domingo, 8 de abril de 2018

Invitación a la sabiduría.- Raimon Panikkar (1918-2010)


Resultado de imagen de raimon panikker  
"Quaternitas perfecta": la cuádruple naturaleza
Tercer centro: fuego y ser 

«-Polis: Para continuar con el paralelismo de conceptos iniciado, podemos decir: "Soy atman, soy polis, soy fuego, soy bhakti." Bhakti es devoción y amor. Polis significa ciudad, tribu, comunidad política. No una comunidad que se realiza gracias a elevados vínculos ideales y espirituales, sino de la tribu, de la comunidad natural, que es natural precisamente porque sus miembros viven cerca unos de otros, porque se conocen, porque luchan juntos y porque, en cierto sentido, están emparentados. El teléfono y la televisión son sólo formas sustitutorias de una real vecindad. No entiendo esta comunidad en sentido exclusivista, sino en el sentido de comunidad verdadera, arraigada, carnal, política, a diferencia de cualquier comunidad utópica. El hombre no solamente está en una comunidad, no solamente pertenece a determinada sociedad. El hombre es comunidad, es polis.
 Por lo que se refiere a la tradición occidental de este símbolo, sería desconocer completamente la polis griega si la viésemos como una organización puramente técnica, como una democracia que existió exclusivamente para establecer las reglas del comportamiento social. Una polis es un mesocosmos, un ámbito donde se encuentran microcosmos y macrocosmos. Es impensable una polis sin sus templos, sin sus dioses, sin su dimensión vertical. ¿Dónde si no en la polis, en la vida política, se perfecciona el ser humano, se realiza, puede desarrollar las diversas posibilidades de su personalidad? ¿Dónde si no es divinizado, sanado, liberado? (la vida política, en este sentido, significa naturalmente mucho más que "traficar con leyes parlamentarias"). La plenitud humana sólo se realiza en comunión con los dioses, los vecinos, las cosas, los animales, todos los seres vivos que constituyen una polis. Sin todo esto, una polis, una civitas, nunca podrá hacer posible la plenitud humana.
 Fue Agustín quien, en la tradición cristiana, destruyó teóricamente esta significación globalizadora de la polis -precisamente para ayudar a sus contemporáneos a salvar la vida política-, distinguiendo entre civitas Dei y civitas terrena, la ciudad de Dios y la ciudad terrenal. ¿Por qué? Agustín vivió en una época de desintegración de los ideales griegos y romanos. La comunidad natural de la polis estaba prácticamente destruida. Para la mayoría de la gente era imposible alcanzar este ideal de perfección en la ciudad, en la vida política. Los antiguos dioses habían sido expulsados de ella; los santuarios, arrasados.
 En tiempos de Agustín los seguidores de esos dioses eran ya perseguidos. Constantino había introducido el Dios cristiano con una motivación política -cosa que nosotros, desde nuestra perspectiva, criticamos con demasiada ligereza, por terribles que fueran las consecuencias que tuvo para la cristiandad posterior-. Sin embargo, el antiguo orden político del Imperio romano, a pesar de estar en plena decadencia, era en ese momento el único imaginable.
 Agustín defendía la unidad entre cielo y tierra; quería salvar la unidad de la vida humana que alcanza su perfección en la polis, pero sabía -por muy difícil que sea entenderlo desde nuestra posición postilustrada- que alcanzar la salvación en una sola polis era un sueño irrealizable. Había esclavos, mujeres, niños; mucha gente que no podía tomar parte en este proceso. Agustín abre una posibilidad en la medida en que presenta a la gente una ciudad divina (no sólo una especie de cielo difuso en el que ya se había creído siempre), y les dice: puesto que es imposible para la mayoría de la gente realizar aquí la vida humana en sentido pleno, tienen en la ciudad de Dios, como una polis real, otra oportunidad. Es este un pensamiento extraordinario como tema pastoral, pero históricamente significa el comienzo de una dicotomía entre cielo y tierra que a partir de entonces se extiende en el cristianismo. Tal vez existe hoy una posibilidad de reconciliación. En realidad, este es uno de los principales deberes del cristianismo actual en Occidente.
 
 -Atman: Soy comunidad. El hombre no puede realizar su vida, su naturaleza, sin ser algo más que individuo, que un ego particular, si sólo se preocupa por el control de su cuerpo, por el embellecimiento de su alma y por tener buenas relaciones con su otro. La riqueza humana va mucho más allá. No soy solamente individuo. Así lo expresa la palabra atman, que en realidad es intraducible. Su equivalente habitual, "sí mismo", es tan esclarecedor como equívoco. El descubrimiento de la tercera dimensión del ser pasa por darse cuenta de que yo soy atman, o mejor dicho, que atman es aquello que también soy. Este no puede ser un descubrimiento racional; el atman ha de revelarse por sí mismo. Deberíamos seguir atentamente sus huellas, puesto que a través de él todo se conoce.
 Describiré brevemente esta experiencia fundamental, refiriéndome a la situación actual del mundo científico-tecnológico en que la mayoría de nosotros vivimos. Algo parecido vieron con gran lucidez los chinos del siglo XIII o las Upanishad del siglo VI a. de C. Nosotros empezamos a sentir sus consecuencias: es la imposibilidad de dominar las diversas áreas del saber. No puedo saberlo todo. Cuanto más sé, más sé que no sé nada. Se crea una inflación del saber tan grave como la explosión demográfica. La bibliografía que tenemos a nuestro alcance es tan extensa que nadie, ni siquiera en el ámbito de su especialidad, puede agotarla. He de limitarme a extractos de extractos de un tema determinado. ¿Cómo puedo comprender algo si intento conocerlo, cuantitativamente, todo? ¿Puedo comprender algo más que aspectos particulares? Comienzo a entender que, incluso en la hipótesis de que pudiera conocerlo todo, este saber no sería conocimiento verdadero.
 Esta fue la crítica de Heráclito a los pitagóricos. Lo mismo está planteado en la tradición índica: "Donde hay dualidad uno ve al otro; uno huele al otro; uno saborea al otro; uno habla al otro; uno escucha al otro; uno piensa al otro; uno toca al otro; uno conoce al otro. Pero cuando todo se convierte en atman, ¿a través de qué y a quién hay que ver? ¿A través de qué y a quién hay que oler? ¿A través de qué y a quién hay que saborear? ¿A través de qué y a quién hay que hablar? ¿A través de qué y a quién hay que escuchar? ¿A través de qué y qué hay que pensar? ¿A través de qué y a quién hay que tocar? ¿A través de qué y a quién hay que conocer? ¿Cómo puede conocerse aquello gracias a lo cual conocemos toda la realidad? No es así ni así (netineti). Es incomprensible porque no puede ser comprendido; indestructible, porque no puede ser destruido; independiente, porque no se deja atar; es libre, imperturbable, invulnerable. ¿Cómo puede conocerse al conocedor?" (BU, IV, 5, 15). La pregunta adecuada es entonces: "¿cómo puedo conocer aquello a través de lo cual todo es conocido?" (BU, II, 4, 14).
 Es necesario un radical cambio de dirección en nuestra civilización. O se orienta hacia la producción de objetos (tecnocracia) o bien hacia la perfección de los sujetos (humanismo). Ambas son orientaciones fundamentales cuyo fines las hacen mutuamente excluyentes. En nuestra época, la tecnocracia domina al humanismo.»
 
 [El extracto pertenece a la edición en español de Espasa Calpe, en traducción de Angels Canadells Prats. ISBN: 84-239-7772-2.]
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: