Ésta es la augusta plegaria al rey del Islam y la alabanza majestuosa de los seres heroicos
«Escanciador, demuestra generosidad, haz pasear las copas,
no te detengas, lleva los cuencos de un lado para el otro,
no concedas al mundo demasiada importancia,
haz pasear las copas, no te detengas en ningún sitio.
Toma en tus manos la jarra de plata,
vierte en las copas el vino que reanima.
Obedéceme manifestando todo tipo de consideraciones.
Contempla mi soledad y actúa en conciencia.
Tengo tantas cosas que hacer en este mundo
y no tengo más ayuda que la tuya.
No sientas vergüenza por ser mi amigo;
no tomes por costumbre sentir odio hacia mí.
Si de verdad ignoras qué clase de persona soy,
qué fuente de tinieblas es toda mi vida,
pregúntale al vino por la abundancia de mis talentos,
al bocado de carne por lo quemado que tengo el pecho.
Si le dieras la mano a alguien tan desgraciado como yo
Dios ha de venir siempre en ayuda de tu brazo.
Soy un poeta, el Moisés de la palabra,
el milagro absoluto para los hechiceros.
Soy un mago, un mago de raza babilónica;
en asuntos como éste soy maestro de Harut.
Desperdiciando valentía para la comprensión de la palabra
me erigí en cabecilla de todos sus dominios.
Suelo cantar a veces en forma de casidas,
mi halcón, entonces, vuela en las alturas,
otras veces se vuelve un "gazel" mi poesía,
mis esfuerzos, entonces, insuflan alma a dicha forma.
Cuando me siento atraído por el "mesneví"
he de exigirle perlas puras a este océano.
Con todos los corazones comparto mi secreto,
a todos los amores yo les presto mi pluma.
De mil maneras utilizo la regla y el compás,
deseando sin tregua atraer a las almas.
Que mi negocio goce de estimación en el mercado,
que los clientes encuentren de todo en mi bazar.
Escanciador, ¿qué fue de ese cuenco color de rosa?
¿Quién ha cambiado el color de mi cara?
Estoy ya ebrio, mi palabra se vuelve polvo;
cualquier cosa que diga es ya un error.
Escanciador, ¿qué ha sido de esta rosácea copa de vino
que tan grandes cambios llevó siempre a mi rostro y a mi alma?
Me embriagó por completo, mis palabras se volvieron polvo inútil;
ya todo lo que digo me parece equivocado, vano y fútil.
Sacó a la luz del día los pensamientos de los cuales tengo el cerebro repleto,
divulgó el lado escondido de mi naturaleza, mi sentimiento más secreto.
Ahora ya no sé dónde estoy ni dónde me encuentro,
ya no sé qué decir, cómo poder expresarme con talento;
si las palabras que pronuncio y los cantos que dedico tuvieran calidad
me hubiera hecho merecedor de honores, riquezas y gran prosperidad,
me considerarían digno del respeto de todo el género humano
y sería admitido a inclinarme ante la corte de mi Soberano;
aceptarían recibirme y colmarme en la gran capital del Imperio,
llegaría hasta los pies del Rey de reyes de todo un hemisferio,
[...]
oh, gran Sultán, tuyos son, sólo tuyos, los dones y los regalos
de la justicia con la que tratas a los hombres del arte y de la poesía,
sean árabes o turcos o sean persas los que cantan con armonía.
Eres como el océano que lleva sus olas a las orillas que le imploran,
eres la esperanza de todo lo que ha de llegar a los que gimen y lloran,
regalas perlas y joyas a todos los que se encuentran postrados a tus pies,
envías tus nubes refrescantes a los súbditos que tan lejos y tan cerca tienes;
[...]
eres como la rueda de la Fortuna que gira sobre nuestras cabezas,
a manos llenas, pródigamente distribuyes tesoros y riquezas;
eres como el Sol en toda su magnificencia, en todo su decoro,
que va esparciendo por doquier, pila a pila, sus monedas de oro;
[...]
si el haz de tus miradas se deslizara y resbalara hacia el suelo
la tierra presumiría de un tesoro portador de vida y de consuelo; [...]»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: