IV
«Dichosos sólo aquéllos cuya mente no se agita / al contemplar la belleza de muchachas de ojos alargados e inquietos,
de pechos turgentes y rebosantes de juventud / y en cuyo delgado vientre resplandecen las lianas de sus tres pliegues.
V
De renuncia al deseo hablan -mas sólo de palabra- / los sabios que se hacen eco de la Revelación,
pues a las caderas ceñidas de cintas de rubíes / de las muchachas de ojos de nenúfar, ¿quién sería capaz de renunciar?
VII
Con su risa y su encanto, con su pudor y su miedo, / con sus medias miradas de reojo, apartando el rostro,
con sus palabras, con sus riñas por celos, con sus devaneos, / con todo tipo de emociones encadenan las mujeres.
IX
Una verdad, hombres, proclamo, no por parcialidad, / algo que es cierto en todos los mundos:
no por otra cosa hay alegría, sino por las de ancho culo, / pero del sufrimiento tampoco existe ninguna otra causa.
XIV
¿A qué tanto palabrerío vano? / Sólo dos cosas deben perseguir los hombres:
la juventud siempre deseosa de nuevos juegos amorosos / de las muchachas hermosas, a las que fatiga el peso de sus pechos, o el bosque.
XVII
Rey, nadie hay en el mundo que haya llegado hasta el extremo del mar del deseo, / pues ¿de qué sirve la riqueza cuando la juventud ardiente se ha esfumado del propio cuerpo?
Vamos a casa en tanto a nuestras amadas, que miran con ojos abiertos como nenúfares azules, / no les robe la belleza la vejez, con su paso inexorable.
XIX
En el ciclo sin esencia de las reencarnaciones, de incierto resultado, dos son los caminos de los sabios:
que sea llegado el momento de que el pensamiento se revuelva nadando por el agua inmortal del conocimiento de la esencia,
o, si no, de las jóvenes que gozan del placer de sus caderas y sus tetas
y se complacen en que la mano curvada frote la gruesa prominencia de su pubis.
XXIII
Ni ambrosía ni veneno otro hay, / salvo una mujer con buen culo:
enamorada, es liana de la ambrosía; / perdido el amor, una enredadera venenosa.
XLVIII
No estaría lejos la senda / que conduce fuera del mar de la reencarnaciónsi no hubiese en medio grandes ríos / difíciles de cruzar: las mujeres.
L
Única morada de las pasiones, causa de tener que soportar el dolor de cien infiernos, / semilla del desvarío, nube que cubre la luna del conocimiento,
único amigo de Kandarpa, cadena que nos ata a pecados evidentes: / nada hay tan inútil y autodestructivo como la juventud.
LVI
De las que con la esperanza de un poco de dinero entregan su hermoso cuerpo / al ciego de nacimiento, al de rostro repugnante, al de cuerpo decrépito por la vejez,
al rústico, al de baja familia, al dominado por la lepra, / y son cuchillo de la enredadera de los deseos de buen juicio, ¿quién podría enamorarse?
LVII
Éste es el fruto del amor en este mundo: / que de dos haya un solo pensamiento;
LXIII
Jazmines recién abiertos sobre el pelo, / sándalo sobre el cuerpo con azafrán mezclado,
sobre el pecho mi amada que me arrebata el sentido: / el cielo es éste; el cielo al que se llega está de sobra.
LXXXVIII
Si sus senos son firmes, su culo encantador, / su rostro hermoso, ¿por qué estás perplejo, corazón?
Cumple con tu deber, si en tal está tu voluntad: / sin cumplir con el deber no se alcanza lo que se desea.
XC
Quédate a vivir en las aguas del Ganges / que se llevan los pecados,
o entre los arrebatadores senos de una joven / que con su collar de perlas se llevan la cordura.
XCVII
Hay miel en la voz de las mujeres, / pero en su corazón sólo veneno.
De ahí que se beba de sus labios, / pero su pecho se golpee con los puños.
XCVIII
Torbellino de peligros, casa de la indecencia, ciudad de la irreflexión, / almacén de pecados lleno de todo tipo de engaños, campo de la desconfianza,
obstáculo de la puerta del cielo, boca de la ciudad del infierno, cesta de todas las fantasmagorías, / ¿quién creó la trampa de la mujer, veneno en forma de néctar, el único lazo que ata al hombre?
C
Si se piensa en ella se siente fiebre, / si se la ve provoca desvarío,
si se la toca se pierde el conocimiento: /¿cómo se la puede llamar "cariño"?»
[El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Akal, 2005, en edición de Eugenio R. Luján. ISBN: 978-84-4601250-4.]
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