Primera parte: La útil inutilidad de la literatura
1.- "Quien no ha, no es"
«En un relato autobiográfico, Vincenzo Padula -un clérigo revolucionario que vivió en una pueblo de Calabria entre 1819 y 1893- recuerda la primera lección de vida aprendida en familia, cuando todavía era un joven estudiante. Tras dar una respuesta insatisfactoria a una insidiosa pregunta de su padre ("¿Cómo es que en el alfabeto de cualquier lengua la A va antes y la E después?"), el seminarista escucha con viva curiosidad la explicación que le ofrece su progenitor: "En este mundo miserable el que ha es, y el que no ha no es*"; por eso la letra a precede siempre a la letra e. Pero hay algo más: quienes no tienen constituyen "en la sociedad civil" la masa de las consonantes, "porque consuenan con la voz del rico y se conforman a sus actos, y el rico es la vocal, y sin ella no creo que la consonante pueda sonar".
A casi dos siglos de distancia, la imagen de una sociedad dicotómica rígidamente diferenciada en amos y siervos, en ricos explotadores y pobres degradados a la condición de animales, tal como la había descrito Padula, no corresponde ya, o apenas, al retrato del mundo en que vivimos. Persiste sin embargo, en formas muy distintas y más sofisticadas, una supremacía del tener sobre el ser, una dictadura del beneficio y la posesión que domina cualquier ámbito del saber y todos nuestros comportamientos cotidianos. El aparentar cuenta más que el ser: lo que se muestra -un automóvil de lujo o un reloj de marca, un cargo prestigioso o una posición de poder- es mucho más valioso que la cultura o el grado de instrucción.
2.-¡Los saberes sin beneficio son inútiles!
No por azar en las últimas décadas a las disciplinas humanística se las considera inútiles, se las margina no sólo en los programas escolares sino sobre todo en los capítulos de los presupuestos estatales y en los fondos de las entidades privadas y las fundaciones. ¿Para qué gastar dinero en un ámbito condenado a no generar beneficios? ¿Por qué destinar fondos a saberes que no aportan un rápido y tangible rendimiento económico?
En este contexto basado exclusivamente en la necesidad de pesar y medir con arreglo a criterios que privilegian la quantitas, la literatura (pero el mismo discurso, como veremos enseguida, podría valer para otros saberes humanísticos, así como para los saberes científicos sin un propósito utilitarista inmediato) puede por el contrario asumir una función fundamental, importantísima: precisamente el hecho de ser inmune a toda aspiración al beneficio podría constituir, por sí mismo, una forma de resistencia a los egoísmos del presente, un antídoto contra la barbarie de lo útil que ha llegado incluso a corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos. Su existencia misma, en efecto, llama la atención sobre la gratuidad y el desinterés, valores que hoy se consideran contracorriente y pasados de moda.
3.-¿Qué es el agua? Una anécdota de Foster Wallace
Por este motivo al inicio de cada año académico me gusta leer a mis alumnos un pasaje de un discurso pronunciado por David Foster Wallace ante los graduandos del Kenyon College, en Estados Unidos. El escritor -muerto trágicamente en 2008, a los cuarenta y seis años- se dirige el 21 de mayo de 2005 a sus estudiantes refiriendo una breve historia que ilustra de manera magistral el papel y la función de la cultura:
Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez más viejo que nadaba en dirección contraria; el pez más viejo los saludó con la cabeza y les dijo: "Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?" Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: "¿Qué demonios es el agua?"
El mismo autor nos brinda la clave de lectura de su relato:
El sentido inmediato de la historia de los peces no es más que el hecho de que las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuesta ver y las más difíciles de explicar.
Como les sucede a los dos peces más jóvenes, no nos damos cuenta de qué es en verdad el agua en la que vivimos cada minuto de nuestra existencia. No tenemos, pues, conciencia de que la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo.»
*El juego de palabras es más claro en el original italiano: "chi à è, e chi non à non è". (N. del T.)
[El texto pertenece a la edición en español de Editorial Acantilado, 2014, en traducción de Jordi Bayod Brau. ISBN: 978-84-15689-92-8.]
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