lunes, 4 de febrero de 2019

Los secretos de la felicidad.- Sebastià Serrano (1944)


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El arte de gestionar la comunicación
La dieta comunicativa

«Nuestras grandes preguntas de hoy tienen que ir en el sentido de cómo podemos vivir -y vivir con un grado de bienestar y felicidad bien altos- en un mundo como el actual, sobrecargado de información y, por tanto, de incertidumbre.
 Para empezar, creo que existe una herramienta estratégica excelente, la mejor de todas, para disfrutar de un buen estado de ánimo y para ir a menudo cogido de la mano de la felicidad. Consiste, ni más ni menos, en desplegar tanto como sea posible nuestras habilidades comunicativas, tanto las verbales como las no verbales, y que tenemos adormiladas buena parte de nuestro tiempo.
 De igual modo que hoy todo el mundo habla de una buena dieta alimentaria, me gusta presentar la mejor de las dietas: la madre de todas las dietas: la comunicativa.
 Por ejemplo, ninguno de nosotros debería ir a dormir sin haber disfrutado durante el día, como mínimo de unos tres cuartos de hora de buena conversación.
 Una conversación bien llevada es una delicia: ahora hablo yo; ahora tú; ahora me escuchas, ahora te escucho; y, a medida que vamos hablando así, al fluir la conversación, una infinidad de sensaciones agradables pasan de nuestro cerebro a nuestro cuerpo y nos parece que respiramos mejor y que nos encontramos muy bien.
 Es así por el hecho de que nuestro cerebro está especialmente preparado para la relación, está hambriento de relación y no hay nada mejor para ofrecerle que una buena conversación. Nuestro componente emocional anhela escuchar y ser escuchado, emitir y recibir afecto.
 Pensemos que el programa emocional es bien distinto del sensorial, si bien lo complementa y lo integra mediante la mejor de las retroalimentaciones. La emotividad depende de la información proporcionada a través de las vías tradicionales de percepción, si bien convierte este caleidoscopio de datos diversos en una experiencia de orden superior que va más allá de la clasificación en cualidades auditivas, visuales o táctiles.
 La moción, el fundamento de la relación, del afecto, de la amistad, del amor, es algo más que la suma de las partes sensoriales. Y este algo, además, nos envuelve y nos impacta, y muy a menudo nos pone gotitas de felicidad en las puntas de los dedos.
 Po ello, una buena conversación puede ser un regalo. La voz, cuando adopta unos sonidos cargados de las emociones que llevamos con nosotros, puede ser mágica y en poco rato es capaz de transformar la pizca de negatividad que había en nuestra vida en actitudes positivas que nos hacen sentir mucho mejor.
 La experiencia de la voz es fascinante y todo el mundo tendría que saber ponerla en buena armonía con la respiración -es decir, con el cuerpo-, ya que precisamente es eso, es la voz de nuestro cuerpo, a menudo encogido bajo el peso de la entropía creciente, que va en busca de alguna cosa que no sabe qué es ni cómo explicarla, y en realidad no encuentra el tono. Cuando uno lo encuentra y experimenta toda la magia de la voz, ya no se requieren muchas prácticas más; es como hacer yoga: lo pone todo en armonía. Se piensa y se siente de manera adecuada, y las decisiones que tomará después no irán nunca en contra suyo; todo lo contrario, será la mejor guía, el mejor fundamento de su intuición.
 El tono de la voz, acompañado de la respiración, del cuerpo, tiñe y armoniza el tono de la mirada, de la mano, de la cara y de la mente, y es el aceite de la mejor fragancia que todo lo retroalimenta. En realidad, en esta fragancia que desprende radica uno de los secretos de la felicidad.
 Un chiquillo está dotado con todo el equipo necesario para la sensibilidad emocional pero, para usarlo con destreza, requerirá algún tipo de guía. Alguien tendrá que afinarlo y calibrarlo, y alguien tendrá que amaestrarlo para la tarea de aprender a sentir el mundo emocional de la manera más adecuada. Lo necesita para el neurodesarrollo sensorial y aquí sí que no hay nada mejor que encontrar el tono apropiado en la voz, en la mirada y en el tacto. De la armonía en la relación depende que, más adelante, este chiquillo desarrolle su pericia a la hora de interpretar el mundo emocional y se convierta en una persona con una buena disposición para tomar las decisiones más adecuadas. Es muy posible que tenga su equipo emocional a punto y una buena capacidad para resistir el estrés, la ansiedad o el miedo.
 El hijo de un padre y una madre emocionalmente armoniosos es muy afortunado, pues tiene mucha posibilidades de resistir bien los pequeños obstáculos de la vida diaria.
 Para mí, el resultado de la fuerza de los lazos de unión es la quinta fuerza del universo, tras las dos fuerzas nucleares -la débil y la fuerte-, la electromagnética y la gravitatoria.
 La fuerza de la relación, que pide intercambio de comunicación constante y una retroalimentación adecuada (es decir, signos ricos, vivos y frecuentes), terminará tejiendo la red de apoyo sobre la que descansa el equilibrio emocional. Esta red es cada vez más necesaria, puesto que las nuevas tecnologías de la información nos han permitido hacer añicos las barreras del espacio y del tiempo.
 Ahora bien, la tradición de tropezar con obstáculos serios al dar saltos en el espacio y el tiempo todavía está bien arraigada en el cerebro.
 Somos seres para la proximidad y, por este motivo, nuestros equipos emocionales operan con mucha mayor debilidad en la distancia. Tenemos los medios adecuados para sobrevivir como transeúntes pero, no nos engañemos, a nuestra especie todavía le faltan algunos milenios para disponer de un cerebro verdaderamente preparado para eso.»
 
   [El texto pertenece a la edición en español de Círculo de Lectores, 2008, en traducción de Albert Figueras. ISBN: 978-84-672-2960-8.]
 

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