martes, 16 de mayo de 2017

"¡Indignaos!".-Stéphane Hessel (1917-2013)


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La indiferencia: la peor de las actitudes

«Es cierto, las razones para indignarse pueden parecer hoy menos nítidas o el mundo, demasiado complejo. ¿Quién manda? ¿Quién decide? No siempre es fácil distinguir entre todas las corrientes que nos gobiernan. Ya no se trata de una pequeña élite cuyas artimañas comprendemos perfectamente. Es un mundo vasto y nos damos cuenta de que es interdependiente. Vivimos en una interconectividad como no ha existido jamás. Pero en este mundo hay cosas insoportables. Para verlo, debemos observar bien, buscar. Yo les digo a los jóvenes: buscad un poco, encontraréis. La peor actitud es la indiferencia, decir "paso de todo, ya me las apaño". Si os compartáis así, perdéis uno de los componentes esenciales que forman al hombre. Uno de los componentes indispensables: la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.
 Ya podemos identificar dos nuevos grandes desafíos:
 1) La inmensa distancia que existe entre los muy pobres y los muy ricos, que no para de aumentar. [...]
 2) Los derechos humanos y la situación del planeta. [...]
 
La no violencia, el camino que debemos aprender a seguir

Estoy convencido de que el porvenir pertenece a la no violencia, a la conciliación de las diferentes culturas. Es por esta vía que la humanidad deberá superar su próxima etapa. Y aquí, coincido con Sartre, no podemos excusar a los terroristas que tiran bombas, podemos comprenderlos. Sartre escribe en 1947: "Reconozco que la violencia, cualquiera que sea la forma bajo la que se manifiesta, es un fracaso. Pero es un fracaso inevitable puesto que estamos en un mundo de violencia. Y si es cierto que el recurso a la violencia contra la violencia corre el riesgo de perpetuarla, también es verdad que es el único medio de detenerla". A lo que yo añadiría que la no violencia  es un medio más eficaz de detenerla. No podemos apoyar a terroristas tal y como hizo Sartre en nombre de este principio durante la guerra de Argelia; o en ocasión del atentado de los juegos de Múnich, en 1972, cometido contra atletas israelíes. No es eficaz, y el propio Sartre acabó por interrogarse, al final de su vida, sobre el sentido del terrorismo y llegó a dudar de su razón de ser. Decir "la violencia no es eficaz" es harto más relevante que saber si se debe condenar o no a quienes se entregan a ella. El terrorismo no es eficaz. En la noción de eficacia es necesaria una esperanza no violenta. De existir una esperanza violenta, ésta se encuentra en la poesía de Guillaume Apollinaire: "Qué violenta es la esperanza"; pero no en política. Sartre, en marzo de 1980, a tres semanas de su muerte, declaraba: "Hay que intentar explicar por qué el mundo actual, que es horrible, no es más que un momento en el largo desarrollo histórico; que la esperanza ha sido siempre una de las fuerzas dominantes de las revoluciones y de las insurrecciones, y cómo todavía siento la esperanza como mi concepción del porvenir."
 Hay que comprender que la violencia da la espalda a la esperanza. Hay que dotar a la esperanza de confianza, la confianza en la no violencia. Es el camino que debemos aprender a seguir. Tanto del lado de los opresores como de los oprimidos, hay que llegar a una negociación que haga desaparecer la opresión; eso es lo que permitirá que no haya violencia terrorista. Es por esta razón que no deberíamos acumular mucho odio.
 El mensaje de un Mandela, de un Martin Luther King encuentra toda su pertinencia en un mundo que ha sobrepasado la confrontación de las ideologías y el totalitarismo conquistador. Es un mensaje de esperanza relativo a la capacidad de las sociedades modernas para lograr la superación de los conflictos a través de una mutua comprensión y una atenta paciencia. Para conseguirlo, hay que basarse en los derechos cuya violación, cualquiera que sea el autor, debe provocar nuestra indignación. No cabe transigir respecto a estos derechos.»

 

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