viernes, 16 de marzo de 2018

La lira de las musas.- Gabriel Bocángel (1603-1658)


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Soneto: sobre un lugar de San Agustín, en la Ciudad de Dios, que desmenuza la calidad de la muerte.

«Este morir, esta postrera suerte
es imagen del miedo repetida;
en cuanto a ser imagen tan temida,
pues la imaginación la hace tan fuerte.

¿Cuándo es, pues, el morir? (porque se acierte).
¿Al querer espirar? No, que aún hay vida.
¿Es cuando el alma está ya desasida?
Eso es estar ya muerto, que no es muerte.

¿Acaso es el morir aquel instante
del aliento postrero? ¿Es aquel punto
que el último suspiro en quietud trueca?

No, porque todo punto es semejante
al vivir cierto o al estar difunto.
Pues, ¿cuándo es el morir? Cuando se peca.


Soneto: amante tan acostumbrado a su mal que se halla bien con él.

Ya de puro dolor no siento,
que es ya naturaleza mi cuidado,
y a los males estoy tan enseñado
que temo más la dicha que el tormento.

Sobra el desdén y basta el pensamiento
para acabar un pecho enamorado,
que el que aguarda a morir de desdeñado
piadoso tiene el propio sentimiento.

Muere y renace amor en unos ojos
más veces que su luz el sol advierte,
ya viva en oro, en sombra ya teñida.

Mas, ¡ay amor!, disculpo tus enojos;
que, si para vivir me das la muerte,
¡pregunto para qué has de darme vida!


Soneto: su amante a Celia que afectaba la blancura y el adorno

¿Qué engaños, Celia, qué locuras mueve
un ciego error, y loco más que ciego,
si, cuando yo compito con el fuego,
estudias exceder la blanca nieve,

si el oro vago das al viento leve,
cuando a su error mi libertad entrego,
o apuestas con la vid lasciva luego
reduciéndole a tanto anillo breve?

Guárdate, no la víbora severa
de edad futura la de agora rompa,
antes que el fruto de tu abril ignores.

¿No te riyeras de la primavera,
si nos negase con inútil pompa
los frutos, por gozar siempre las flores?


Soneto: A un soldado de quien se refiere que, matándole en un hecho de armas, se quedó un rato en pie después de muerto

Tu obstinado cadáver nos advierte
que hay vida muerta, pero no vencida,
pues sólo en tu valor, sólo en tu vida
algo miró después de sí la muerte.

Fuerte es la Parca, pero tú más fuerte;
no se debió a su golpe tu caída;
tú contra ti la ayudas ya rendida,
que ¿quién pudiera, sino tú, vencerte?

Tú dividiste el trance indivisible
de morir y postrarte, tan altivo
que en el daño común no hallas ejemplo.

¿Cuánto más que inmortal y que invencible
contemplaré que fuiste cuando vivo,
si el cadáver intrépido contemplo?»


[El extracto pertenece a la edición en español de Ediciones Cátedra. ISBN: 84-376-0540-7.]

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