Un asalto
«Con la inexorable proximidad de los exámenes finales la población estudiantil entraba en un estado de nerviosismo y agitación que era consecuencia no sólo de la falta de sueño y el suplicio que se avecinaba, sino también de la fiebre que trae consigo el inicio del verano, cuando las muchachas abandonan abrigos y chaquetas para vestir ligerísimos vestidos verbeneros que estallan en las aulas como fuegos artificiales impregnándolo todo con el acre aroma de la pólvora genital. Pero el nerviosismo y la agitación de aquella mañana parecían haber subido de golpe y las aguas gorgoteaban a punto de ebullición. Había asamblea y la gran sala de actos donde se celebraba era un hormiguero con estudiantes que colgaban incluso de los altos alféizares de las ventanas. No cabía ni un alma, pero siempre quedaba algún rezagado que trataba de abrirse paso pisando piernas y cabezas, levantando ayes y tacos en escala de piano. Sobre el ruido de las conversaciones sobresalían los discursos, generalmente breves e interrumpidos por gritos hostiles o burlescos. Sin embargo, todos los oradores recogían cerrados aplausos, incluso el que decía representar a la Falange de izquierdas y la revolución pendiente.
Los parlamentarios eran a veces desaseados, vestidos con chaquetas y pantalones de lana marrón similares a los usados por el personal de tranvías, o bien muchachos corrientes con camisas blancas y pantalón tejano de pitillo, aunque todavía primaba de modo aplastante el conjunto con corbata. Defendían la unidad sindical de obreros y estudiantes, la supresión del SEU, o, en general, la libertad y la democracia sin entrar en detalles, aunque también se pudo oír algo sobre la insumisión juvenil. Todavía no eran habituales palabras como "revolución" o "lucha armada", ni se mencionó a Franco ni a ningún político del régimen por su nombre.
Acababa de ponerse en pie un muchacho de calva incipiente cuando comenzaron a chistar y ordenar silencio algunos alumnos y profesores ayudantes estratégicamente repartidos por la sala. Corrió la voz de que iba a hablar el representante del partido comunista catalán, el PSUC. A diferencia de los oradores que le habían precedido, el muchacho habló con voz tranquila y grave, en tono neutro y pausado, sin gestos bruscos.
Anunció para el curso siguiente una Asamblea Nacional Libre de Estudiantes que iba a reunir democráticamente a todas las fuerzas progresistas de España en un solo frente elegido democráticamente por circunscripciones administrativas. La Asamblea sería el órgano democrático de representación unitario y federal, y trabajaría en estrecha colaboración con los sindicatos obreros clandestinos democráticamente elegidos. Insistió en que sólo la unión entre trabajadores de la cultura y fuerzas obreras y de progreso podía traer la democracia a España, pero para entonces el gentío había perdido interés y aumentaba el rumor de conversaciones a pesar de las llamadas al orden que surgían aquí y allá con imperativos "silencio, silencio". El delegado concluyó pidiendo que se eligiera democráticamente a un representante de derecho para una futura plataforma universitaria catalana que enviaría a su representante a la Mesa Confederal, la cual elegiría democráticamente al equipo dirigente de la futura Asamblea. En ese momento fue interrumpido desde una de las últimas filas, próxima a la puerta.
Un estudiante larguirucho, frágil, casi esquelético y vestido de negro, gritó que él representaba a la Internacional Situacionista Sexta Conferencia de Amberes, tras lo cual se produjo un silencio más inducido por el estupor que por la disciplina. El muchacho se lanzó a una diatriba contra el delegado, miembro o militante del PSUC, al que llamaba una y otra vez menchevique. Nadie parecía entenderle, pero todos habían girado el cuello y le miraban fascinados.
"Tú quieres un mundo nivelado y dirigido por un paranoico que continúe la tarea de Urano, pero nosotros crearemos consciente y colectivamente una nueva civilización, tú utilizas los fotomontajes de la Enciclopedia Soviética, nosotros usamos el détournement para demostrar que esas imágenes son la mejor prueba de vuestras mentiras, tú quieres construir infernales campos de concentración estatales bajo el nombre del Padre, pero nosotros producimos situaciones efímeras y poéticas porque ya hemos matado al padre, a la patria, y a la patria del padre y de la madre patria."
Los individuos estratégicamente situados comenzaron a reaccionar gritando consignas como "fuera ese loco", o bien "es de la social". El grupito dirigido por uno de los profesores ayudantes se puso a corear "fuera policía, de la universidad" con un ritmo yámbico, pero sólo lograron enfurecer al representante de la Sexta Conferencia de Amberes, cada vez más seguro de sí mismo y veloz en su discurso.
"¡Estáis por una sociedad ortopédica!, ¡yo os escupo en la cara como Diógenes el Cínico!, ¡yo soy telépata y leo en vuestros macabros cerebros!, ¡queréis forcluir el animal que somos, pero acabaréis vuestros días pintando las paredes del manicomio con vuestra propia mierda!, ¡vosotros sois el animal más peligroso, el sujet de Lacan, el monstruo del Lago Ness!"
Se levantaron protestas generales e irritadas pero también un buen número de alumnos que disentían, "dejadle hablar", y que coreaban "libertad de expresión, libertad de expresión" con otro latiguillo rítmico. Unas chicas reían y comentaban que no entendían nada pero que les parecía muy sincero y muy humano, "también tiene derecho a decir lo que piensa, ¿o no?", preguntaban. Envalentonado, el de la Sexta Conferencia atronó la sala como un predicador.
"¡Yo soy el Ángel Negro que no queréis ver y os digo que la realidad es un invento de la burguesía, la jaula del hombre normal, ese loco, el único loco!, ¡la burguesía ha forcluido el nombre de Dios para colgárselo del falo, pero nosotros vamos a liberar todos los secretos y muy especialmente los secretos del proletariado, los secretos mejor guardados del universo, más guardados que los secretos de Fátima porque el clero comunista es un mutante perfeccionado del clero romano!, ¡vosotros, en cuya cabeza todavía gotea la sangre del pacto de Brest/Litovsk, lo sabéis muy bien!, ¡y yo lo voy a decir, voy a decir el secreto mejor guardado del universo!, ¡el proletariado es una mierda asquerosa!"
El último grito, proferido como un aullido interminable, hizo estallar la asamblea. La mayoría aplaudía muerta de risa, pero otros trataban de acercarse al Ángel Negro con malas intenciones.»
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Anagrama, 2000. ISBN: 84-339-2452-4.]
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