viernes, 17 de marzo de 2017

"Introducción a la economía internacional".- Ramón Tamames (1933)


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 Capítulo 9.- Población y alimentación mundial
4.-Alimentación y población

«El problema de la expansión demográfica está íntimamente ligado a muchas cuestiones como pueden ser la educación, la vivienda, el hacinamiento urbano, el empleo del ocio, la libertad, etc. Pero la señal de alerta más apremiante a corto plazo, y por ello la que más preocupa, viene dada por los claros indicios de que en el futuro puede haber serias penurias de alimentos en muchas naciones, con deficiencias que podrían dar al problema verdadera envergadura mundial.
 En la edad contemporánea, la preocupación por el desnivel entre crecimiento demográfico y recursos alimenticios disponibles tuvo su primera expresión importante en la obra Ensayo sobre la población (publicada) en 1798, de Thomas Robert Malthus. Reaccionando contra el optimismo de sus coetáneos (Condorcet y Godwin), Malthus puso de manifiesto que mientras la población crece en progresión geométrica (en Estados Unidos se había duplicado en 25 años), la producción de alimentos tiende a hacerlo en progresión aritmética. Por tanto, habría de llegar un momento en el que los recursos alimentarios resultasen insuficientes, lo cual originaría salarios por debajo del nivel de subsistencia, "expulsándose" de esta forma la población excedente.
 Las formulaciones de Malthus originaron una fuerte polémica. Los contrarios a sus teorías aducían que su pronóstico original "estaba equivocado por dos razones principales. En primer lugar, desdeñó tomar en consideración la existencia de grandes zonas de tierra virgen y fértil (especialmente en Norteamérica y en Australia), que podían absorber el exceso de población en Europa y ayudar a la alimentación de los antiguos países a poco coste, a la vez que permitirían a éstos centrarse, por su parte, en la industrialización.Y en segundo lugar... Malthus olvidó contar con los efectos de los cambios tecnológicos en los métodos de producción de alimentos".
 Las corrientes de pensamiento católico y marxista, aunque por diferentes motivos, coincidieron en posturas antimalthusianas. Por su parte, la revitalización de las ideas maltusianas incluye una larga serie de autores, entre los que cabe citar desde David Ricardo y J. S. Mill, hasta el informe del MIT para el Club de Roma.
 Desde un punto de vista teórico, una posición original en torno al problema de la relación existente entre crecimiento demográfico y producción de alimentos es la mantenida por la Dra. Boserup, cuyo enfoque está basado en la hipótesis de que la variable independiente no está en los alimentos sino en el crecimiento demográfico y que, en definitiva, el desarrollo agrario está en función de las tendencias de la población. Este modo de pensar es optimista, pues como colofón de él resultaría que el crecimiento de la población determina en cada momento las formas de producción que resultan más aptas para obtener los alimentos demandados. Un razonamiento que es cierto hasta un punto concreto y en un contexto también concreto, pero que deja de serlo en situaciones de explosión demográfica, en áreas o países superpoblados como pueden ser India, Pakistán, el Valle del Nilo, la isla de Java y, en el futuro, tal vez filipinas, México e incluso Indochina.
 Nuestra anterior conclusión podría intentarse revalidarla estadísticamente. Desde 1950, y aceleradamente a partir de la mitad de la década de 1960, como consecuencia de la "Revolución Verde" y del Plan Indicativo Mundial de la FAO para el desarrollo agrario, los PMD incrementaron la superficie de tierra cultivable en un 30 % y en igual porcentaje su rendimiento por hectárea; así, la producción total de cereales creció en un 78 %. A pesar de lo cual, no se ha conseguido alejar el espectro del hambre, pues los años de "vacas gordas" fueron seguidos, desde 1972, por una secuencia de malas cosechas a nivel mundial.
 No es extraño, pues, que según la FAO la situación alimentaria mundial en 1973 fuese la más difícil que se había conocido desde los años de las devastaciones ocasionadas por la Segunda Guerra Mundial; especialmente, en la zona africana de Sahel, India, Pakistán, Bangladesh, etc. Y si la URSS y China escaparon a la escasez o incluso al racionamiento, fue porque pudieron recurrir al mercado mundial, realizando grandes compras de cereales a EEUU y Canadá; lo cual repercutió en las reservas mundiales, que si en 1960 alcanzaban los 170 millones de toneladas, cantidad suficiente para alimentar a la población mundial durante 95 días, a finales de 1974 sólo daban a basto para 22 días. Como consecuencia de todo ello, a fines de 1974 se estimaba que el 20 % de la humanidad padecía hambre y que un 60 % estaba insuficientemente o mal alimentada. En Asia y África 1/4 de su población total subsistía con dietas por debajo de las 1000 calorías por día, cifra que se estima como la mínima indispensable para simplemente sobrevivir a corto plazo.
 Pero no todos los males deben achacarse a la insuficiencia de la producción o a las malas cosechas por causas meteorológicas. El hambre es tan antigua como la humanidad. Más bien habría que ver una de las raíces del problema en la defectuosa distribución de la riqueza. Incluso en tiempos recientes, en los países más ricos del sistema capitalista, se dieron años de hambre. Arthur Koestler en sus Memorias nos relata cómo "en 1932 había siete millones de desocupados en Alemania, lo que quiere decir que uno de cada tres obreros vivía de limosna. En Austria, Hungría y los países circundantes la situación era similar o peor. La carne, el café, la fruta se habían convertido en lujos fuera del alcance de vastas zonas de la población; hasta el pan se medía en la mesa en delgadas tajadas; sin embargo, los diarios hablaban lacónicamente de miles de cerdos cremados y naranjas rociadas con keroseno para facilitar las condiciones del mercado".
 Sin embargo, la crítica de la forma de producción y de la distribución de la riqueza, tampoco debe llevar a la conclusión de que eliminada la explotación del hombre por el hombre, y abierto el camino de la igualdad, la humanidad podría crecer indefinidamente. Existen unos límites técnicos, independientemente del sistema económico.»
 

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