V.- Las formas de transmisión a Europa
«Las maneras como lo semítico penetra en Europa, configurando así su nuevo ser y su renaciente cultura, son muy variadas, como se dijo al comienzo: directas, indirectas, ambientales. Pero, yendo más al particular, habrá que hacer algunas observaciones.
Sea la primera que no son los musulmanes los que toman la iniciativa de entregar a Europa su saber científico y filosófico sino los propios cristianos, sobre todo transpirenaicos. Y como éstos solamente conocen el latín y las lenguas romances, se ven en la necesidad, ante todo, de echar mano de los judíos peninsulares, los cuales conocen muy bien el árabe, o de aprender ellos mismos esta lengua, lo cual no es muy frecuente: son muy pocos los casos de cristianos que se ponen a estudiar árabe, la lengua culta del momento: Ramón Martí (h. 1220-1284), Ramón Llull y pocos más. Y dentro de esta línea de transmisión, hay que distinguir entre lo que se hace en Italia, concretamente en Sicilia, y lo que se lleva a cabo en la Península Ibérica, siendo esta última la mayor y mejor protagonista en esta labor.
En la Península Ibérica hay dos cauces de penetración de lo semita en Europa, desde el punto de vista cristiano. Uno es el de la masiva emigración de mozárabes del sur de Al-Ándalus hacia los reinos cristianos cada vez más poderosos militarmente. Esta manera de introducir el saber árabe en lo cristiano no fue demasiado importante, puesto que los emigrados iban con graves prejuicios respecto a todo lo musulmán y, en consecuencia, a su saber y cultura. Además, los reinos cristianos también tenían sus prejuicios nacidos de su espíritu de "Reconquista" contra lo musulmán y, en consecuencia, en la Península se prestó poca atención al acervo cultural que podían llevar los cristianos emigrados del Sur. Sólo interesaron en el área cristiana los médicos y técnicos árabes y ello por razones obvias de interés utilitario. Buen testimonio del recelo de los clérigos cristianos respecto a la seducción que podía ejercer la brillante cultura árabe sobre la juventud es el testimonio de Álvaro de Córdoba (muerto en 861) (Ribera, J., Bibliófilos y bibliotecas en la España musulmana, "Disertaciones y opúsculos", Madrid, 1928, I, p.201): "Muchos de mis correligionarios leen las poesías y los cuentos de los árabes y estudian los escritos de los teólogos y filósofos mahometanos, no para refutarlos sino para aprender cómo han de expresarse en lengua arábiga con más corrección y elegancia. ¡Ah! Todos los jóvenes cristianos que se hacen notables por su talento, sólo saben la lengua y la literatura de los árabes, leen y estudian celosamente libros arábigos, a costa de enormes sumas forman con ellos grandes bibliotecas y por dondequiera proclaman en alta voz que es digna de admiración esta literatura".
Mayor interés despertó esa floreciente cultura árabe entre los embajadores transpirenaicos que traían misiones diplomáticas ante los califas cordobeses, como se dijo más arriba. Instalados en la capital del Califato, pronto vieron la superioridad científica, filosófica y cultural del islam sobre los reinos cristianos europeos y sintieron enseguida la avidez de llevarse cuanto podían de libros, de saberes y aún de intelectuales y científicos en persona. Es el caso de los embajadores recibidos por 'Abd alRahman III (912-961) y su amigo íntimo, eminente científico, el judío Hasday ibn Saprut (h. 910-970), que tanto le ayudó en misiones diplomáticas, a través de las cuales la ciencia árabe penetró en Europa. Tales fueron las que recibió el emperador germánico Otón I (912-973) y del rey franco Hugo Capeto (h. 938-996).
Ahora bien, los judíos, que, como se ha dicho, no entran en la categoría de los "vencidos", como los musulmanes, siguen con la ciencia de éstos, la reproducen, la elaboran y la transmiten. Si es a petición de cristianos, a los cristianos; pero, si no, a las propias comunidades judías de Europa. Y también en este caso los que llevan la voz cantante son los judíos de Sefarad.
Y dentro de esta labor transmisora de la Península Ibérica (tanto de judíos como de cristianos) conviene hacer una distinción, a saber: es diferente la manera de transmitir a Europa la ciencia y filosofía en Castilla y la que se lleva a cabo en la Corona de Aragón, o por mejor decir en el triángulo nororiental de la Península que tiene su base en el Ebro y su vértice superior en la Provenza y Sur de Francia.
Por otra parte, los judíos, cuando transmiten el saber árabe a Europa, lo hacen de varias maneras, a saber: primero, a través de la enseñanza que ejercen y recorriendo Europa entera e impartiendo sus saberes entre los doctos cristianos y judíos, como es el caso de Abraham ben 'Ezra' (1089-1164), Pedro Alfonso (h.1062 - después de 1121), Abraham bar Hiyya' (1065-1138) y otros. Segundo, mediante obras de creación original, como pueden ser las Tablas Pisanas de Abraham ben 'Ezra', hechas totalmente por él en la mitad del siglo XII, las Tablas alfonsíes de Ishaq ben Sayyid elaboradas en colaboración con Yehudah ben Moseh (entre 1263 y 1272), las tablas de Bonet Bonjorn y las de Jacob Corsuno conocidas como las Tablas de Perpiñán y las Tablas de Barcelona (s. XIV), las tablas de Abraham Zacuto (s. XV-XVI), aparte de una serie de obras astrológicas de Abraham ben 'Ezra', de unos tratados sobre construcción y uso de instrumentos de cálculo y de observación astronómica a la manera de los de Ishaq ben Sayyid y de las obras médicas de Maimónides. En tercer lugar, mediante compendios de obras árabes, hechos la mayoría en hebreo. Los más notables, por ejemplo, son los de Abraham bar 'Hiyya' y los de Abraham ben 'Ezra'. Algunos de estos compendios también están redactados en latín, al estar dirigidos a cristianos europeos, como son los hechos por Pedro Alfonso. También se escribieron algunos resúmenes en latín bajo el mecenazgo de Alfonso X (1221-1284). Finalmente, en cuarto lugar, por traducciones del árabe al hebreo, al latín y al romance.»
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