendo con un velo a las víctimas designadas, las separaban de este mundo para agregarlas al otro, divino y sagrado. El rito cristiano que hemos señalado existía en el momento de la iniciación a los misterios, y la explicación es la misma en los dos casos.
  Lenguas especiales.-Durante la mayoría de las ceremonias de que hemos hablado, y sobre todo durante los períodos de margen, se emplea un lenguaje especial que, a veces, comporta todo un vocabulario desconocido o inusitado en la sociedad general y, otras veces, sólo consiste en la prohibición de emplear ciertas palabras de la lengua común. Hay así lenguas para las mujeres, para los iniciados, para los herreros, para los sacerdotes (lengua litúrgica), etc. No hay que ver en ello más que un fenómeno del mismo tipo que el cambio de ropa, las mutilaciones, la alimentación especial (tabúes alimenticios), etc., es decir, un procedimiento de diferenciación perfectamente normal. No insisto en este punto, puesto que ya lo he discutido en otro lugar más detalladamente.
  Ritos sexuales.-La prohibición del acto sexual es un elemento de la mayoría de los conjuntos ceremoniales y, al igual que las lenguas especiales, no debe ser clasificado aparte. En los pueblos en que el coito no implica ni impureza ni peligro mágico-religioso, el tabú en cuestión no se presenta: pero allí donde esta opinión existe, es natural que el individuo que desee entrar en el mundo sagrado y, tras entrar en él, actuar deba alcanzar un estado de "pureza" y mantenerse en él. Pero, por otra parte, y ésta es una de las formas de la rotación de la noción de sagrado a que nos hemos referido en el capítulo 1, al tiempo que es impuro, el coito es "poderoso"; ésa es la razón de que lo encontremos empleado como un rito de una eficacia superior. Está claro que el coito con una prostituta consagrada a una divinidad no es más que uno de los medios, del mismo género que la comunión, para agregarse a la divinidad, o incluso identificarse con ella. Pues conviene asignar al acto su sentido material, de penetración. Otros ritos, como el de Mylitta (toda muchacha debía ofrecerse una vez a un extranjero y recibir de él una moneda), son más complejos. Su mejor interpretación la ha dado Westermarck: piensa que era un medio para asegurar la fecundidad de la muchacha, basado en el poder sagrado del extranjero. Ésta no era, propiamente hablando, una prostituta sagrada; el acto se realizaba en terreno sagrado; es posible que su finalidad fuera al mismo tiempo agregar el extranjero a la divinidad o a la ciudad.»

   [El texto pertenece a la edición en español de Alianza Editorial, 2008, en traducción de Juan Aranzadi. ISBN: 978-84-206-6217-6.]

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