"Celestina: No hay cirujano que a la primera cura juzgue la herida. Lo que yo al presente veo te diré. Melibea es hermosa, Calisto loco y franco; ni a él penará gastar ni a mí andar. ¡Bulla moneda y dure el pleito lo que durare! Todo lo puede el dinero; las peñas quebranta, los ríos pasa en seco; no hay lugar tan alto, que un asno cargado de oro no le suba. Su desatino y ardor basta para perder a sí y ganar a nosotros. Esto he sentido, esto he calado, esto sé de él y de ella; esto es lo que nos ha de aprovechar. A casa voy de Pleberio; quédate a Dios. Que, aunque esté brava Melibea, no es ésta, si a Dios ha placido, la primera a quien yo he hecho perder el cacarear. Coxquillosicas son todas; mas después que una vez consienten la silla en el envés del lomo, nunca querrían holgar; por ellas queda el campo. Muertas sí; cansadas no. Si de noche caminan, nunca querrían que amaneciese; maldicen los gallos porque anuncian el día y el reloj porque da tan a priesa. Requieren las cabrillas y el norte, haciéndose estrelleras. Ya cuando ven salir el lucero del alba, quiéreseles salir el alma; su claridad les oscurece el corazón. Camino es, hijo, que nunca me harté de andar; nunca me vi cansada; y aun así, vieja como soy, sabe Dios mi buen deseo. ¡Cuánto más éstas que hierven sin fuego! Cautívanse del primer abrazo, ruegan a quien rogó, penan por el penado, hácense siervas de quien eran señoras, dejan el mando y son mandadas, rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los chirriadores quicios de las puertas hacen con aceites usar su oficio sin ruido. No te sabré decir lo mucho que obra en ellas aquel dulzor que les queda de los primeros besos de quien aman. Son enemigas todas del medio; continuo están posadas en los extremos.
Sempronio: No te entiendo esos términos, madre.
Celestina: Digo que la mujer o ama mucho a aquél de quien es requerida o le tiene grande odio. Así que, si al querer despiden, no pueden tener las riendas al desamor. Y con esto, que sé cierto, voy más consolada a casa de Melibea que si en la mano la tuviese. Porque sé que, aunque al presente la ruegue, al fin me ha de rogar; aunque al principio me amenace, al cabo me ha de halagar. Aquí llevo un poco de hilado en esta mi faltriquera, con otros aparejos que conmigo siempre traigo, para tener causa de entrar donde mucho no soy conocida la primera vez: así como gorgueras, garvines, franjas, rodeos, tenazuelas, alcohol, albayalde y solimán, hasta agujas y alfileres; que tal hay, que tal quiere. Porque donde me tomare la voz, me halle apercibida para les echar cebo o requerir de la primera vista.
Sempronio: Madre, mira bien lo que haces, porque cuando el principio se yerra, no puede seguirse buen fin. Piensa en su padre, que es noble y esforzado, su madre celosa y brava, tú la misma sospecha. Melibea es única a ellos: faltándoles ella, fáltales todo el bien. En pensallo tiemblo; "no vayas por lana y vengas sin pluma".
Celestina: ¿Sin pluma, hijo?
Sempronio: O emplumada, madre, que es peor.
Celestina: ¡Alahé, en malhora a ti he yo menester para compañero! ¡Aun si quisieses avisar a Celestina en su oficio! Pues cuando tú naciste ya comía yo pan con corteza; ¡para adalid eres bueno, cargado de agüeros y recelo!
Sempronio: No te maravilles madre, de mi temor, pues es común condición humana que lo que mucho se desea jamás se piensa ver concluido; mayormente que en este caso temo tu pena y mía. Deseo provecho; querría que este negocio hobiese buen fin, no porque saliese mi amo de pena, mas por salir yo de lacería. Y así miro más inconvenientes con mi poca experiencia, que no tú como maestra vieja".
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