Jornada tercera
«Sancho: Pues si la muerte se alarga / lo que la vida entretengo,
y está en la muerte la vida / con justicia la celebro.
Don Pedro: Sancho Ortiz de las Roelas,
vos, ¿confesáis que habéis muerto / a Busto Tabera?
Sancho: Sí, / aquí a voces lo confieso.
Yo le di muerte, señores, / al más noble caballero
que trajo arnés, ciñó espada, / lanza empuñó, enlazó yelmo.
Las leyes del amistad, / guardadas con lazo eterno
rompí, cuando él me ofreció / sus estrellados luceros.
Buscad bárbaros castigos, / inventad nuevos tormentos,
porque en España se olviden / de Falaris y Majencio.
Farfán: Pues, sin daros ocasión / ¿le matasteis?
Sancho: Yo le he muerto. / Esto confieso y la causa,
pues tan callada la tengo, / si hay alguno que la sepa,
dígalo, que yo no entiendo / por qué murió. Sólo sé
que le maté sin saberlo.
Don Pedro: Pues parece alevosía / matarle sin causa.
Sancho: Es cierto / que la dio, pues que murió.
Don Pedro: ¿A quién la dio?
Sancho: A quien me ha puesto / en el estado en que estoy,
que es en el último extremo.
Don Pedro: ¿Quién es?
Sancho: No puedo decirlo, / porque me encargó el secreto,
que, como rey en las obras, / he de serlo en el silencio.
Y para matarme a mí / basta saber que le he muerto
sin preguntarme el porqué.
Arias: Señor Sancho Ortiz, yo vengo / aquí en nombre de su Alteza
a pediros que a su ruego / confeséis quién es la causa
de este loco desconcierto; / si lo hicisteis por amigos,
por mujeres o por deudos, / o por algún poderoso
y grande de aquestos reinos; / y si tenéis de su mano
papel, resguardo o concierto / escrito, o firmado, al punto
lo manifestéis, haciendo / lo que debéis.
Sancho: Si lo hago, / no haré, señor, lo que debo.
Decidle a su Alteza, amigo, / que cumplo lo que prometo;
y si él es don Sancho el Bravo, / yo ese mismo nombre tengo.
Decidle que bien pudiera / tener papel; mas me afrento
de que papeles me pida / habiendo visto romperlos.
Yo maté a Busto Tabera, / y aunque aquí librarme puedo,
no quiero, por entender / que alguna palabra ofendo.
Rey soy en cumplir la mía / y lo prometido he hecho,
y quien promete, también / es razón haga lo mesmo.
Haga quien se obliga hablando, / pues yo me he obligado haciendo,
que si al callar llaman Sancho, / yo soy Sancho, y callar quiero.
Esto a su Alteza decid, / y decidle que es mi intento
que conozca que en Sevilla / también ser reyes sabemos.
Arias: Si en vuestra boca tenéis / el descargo, es desconcierto
negarlo.
Sancho: Yo soy quien soy, / y siendo quien soy me venzo
a mí mismo con callar, / y a alguno que calla, afrento.
Quien es quien es, haga obrando / como quien es, y con esto,
de aquesta suerte los dos / como quien somos haremos.
Arias: Eso le diré a su Alteza.
Don Pedro: Vos, Sancho Ortiz, habéis hecho / un caso muy mal pensado
y anduvisteis poco cuerdo.
Farfán: Al Cabildo de Sevilla / habéis ofendido, y puesto
a su rigor vuestra vida / y en su furor vuestro cuello. (Vase.)
Don Pedro: Matasteis a un Regidor / sin culpa, al Cielo ofendiendo.
Arias: Y al Rey, que es justo y es santo.
(Aparte.) ¡Raro valor! ¡Bravo esfuerzo! (Vase.)
Don Pedro: Sevilla castigará / tan locos atrevimientos. (Vase.)
Clarindo: ¿Es posible que consientas / tantas injurias?
Sancho: Consiento / que me castiguen los hombres
y que me confunda el Cielo. / Y ya, Clarindo, comienza,
¿no oyes un confuso estruendo? / Braman los aires, armados
de relámpagos y truenos. / Uno baja sobre mí
como culebra, esparciendo / círculos de fuego aprisa.
Clarindo: Pienso que has perdido el seso.
(Aparte.) Quiero seguirle el humor.
Sancho: ¡Que me abraso!
Clarindo: ¡Que me quemo!
Sancho: ¿Cogióte el rayo también?
Clarindo: ¿No me ves cenizas hecho?»
[El extracto pertenece a la edición en español de Ediciones Cátedra. ISBN: 84-376-1016-8.]
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