Capítulo VII
«-No deis crédito a sus palabras -respondió Stas-, porque él, además de la piel, tiene oscura la sesera. Para llegar a Khartum, aunque compraras camellos frescos cada tres días y corrieras como hoy, necesitarías un mes. Y quizás tampoco sepáis que en el camino se os cruzaría no el ejército egipcio, sino el inglés...
Estas palabras causaron cierta impresión y, al darse cuenta, Stas, prosiguió:
-Antes de que os halléis entre el Nilo y el gran oasis, todos los caminos del desierto estarán vigilados por las patrullas militares. ¡Ja! ¡Las palabras que corren por el hilo de cobre son más veloces que los camellos! ¿Cómo podríais pasar?
-El desierto es ancho -respondió uno de los beduinos.
-Pero no podéis alejaros del Nilo.
-Podemos hasta cruzarlo; y mientras nos buscan en este lado, nosotros estaremos ya en el otro.
-Las palabras que corren por el hilo de cobre llegarán a todas las ciudades y pueblos a los dos lados del río.
-Mahdi nos enviará a un ángel, que pondrá los dedos sobre los ojos de los ingleses y de los turcos (egipcios) y nos cubrirá con sus alas.
-Idrys -dijo Stas-, no me dirijo a Hamis que tiene la cabeza vacía como una calabaza; ni tampoco a Gebhr, que es un chacal despreciable, sino a ti. Ya sé que queréis llevarnos ante Mahdi y entregarnos a Smain. Pero si lo hacéis por dinero, sabed que el padre de la pequeña bint (niña) es mucho más rico que todos los sudaneses juntos.
-¿Y qué quieres decir con eso? -interrumpió Idrys.
-¿Qué? Regresad por vuestra propia voluntad; el gran mehendi no os escatimará el dinero y tampoco mi padre.
-Pero nos entregarán al gobierno, que nos hará colgar.
-No, Idrys. Os colgarán, sin duda, pero sólo en el caso de que os cojan huyendo. Y eso ocurrirá con toda seguridad. Pero, si vosotros mismos regresáis, entonces no os esperará ningún castigo y además seréis hombres ricos durante toda vuestra vida. Tú sabes que los blancos de Europa cumplen su palabra. Por tanto, yo te doy mi palabra, en nombre de ambos mehendis, de que se hará lo que digo.
Y, en efecto, Stas estaba seguro de que tanto su padre como el señor Rawlison preferirían cien veces cumplir la promesa dada por él que exponer a los dos, y sobre todo a Nel, a ese terrible viaje y a la aún más terrible vida entre las salvajes y enloquecidas hordas de Mahdi.
Por eso, con el corazón palpitando, esperaba la respuesta de Idrys, que se quedó en silencio y sólo después de un largo rato dijo:
-¿Dices que el padre de la pequeña bint (niña) y el tuyo nos darán mucho dinero?
-Así es.
-¿Acaso puede todo el dinero del mundo abrirnos las puertas del Paraíso, las puertas que nos abrirá una bendición de Mahdi?
-¡Bismillah! -exclamaron entonces los dos beduinos, junto con Hamis y Gebhr.
Stas perdió toda esperanza por el momento, pues sabía que, aunque en el Oriente las gentes son muy avariciosas y corruptibles, sin embargo, cuando un mahometano mira el aspecto de una cosa por el lado de la fe, entonces no existe ya en el mundo tesoro alguno que le pueda atraer.
E Idrys, animado por la exclamación, siguió hablando; estaba claro que ya no lo hacía para contestar a Stas, sino con el propósito de conseguir mayor respeto y alabanzas de sus compañeros:
-Nosotros tenemos la suerte de pertenecer a esa tribu que dio al mundo el profeta; pero la "honorable" Fátima y sus hijos son parientes suyos y el gran Mahdi los ama. Cuando os entreguemos a ti y a la pequeña bint (niña), él os cambiará por Fátima y por sus hijos y a nosotros nos dará su bendición. Sabed que hasta el agua con la que él hace sus abluciones todas las mañanas, según las normas del Corán, hace sanar a los enfermos y limpia los pecados; ¡y qué decir en lo que a su bendición se refiere!
-¡Bismillah! -repitieron los sudaneses y los beduinos.
Pero Stas, aferrándose a su última tabla de salvación, dijo:
-Entonces, llevadme a mí y que los beduinos regresen con la pequeña bint (niña). Canjearán por mí a Fátima y a sus hijos.
-Nos la cambiarán con más certeza por los dos.
Entonces el muchacho se volvió hacia Hamis:
-Tu padre responderá de tu conducta.
-Mi padre está ya en el desierto, camino hacia donde se encuentra el profeta -respondió Hamis.
-Entonces lo cogerán y lo ahorcarán.
Aquí Idrys se creyó en la necesidad de dar ánimos a sus compañeros:
-Aquellos buitres -dijo- que hayan de devorar la carne de nuestros cadáveres quizá no hayan salido aún de su cascarón. Sabemos lo que nos amenaza, pero no somos niños y conocemos el desierto desde siempre. Estos hombres -señaló a los beduinos- han estado varias veces en Berber y conocen caminos por donde pasan únicamente las gacelas. Allí no nos encontrará nadie y nadie nos perseguirá. Es verdad que tenemos que desviarnos a por agua hacia Bahr-el-Jussef y luego al Nilo pero lo haremos de noche. ¿Acaso pensáis que cerca del río no existen amigos ocultos de Mahdi? Y yo te digo que, cuanto más al sur, son más; y que tribus enteras y sus jefes esperan únicamente el momento adecuado para empuñar las espadas en defensa de la verdadera fe. Ellos mismos nos proporcionarán el agua, la comida, los camellos y desviarán la persecución. En verdad sabemos que es largo el camino hacia Mahdi; pero sabemos también que cada día nos acerca más a la piel de cordero, sobre la cual el santo profeta se arrodilla para orar.
-¡Bismillah! -exclamaron por tercera vez sus compañeros.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Realiza tu comentario: