sábado, 25 de marzo de 2017

"El molinero aullador".- Arto Paasilinna (1942)


Resultado de imagen de arto paasilinna  
 14

 «Una semana después  de San Juan, a Huttunen lo llamaron de la secretaría del hospital. Dos enfermeros lo acompañaron al despacho del médico.
 El médico había estado hojeando el historial clínico de Huttunen. Manoseaba sus gafas, limpiándolas con la eficacia acostumbrada, y le pidió al paciente que se sentara frente a él. A los enfermeros les dijo:
 -Siéntense ahí, junto a la puerta, por si acaso.
 El médico informó a Huttunen de que había estudiado su historial clínico así como el informe redactado por Ervinen, el médico del servicio municipal.
 -Esto no tiene buen aspecto. Como supuse la última vez que lo vi, usted padece una psicosis de guerra evidentemente grave. Durante la guerra fui médico militar. Estoy muy familiarizado con este tipo de casos.
 Huttunen protestó. Dijo que él no padecía ninguna dolencia y exigía abandonar el hospital inmediatamente. El médico ni siquiera se dignó responder a su paciente y en su lugar se puso a hojear la Revista de Medicina Castrense. Huttunen vio que era un número de 1941. El médico se detuvo en un artículo titulado "Sobre la psicosis y la neurosis de guerra durante y después de la misma".
 -Usted no mire. Esto no es asunto suyo -murmuró el doctor mientras limpiaba sus gafas-. Estos casos han sido investigados científicamente. Aquí se dice que entre 1916 y 1918, una tercera parte del ejército británico que luchaba en las fangosas tierras de Flandes estaba incapacitado para servir en el frente debido a la psicosis y a la neurosis. La particularidad de la psicosis y la neurosis de guerra es que se desarrollan muy fácilmente en los hombres de constitución débil, y una vez que se manifiestan, tienen tendencia a resurgir por las razones más insignificantes. También se afirma que en las quintas de entre 1920 y 1939 del ejército finlandés ha habido entre trece mil y dieciséis mil débiles mentales entre sus soldados, y que lo más probable es que la mayoría de ellos hayan participado en la guerra. -El médico levantó la cabeza y miró fijamente a Huttunen-. En la anterior entrevista admitió que había participado en dos guerras.
 Huttunen asintió, pero dijo no entender cómo demostraba eso que estuviese loco.
 -Allí había más hombres además de mí.
 El médico iba sacando datos del artículo para su paciente. Los enfermeros encendieron un cigarrillo con la intención de matar el tiempo. Huttunen también sintió deseos de fumar, aunque sabía que los enfermos no tenían derecho a echar ni una caladita.
 -En la guerra el débil mental se deja guiar por un instinto primitivo de supervivencia... la abnegación y el espíritu de sacrificio que reinaban entre los soldados de nuestro ejército no le afectan en absoluto y, por el contrario, procura esconderse y evitar así las dificultades y las vivencias más desagradables. El caso de Sven Dufva, el hombre que describe Runeberg en su poema, es sin duda un caso excepcional.
 El médico miraba a Hattunen con repulsión. Después siguió hojeando la revista, comenzó a leer para sí algunos fragmentos que él mismo había subrayado, y continuó en voz alta:
 -La reacción se manifiesta en el débil mental por un estado de confusión, sus características son un comportamiento infantil acompañado de balbuceos y de trastornos de la percepción. En esos casos el débil mental se convierte en un hombre sucio que suele pintar las paredes de su habitación con sus heces, y en algunas ocasiones llega a comérselas, e incluso a hacer cosas peores.
 El médico se dirigió a los enfermeros que charlaban junto a la puerta y les preguntó si el paciente en cuestión había manifestado en algún momento tale síntomas. El mayor de los enfermeros apagó el cigarrillo en el tiesto situado en el alféizar de la ventana, y dijo:
 -Hasta donde yo sé, todavía no ha comido mierda.
 Huttunen hizo constar su más enérgica protesta. Era una insolencia que lo acusasen de tales infamias. Se levantó acalorado de su silla, pero cuando vio que a su espalda se levantaban también los dos enfermeros, tuvo que tragarse su bilis y volver a sentarse. El enfermero más joven dijo, como quien no quiere la cosa:
 -Si empiezas a alborotar por aquí, lo mejor será que te encerremos de nuevo, ¿no es así, doctor?
 El médico asintió y miró con severidad a Huttunen.
 -Procure calmarse. Ya veo que está bastante mal de los nervios.
 Huttunen pensó que de estar en libertad les propinaría una tunda de cuidado a aquellos tres imbéciles. El médico prosiguió con el resumen del artículo, esta vez para sí, en lugar de dirigirse a los enfermeros y al paciente.
 -Las reacciones propias de este tipo de conmociones tienen su origen en fuertes experiencias traumáticas. Después de un bombardeo aéreo, de la explosión de potentes granadas, de quedar sepultado bajo los escombros y de las luchas cuerpo a cuerpo, en las que el esfuerzo físico se suma al peligro de muerte, los síntomas que aparecen suelen ser tanto físicos como psíquicos. Los síntomas físicos son la pérdida de visión y de oído, parálisis psicogénicas y flojedad muscular. Los síntomas psíquicos pueden presentarse como estados de confusión, inhibición y amnesia, y pueden arrastrar al paciente hasta la incoherencia total. [...]
 El médico interrumpió su lectura, examinó cuidadosamente a Huttunen y continuó hablando casi para sí mismo:
 -¿El molino no emite sonidos parecidos al de un bombardero?
 -No llega a hacer tanto ruido -repuso Huttunen bufando de enojo-. En la guerra yo no me quedé ni una sola vez bajo los escombros, doctor, si es eso lo que está queriendo insinuar.
 El médico dijo preconizando:
 -La psicosis provocada por la conmoción se asocia a un daño cerebral causado en la mayoría de os casos por las ondas expansivas, y requiere un tiempo excepcionalmente largo para ser curada, incluso puede que provoque lesiones permanentes. Un hombre que haya experimentado semejantes reacciones, generalmente deja de ser útil para el servicio en el frente o para un puesto de máxima responsabilidad. ¿Acaso el trabajo de molinero no acarrea una gran responsabilidad? Me imagino que habrá que ocuparse simultáneamente del cereal y de mantener en marcha todas las instalaciones.
 Huttunen musitó que el trabajo de molinero no era más exigente que cualquier otro, por regla general.»

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Realiza tu comentario: