Introducción
«Pero, creyentes o incrédulos, existe un comportamiento al cual no podemos escapar porque forma parte de nuestra condición humana, cualquiera que sea su causa; siempre se trata de comprender mejor y de conocer mejor la materia de la que estamos hechos y el universo que nos rodea. El creyente no hace en esto sino rendir homenaje a su Dios y el incrédulo que obedecer a esa oscura necesidad genética de adaptación a lo inmediato. Uno y otro aseguran su supervivencia. Por esto, dejando toda consideración metafísica, intentaremos también nosotros, con los materiales acumulados, construirnos un mundo de la vida. No le pediremos precisión ni verdad. Le pediremos solamente que sea un instrumento momentáneo de nuestro comportamiento científico y social. Conscientes de la fragilidad de nuestra construcción, no vacilaremos en destruirla parcialmente o en su totalidad si un día tenemos la certeza de que otro edificio, basado sobre cimientos más sólidos, es más capaz de ayudarnos a realizar nuestra finalidad. Esta puede definirse entonces: comprender mejor, para obrar mejor, para obrar con eficacia.
Sin embargo, en el último momento, cuando esta acción ha de ser fijada y trasladada a páginas escritas, es difícil no sentirse poseído por el escepticismo: ¿qué puede ofrecer de original nuestro pensamiento, qué puede decir que no se haya dicho ya? ¿Se ha logrado el suficiente contacto con el pensamiento de los demás, los vivos y los muertos? ¿No es terriblemente vano creer que la representación que nos hacemos del mundo pueda interesar a uno solo de nuestros contemporáneos? El escepticismo no afecta la acción que permite sobrevivir en el ambiente, sino la formulación escrita o hablada de la imagen que se lleva en nosotros y que no presenta tal vez ningún interés para los demás. Sin embargo, dispongo de tres escusas por haber tomado la pluma. La primera es que me lo han pedido. La segunda me la brinda la experiencia: cada vez que esto me sucedió anteriormente, no me faltaron los críticos, lo que me hace suponer que yo no tenía sin duda razón, pero que por lo menos las opiniones que expresaba tenían cierto interés. Esperemos que esto también ocurra esta vez. La última, en fin, es que el diálogo entre los hombres merece que hagamos callar nuestra vanidad de querer decir cosas únicas y definitivas y, en cierto modo, la misma novela folletín ha ayudado verosímilmente a la evolución humana.
Lo esencial es saber que las palabras escritas y habladas no son sino símbolos muy imperfectos del aspecto de las cosas. Saber que estas cosas son indescriptibles puesto que forman parte del conjunto del cosmos y están, por tanto infinitamente ligadas a todo. Acordarse de que sólo por el tosco intérprete de nuestros sentidos le hemos dado un límite en el tiempo y en el espacio, un color, un sonido, una dimensión, una temperatura, una forma, que no tienen sino una lejana relación con la realidad. La relatividad y la mecánica cuántica han reformado todo nuestro concepto del espacio y del tiempo y, en consecuencia, de la materia y de la energía. Al hombre de nuestra época no le quedan sino relaciones, referencias que, cuando se han encontrado con constancia en lo que él percibe de las cosas, tienen quizás el derecho de ser aceptadas momentáneamente, no como la realidad sino como una expresión de la realidad. ¿Acaso ésta no se muestra entonces al observador como la "caja negra" de los cibernéticos? Luego, éstos se contentan, cuando se sienten capaces de ello a partir de ciertos factores, con reproducir determinados efectos, decir que el efector que han realizado se comporta como el mecanismo ignorado contenido en la caja negra en la cual entran los mismos factores y produce los mismos efectos. La caja negra y el efector constituyen dos "estructuras" análogas.
[...]
Debemos intentar, nosotros a quienes interesa el problema de la vida, no ser exclusivamente especialistas y, sabiendo que no tendremos nunca más que un conocimiento parcial y humano de ese fenómeno esencial, intentar al menos una síntesis tan completa como sea posible de los diferentes aspectos conocidos bajo los cuales se presenta: físico, químico, fisiológico, psíquico, social, etc., en cada nivel de organización de la materia viva, de los seres más simples a los más complejos. Entonces comprobaremos ciertas relaciones, ciertos esquemas generales de organización que subsisten, para "disciplinas" variadas y diferentes grados de organización. Son los que nos permitirán quizás entrever ciertas reglas de ese juego único en el que nos vemos obligados a participar.»
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