domingo, 2 de agosto de 2020

Bambilandia.- Elfriede Jelinek (1946)

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Bambilandia*

  «Si todos son iguales, hay menos orgullo para cada uno, pero es una fiesta cuando los seres humanos se aferran fieramente a su orgullo y apagan los sentimientos. Así debe ser. Así debe ser. Por las tierras lanza uno a su pueblo, no, dos lanzan a sus pueblos, no, tres lanzan a sus pueblos por las tierras, no importa cuántos, cada uno empuja a su propio pueblo como una Elisita Gänseliesel* malvada para que avance. Con sed de sangre en los ojos, sangre en el zapato**, sangre en los ojos, sangre en los pantalones, con mil brazos y mil tanques blindados cada pueblo es compelido a avanzar, con el Führer detrás, cada uno su Führer, esperemos que no los confundan, cada uno su propio Führer, quien siente una profunda simpatía por cada individuo que conforma su pueblo, y más aún si ese individuo está muerto, y entonces regresa en una funda para almohadón, en una funda para almohada, convencido de lo que hizo, nunca estuvo, el pobre muchacho, pero su señor dice: usted me cae simpático, usted es el responsable por este tanque y por este avión, al fin y al cabo usted es mecánico, usted, pobre muchacho, por eso ahora le permito que esté presente personalmente en su entierro. Su casco cuelga solitario de una rama, y sus camaradas lloran tímidamente, y como un grito de dolor los rodea un piélago salado cuando se hallan lo bastante cerca de la costa. La mayoría de las veces no. Desierto a toda costa. La tormenta de arena se ha aplacado ahora, la visión ha mejorado nuevamente. ¡Nos están disparando! ¡Nos disparan a nosotros! Míreme a los ojos, para que le recuerde su nacionalidad y usted con cada gesto pueda mostrarse norteamericano o inglés o lo que sea, otra cosa no existe para usted. Si no quiere entregarse, ¡entonces mejor no se entregue nada! Nosotros nos entregamos por completo aquí, hasta el agotamiento, y usted ni siquiera quiere entregarse. ¡Suelte! ¡Suéltese! ¡Encomiéndese en nuestras manos! Sólo los países son reconocidos por nuestra comunidad de Estados, que es una comunidad, porque dos ya son una comunidad. Con tres ya habría un país de más. Bien. Y a Australia también la incluimos. Pero a los que en primer lugar se reconoce como una comunidad es a Estados Unidos y a los británicos. Ellos van juntos, se mantienen unidos. Los otros vienen mucho más atrás. Pues sabe usted que la desgracia puede irrumpir de repente poderosa, y a ésta al fin y al cabo debemos contraponerle también algo poderoso. A los otros niños los hundimos bajo la arena con el arado. Pero usted puede ir a su entierro, pues usted ha ido siguiendo nuestros esfuerzos para ir avanzando por el país. ¡Vamos, en marcha! ¿Decía usted que el dios de la guerra es fuerte con el arco? Bueno, sí, él es fuerte, pero fuerte de otro modo. Ahí a nosotros no nos queda más que la guerra rural y la guerra urbana. Ellas se diferencian según el espacio donde tienen lugar. Donde los seres humanos como notas que emanan de la flauta que les acaban de enseñar a tocar se elevan por encima de sí mismos como un aliento ululante. Como un viento del desierto. Ellos resuenan y cantan en el vacío, cantan la canción que son ellos mismos, se exhalan en su último aliento, bueno, qué importa. Y la escoria de las ciudades, los pobres, los que no saben lo que es un sótano, porque ellos mismos ya están debajo, son lo más bajo de lo bajo, a la escoria de las ciudades, decía, la derribaremos y reprimiremos y se terminó. Bueno, quizás de nuevo un poco de efervescencia, un poco de mar de fondo, como cuando el mar se ve agitado por la tormenta, un mar tenemos aquí, pero no cuenta, sólo este puerto, es que es el único, ¿cómo se llama?, ¿cómo se llama? Voy inmediatamente a ver la televisión, para ver cómo se llama este puerto donde seres humanos se agazapan en cuclillas en las copas espumosas de sus bosquecillos y vigilan para ver quién se acerca, aun en la edad del pavo del ser humano, medio niños aún, pero ellos saben por qué están aquí, como sea, ellos saben que la frágil construcción de sus pueblos les ha traído todo esto. Y ahora los destruyen. Y luego tendrán que volver a sacarlos de la nada, de la nada de la que ellos mismos provienen, lo que quiere decir que ya la conocen. La nada, la nada. ¡Tú, rosa de Estambul, tú también te has desprendido ya del tallo, tú, puta! ¿Cómo osas desprenderte de nosotros y dejarnos, infiel? ¡Ni siquiera has florecido, como la libre expresión, que tanto trabajo nos da! ¿Cómo esperar entonces que surja allí la alegría?
Bambilandia (Áncora & Delfin): Amazon.es: Jelinek, Elfriede: Libros Entonces, por favor, y esto para el público en general, y para generar un poco de cultura, algo que a  nosotros también nos vendría bien aquí: en la historia no hay que buscar jamás la necesidad en lo que concierne a medios y fines, ¡eso no tiene sentido! La regla es la irracionalidad de la casualidad, créeme. Hoy les toca a ellos, mañana a otros. A aquéllos de allí. A quien sea. Al final les va a tocar a todos. A todos. Costa tras costa se irá llenando de gente, y nosotros las volveremos a vaciar. Ahí vienen, ¿cómo haremos para poder con todos? La gran suma de estos acontecimientos ya representa tanto los deseos básicos como los inmuebles del pueblo, que ya se compró un lago para nadar o por lo menos un biotopo, una planta purificadora de aguas con un mecanismo para separar y retirar el jabón, y también un lugar retirado, claro está, y una huerta donde poder entrar a tontas y ciegas, y entonces ¿ve allí, en el nuevo lago, cómo puedo decirlo, divisa allí un ahoja que va siguiendo su camino por el agua como los tanques por el desierto, sólo que en el agua?, y de pronto algo debe detenerse, no, no el tanque, y nosotros tampoco, la hoja, es sólo la hoja la que se detiene en el agua. Por un remolino. Pero ya prosigue la hoja su camino. ¿Cree usted realmente que estas personas, los que vienen de ahí, tienen la sensatez suficiente como para llevar a cabo realmente lo que tienen que hacer?
 Por favor, ¿me podría explicar más detalladamente esta foto? Veo que a esta mujer la hacen retroceder, pero no lo entiendo. Veo que a esas siete mujeres con sus hijos, no sé cuántos de cada tipo, los mataron a tiros en la camioneta. Algunos hablan de diez. Pero no lo entiendo. No se detuvieron cuando se lo ordenaron. No ceñían sus cuerpos con armadura de metal. Eso es evidente. Algo ceñía sus cuerpos, pero metal no era. Si no, todo aquello no hubiese podido llegar tan profundo. Uno al menos tiene que endurecerse por dentro si no lo consigue por fuera.»

 *La estatua símbolo de la ciudad de Göttingen (Alemania) es la que representa a Gänseliesel (o Elisita), una niña con un ganso. La tradición señala que quien se doctora en la ciudad universitaria debe besarla. Se dice allí que es la muchacha más besada del mundo. (N. de la T.)
 **En la versión alemana de Cenicienta, de los hermanos Grimm, para que le entre el zapatito de cristal una de las hermanastras se corta el dedo gordo y la otra, luego, una parte del talón y son unas palomas las que le avisan al príncipe en ambos casos de que cada una de ellas tiene "(…) sangre en el zapato". (N. de la T.)

  [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Destino, 2006, en traducción de Claudia Baricco. ISBN: 84-233-3834-7.]

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