viernes, 1 de febrero de 2019

Arte y arquitectura en España (500-1250).- Joaquin Yarza (1936-2016)


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Capítulo 8: El pleno románico (1075-1150)

«En definitiva, a partir del reinado de Alfonso VI en los reinos occidentales y por los mismos años en Navarra y Aragón, la afluencia de francos en todos los campos y estamentos produjo cambios importantes en la situación general que tendrán repercusiones profundas en el terreno artístico. Además no se puede olvidar un hecho de enorme resonancia. La Edad Media conoció, como bien es sabido, una verdadera veneración a las reliquias. Y ahora, en este momento de impulso expansivo, se organizarán grandes vías de peregrinación hacia varios santuarios donde se guardaban o se suponía que se guardaban, porque las gentes medievales fueron escasamente críticas con estos asuntos, los cuerpos de algunos santos importantes. En el Finis terrae de Galicia el supuesto sepulcro del Apóstol Santiago el Mayor empezó a ser visitado, al menos desde el siglo X, por peregrinos ultramontanos. El nuevo desarrollo de los caminos, las comunicaciones, la apertura de Hispania, favorecieron la organización del Camino de Santiago. A esto no fue ajena la orden de Cluny. La vía se convirtió en arteria de intensa vida y ayudó al desarrollo de las ciudades que atravesó. Por ella circularon los peregrinos, los comerciantes, los grupos de canteros, los juglares. Ayudó a conferir a la Europa occidental esa cierta unidad cristiana buscada por el papado y Cluny, que en el plano artístico se manifestó en lo que se llama románico.
 La llegada de los contingentes de tropas francesas y la consistente debilidad de las "taifas" permitió un aumento del territorio cristiano a costa de los musulmanes. Así cayó una ciudad básica y mística, Toledo (1085), la capital del añorado reino visigodo. Su caída, aparte el sentido simbólico, hizo posible la progresiva repoblación de las villas del norte, tales como Ávila. El reino aragonés, enfrentado a la punta musulmana que suponía la "taifa" de Zaragoza, será más modesto momentáneamente en sus aspiraciones, pero al fin, a partir especialmente del belicoso aunque no muy hábil Alfonso I el Batallador, aumentará sus fronteras también. Pero la debilidad de las "taifas" les llevó a tomar una dolorosa decisión: llamar a los almorávides del norte de África en su ayuda. Es el comienzo de las invasiones africanas (almorávides y almohades) que hicieron sufrir a las pequeñas y refinadas cortes de las "taifas" humillaciones hasta su desaparición, y que detuvieron el avance cristiano y aun pusieron a ratos en peligro parte de las ventajas alcanzadas.
 Cuando se habla en el terreno artístico de estos tiempos se alude al predominio del monasterio sobre la catedral. Quizás una vez más estemos ante este deseo de simplificar y de buscar el contraste con el gótico que se califica de arte de las catedrales. Referido a algunos lugares, el predominio del monasterio es claro, y Cluny es un ejemplo fácilmente destacable, como en general se puede decir que sucede en Francia, pese a tantas excepciones como se quiera. En los reinos hispanos la situación parece que lo propiciaba, pero el resultado no es el que cabía esperar. Sabemos de la escasez de ciudades que merezcan este nombre. En rápida reseña habría que nombrar quizá a Barcelona, en desarrollo entonces, dentro de la Marca. En los reinos occidentales, León ya puede calificarse de tal desde el siglo X y la segunda mitad del XI, igual que en el siguiente verá aumentar su población. Sin dejar de conservar el viejo recinto amurallado, un nuevo barrio o arrabal ocupa el lugar donde antes se hacía el mercado que en parte está ocupado por los comerciantes ultramontanos o judíos. Es la situación de otros lugares. De un recinto fortificado se pasa con un aumento de población a habitar el extramuros, en arrabales que acaban incorporándose a la ciudad mayor. Toledo es otra de las escasas urbes, pero su especial carácter de gran importancia en todos los terrenos no vale la pena señalarse aquí, porque sustancialmente es musulmana.  De las supuestas nuevas ciudades como Ávila poco cabe decir. Noticias árabes de mediados del siglo hablan de ella menos como de una ciudad que como de un conjunto de aldeas relativamente separadas. Cuando ya avanzado el siglo se cierren sus magníficas murallas, este carácter primero se impondrá y quedarán barrios enteros muy importantes fuera. Las grandes iglesias de San Vicente, comenzada a fines del siglo XI, o la posterior de San Pedro, igual que la menor de San Andrés, quedan al exterior. Y son, con la catedral, los edificios más notables del tiempo.
 Con León y Toledo, Santiago de Compostela será la mayor población con una personalidad específica en relación con el desarrollo del Camino de peregrinación.
 Pero pese a esta realidad, lo cierto es que una buena parte de las construcciones más importantes de fines del siglo XI y primera mitad del siguiente se ubica en estas escasas agrupaciones urbanas. En Jaca, pese a su pequeñez, en Pamplona, en menor medida, en León y Compostela se levantan los edificios más notables. En todos los casos será la catedral este edificio nuevo, salvo en León, en que es la colegiata de San Isidoro, favorecida siempre por la monarquía reinante. La multiplicidad de reinos ha favorecido esta paradójica situación, aparte Compostela. Al tiempo que el hecho de que los monasterios, a pesar de aumentar su patrimonio, no llegan en la mayor parte de los casos a alcanzar la dimensión de los ultramontanos. Porque, si bien es cierto que el románico de entonces en nuestros reinos tiene un gran interés, en general, salvo la catedral de Compostela, nunca se podrá hablar de grandes edificios. Ni San Isidoro, ni aun la catedral de Jaca y menos Arlanza, Santa Cruz de la Serós, San Pere de Ponts, Mondoñedo, Vilabertrán, etc., poseerán iglesias que en su tamaño sean ni aproximadamente comparables  a las grandes francesas, inglesas, imperiales o italianas. Hasta el punto de que aquí se ha hablado erróneamente, en textos incluso, de la modestia del románico en general y del carácter popular de muchas de sus manifestaciones.»
 
     [El texto pertenece a la edición en español de Ediciones Cátedra, 1994. ISBN: 84-376-0200-9.]
 

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