sábado, 6 de junio de 2020

El ocultismo y la creación poética.- Eduardo Azcuy (1926-1992)

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IX.-Surrealismo y revolución interior

  «Hombres nacidos de la crisis, comprometidos en una búsqueda sobrehumana, los surrealistas revivieron la concepción mágica del cosmos, agotaron rápidamente sus imperfectas técnicas de acceso a lo incondicionado y perseguidos por la frustración y el deterioro progresivo, se extraviaron en heterodoxias previsibles. Unos insistieron en la gran aventura de renovación esteticista, y otros, ante el llamado del marxismo, sólo consideraron la revuelta del arte contra el orden social imperante.
 Ambas "desviaciones" perdieron su vigencia y hoy pertenecen a la historia del arte o a la de los sueños irrealizados. El surrealismo literario fue fulgurante y positivo, el surrealismo político fue quimérico y muy pronto mostró sus limitaciones insalvables. Pero tanto uno como otro fueron signos exteriores de un pensamiento trascendente; la corteza ahora caduca, expuesta a la crítica y a las "defunciones" prematuras, que guardaba el verdadero sentido de una memorable pero equívoca insurrección del espíritu. Por eso, los caminos coherentes no estaban en el arte ni en la lucha política. Cuando los componentes doctrinarios comenzaron a desintegrarse, sólo unos pocos disidentes entrevieron la clave. Frente a los herejes y a Breton, que mantenía una solitaria fidelidad a los principios, surgieron jóvenes como Lecomte y Daumal que jugaron su vida al margen de la literatura y la política en una empresa de transformación espiritual, erizada de peligros. Esa meta esencial, oscurecida por el "arte surrealista" o por la revolución literaria, es la que permanece vigente.
 El surrealismo, como actitud de rebelión contra los condicionamientos que cercan al hombre en su interior y en su exterior y como impulso para superar el nivel ordinario de conciencia y trascender, se inscribe en la vasta empresa individual y colectiva, que en todas las épocas pugna por hallar el sendero que conduce al conocimiento metafísico, es decir, a la comprensión y a la experiencia inmediata de la Realidad última, que es fundamento y causa del universo y principio y sentido de la vida humana.
 Unidos frente a la hipocresía de las estructuras sociales, los surrealistas enfrentan al mundo oficial con inaudita violencia y furor iconoclasta. Practican la rebelión absoluta, están contra todo, o casi todo, niegan las evidencias y como Rimbaud se querellan con las apariencias del mundo. Son poetas y escritores que han partido hacia la libertad. Odian al arte, pero lo realizan en nuevos niveles. Pretenden utilizar a la poesía abriendo deliberadamente las compuertas del inconsciente y se entregan a los sueños y a la escritura automática.
 No buscan la belleza. No buscan cambios en "el orden físico" ni construyen fórmulas artísticas. Son "especialistas en rebelión". Ellos mismos se hallan en estado de revolución y su actividad fundamental consiste en elaborar técnicas para liberar al hombre de las trabas morales y de la pesada carga de los condicionamientos. El surrealismo se autodefine como una "vibración", como un "grito del espíritu que se vuelve sobre sí mismo". Su modo de acción es una ascesis, una particular ascesis colectiva por medio de la cual un grupo de "iniciados" pretende nada menos que trascender la condición humana. Ese y no otro, es su verdadero significado. "Colocar al hombre por encima de los sentidos", como pedía Novalis; lograr la liberación interior por medio de la destrucción sucesiva de los hábitos, las actitudes cristalizadas y las repeticiones. Acceder finalmente a una conciencia de la totalidad y a una perfecta espontaneidad creadora. En otras palabras, surrealismo equivale a un estado de conciencia en rebelión, que intenta penetrar el velo de la Maya y conocer lo infinito y, bajo ciertos aspectos, conforma una moderna secta de tipo gnóstico. Como afirma Michel Carrouges, nació de una inmensa desesperación ante el estado en que el hombre ha quedado reducido sobre la tierra y de una esperanza sin límites en la metamorfosis humana.
 Al recordar su punto de partida Breton ha comparado al surrealismo con un campamento de jóvenes que, en torno del fuego, discuten los detalles de la más ambiciosa de las expediciones: forzar los límites del mundo "real" con el solo instrumento de la poesía. Por eso, en medio de las burlas y los desafíos, de los ataques múltiples a los sistemas y a los tabúes que condicionan al hombre, de los escándalos y de las destrucciones necesarias, existe en ellos una profunda nostalgia metafísica que es la que otorga sentido trascendente a esa rebelión desesperada.
Neonadaísmo2011: EL OCULTISMO Y LA CREACIÓN POÉTICA / Helena Restrepo La gran ascesis surrealista comienza con una toma de conciencia de lo absurdo del mundo, de la gratuidad de la existencia. La vida se les presenta como una inconsistente sucesión de momentos carentes de sentido. Hay una ansiedad frente a la muerte y a la nada. Ese vértigo mórbido, esa náusea en el sentido sartreano es solamente un punto de partida. Pero al contrario que Sartre que ve en la temporalidad de la existencia una dimensión fatal, e incapaz de superarla, se instala en esa gratuidad y acepta con horror el juego de ejercer una responsabilidad condicionada, el surrealismo entiende que esa terrible experiencia de la angustia y la desesperación no es un fin en sí mismo, sino el indispensable prolegómeno para el nacimiento de un hombre nuevo.
 El existencialismo ha llevado al máximo esa lucidez exacerbada del hombre frente a lo ilusorio de la temporalidad. Su filosofía es la del hombre único que pretende ser responsable de su vida y de su muerte. La del hombre sin Dios cuya existencia precede a la esencia; la del ser que se construye a sí mismo sobre la base de una intransferible responsabilidad y de una completa libertad. Pero el precio de esa libertad responsable no es otro que la angustia. De pronto, al detener su activismo insensato, su carrera vana tras lo convencional y lo superfluo, el hombre experimenta el vacío, la impostura de la vida cotidiana y lo injustificable de ese accionar carente de sentido. Apresado por el temor se esfuerza en olvidar, se propone respuestas y acude a los razonamientos, pero ese sentimiento obsesionante ya se ha instalado en él y comienza a crecer la contingencia. "Lo esencial es la contingencia -dice Sartre-Roquentin-, quiero decir que por definición la existencia no es la necesidad. Existir es estar ahí simplemente: los existentes aparecen, se dejan encontrar pero jamás se los puede deducir... todo es gratuito, este jardín, esta ciudad, yo mismo. Cuando uno lo entiende el corazón se sobresalta y todo flota".
 Ante esa revelación el surrealismo lucha por descubrir las estructuras primitivas de la mente, se nutre de pensamiento mágico y de filosofías orientales e intuye que sin esa profunda agonía no podrá lograrse la muerte ritual y el renacimiento a una personalidad transformada.
 Las primeras etapas de su ascesis consisten en enfrentar los mecanismos que tornan inauténtico y ficticio el devenir del hombre. Se ataca al arte, a la moral, a la sociedad. Se escarnece la mediocridad, se repudian las costumbres, los sistemas cristalizados, las complacencias fáciles y las estériles rutinas que aniquilan en el espíritu la imagen real del universo.»

    [El texto pertenece a la edición en español de Monte Ávila Editores, 1982. Depósito legal: If-82-0710.]

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