jueves, 11 de diciembre de 2014

"Utopía". Tomás Moro (1478-1535)

 

"En Utopía no sólo se combate el vicio con la amenaza de castigos sino que prefieren atraerles con recompensas y honores: colocan en las plazas las estatuas de los ciudadanos que han destacado por sus virtudes y por sus servicios a la república. Y así no sólo premian su conducta sino que sirve de acicate para sus descendientes.
 Quien muestra ambición de cargos públicos, pierde toda posibilidad de alcanzarlos.
 Conviven amigablemente con sus magistrados y ninguno de éstos se muestra altivo o engreído. Se les llama padres y como tales se comportan; les rinden honores, pero siempre de buen grado ya que nadie está obligado a tributárselo. Ni el mismo príncipe se distingue por sus vestiduras regias ni por una diadema sino por una gavilla de mies que lleva consigo y el distintivo del pontífice es un cirio portado por uno de sus acompañantes.
  Tienen muy pocas leyes, pero suficientes para un pueblo tan culto y disciplinado y lo que más censuran de los otros pueblos es el que posean volúmenes de decretos y glosas y que, sin embargo, aún resulten insuficientes. Creen que es una injusticia el encadenar a los pueblos con un número excesivo de leyes que nunca acaban de leérselas o tan complicadas que precisan de continuas interpretaciones.
  Han suprimido totalmente los abogados (casudicos qui causas tractent callide) siempre hábiles para discutir pleitos y leyes.
  La experiencia les ha enseñado que es mucho más práctico que cada cual pueda acudir personalmente al juez para exponerle su caso, cual lo declararía a su abogado defensor. De esta manera se evita la tergiversación de los hechos y la verdad aparecerá más pronto, pues el interesado se expresa sin rodeos y el juez, sopesados los hechos, ayudará a los espíritus débiles contra las artimañas leguleyas.
  Así pues, en Utopía, todos son abogados, pues al tener tan pocas leyes las conocen perfectamente y la interpretación más sencilla es siempre válida. Pues razonan: si las leyes están promulgadas para que todos conozcan sus obligaciones, la interpretación más sutil sólo afectaría a unos pocos, mientras que una ley clara sirve para todos. Mucho más si se tiene en consideración al pueblo sencillo, que siempre es mayoría y el más necesitado de orientación. ¿Para qué sirve que se promulguen nuevas leyes si sólo pueden ser inteligibles tras sutiles disquisiciones? Sólo podrían acceder los que poseyeran una inteligencia privilegiada y tiempo disponible, no para lograr su sustento diario sino para estas controversias".

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