lunes, 15 de mayo de 2017

"Historia de la ciencia".- Víctor Navarro (1945) y otros autores

 
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 La revolución científica de los siglos XV-XVII
 La literatura de "secretos" y la magia natural

«Un tipo de literatura relacionada con el conocimiento de la naturaleza y las prácticas asociadas, muy popular en el Renacimiento, es la que se ocupaba expresamente de los "secretos de la naturaleza". El término "secretos" se remonta a la Edad Media, cuando los eruditos medievales comenzaron a tomar contacto con el saber grecoárabe y a descubrir en aquellos textos una "sabiduría oculta" procedente de la Antigüedad con los "más íntimos secretos de la filosofía", como se expresaba Hugo de Santalla. Uno de los textos especialmente atractivo para los intelectuales medievales era el pseudoaristotélico Libro del secreto de los secretos, que por un proceso de adiciones sucesivas se convirtió en una obra enciclopédica que incluía información sobre medicina, astrología, fisiognómica, alquimia y magia. En el siglo XVI los libros de "secretos" solían ser una colección de recetas y fórmulas relacionadas con la medicina y las artes prácticas que trataban desde remedios contra la peste y la gota hasta instrucciones para hacer cosméticos, perfumes, tintes, joyas y artículos de metal. Esta literatura de secretos, con su heteróclito contenido, es de gran interés en relación con los orígenes de la nueva actitud hacia el conocimiento propia de la ciencia moderna. Ello, particularmente, por su insistencia en la importancia de la experiencia directa como guía para el descubrimiento. Para los autores de estos libros, la ciencia no era un ejercicio hermenéutico, sino una venatio, una caza o búsqueda de secretos ocultos en las prácticas oscuras de los artesanos y en lo más recóndito de la naturaleza. También porque contribuyeron a considerar el conocimiento como acción y potencia activa del ser humano. Es decir, estas obras eran portadoras de valores y actitudes que contribuyeron a la conformación de la cultura científica moderna. Sus autores no solían pertenecer al mundo académico; estaban situados en los márgenes de la cultura oficial, con un estatus indeterminado. Frecuentemente, eran autodidactas, más acostumbrados a los ruidos del mercado y del taller que a la soledad del estudio. El éxito editorial de sus obras es indicativo del aumento, posibilitado por la imprenta, de la difusión social de la ciencia, con toda la ambigüedad que este término implica para la época que estudiamos.
 El prototipo de estas obras fue el famoso Secreti de Alessio Piamontese, el libro de secretos más popular de la Europa Moderna. Hacia finales del siglo XVI se habían publicado más de setenta ediciones, incluidas traducciones en italiano, latín, francés, inglés, alemán, flamenco, castellano y polaco. Alessio Piamontese fue, al parecer, una fabricación del humanista veneciano Girolamo Ruscelli, autor de la obra. Ruscelli-Piamontese consideraban que descubrir los secretos, es decir, convertirlos en conocimiento público, era éticamente superior a ocultarlos. Los "secretos" presentados en este libro eran 350 recetas, de las que 108 eran medicinales, diferentes a las autorizadas en las farmacopeas oficiales y vendidas en farmacias. Según su autor, procedían de cirujanos, empíricos, caballeros, amas de casa, monjes y campesinos y todos ellos estaban probados por experiencia. Un tercio de los secretos está dedicado a la economía doméstica: perfumes, lociones para la piel, recetas para mermeladas y conservas, cosméticos, etc. También se explica en la obra cómo fabricar pigmentos y un capítulo muy importante es el dedicado a la alquimia y a la metalurgia, ya que contiene descripciones detalladas de operaciones técnicas típicas de los talleres y laboratorios renacentistas. Las recetas alquímicas describen operaciones realizadas por artesanos como pintores, joyeros, plateros y cuchilleros. Por otra parte, el interés por los secretos de la naturaleza hay que relacionarlo con lo apuntado arriba acerca del coleccionismo y la pasión por lo exótico y lo maravilloso. Y también con el mecenazgo por los príncipes y nobles de estos saberes y prácticas y la adecuación de la metáfora de la caza a la cultura cortesana y a los valores del príncipe, particularmente la "curiosidad" y la "virtud". La "caza" de los secretos de la naturaleza mostraba que éstos existían en primer lugar para uso y deleite del príncipe, y la lógica del descubrimiento que esta metáfora implicaba también influyó en la manera en que se configuraron y definieron las identidades profesionales en las cortes.
 Uno de los más activos escrutadores de los secretos de la naturaleza, cuya carrera científica estuvo en gran medida configurada por la cultura cortesana, fue Giambattista della Porta (1535-1615). Nacido en Nápoles e hijo de un noble, Della Porta prestó sus servicios a diversos príncipes, como el duque de Ferrara y el emperador Rodolfo II. Cuando era aún un adolescente, Della Porta fundó la Academia Secretorum Naturae (Academia de los Secretos de la Naturaleza), moldeada en la Academia de Secretos de Girolamo Ruscelli. Su primera y más famosa obra, Magia Naturalis (1558), contenía los resultados de las investigaciones de la Academia sobre las fuerzas ocultas de la naturaleza que la magia podía aprehender y aprovechar. Della Porta insistió en que la magia no era demoníaca sino puramente natural, y en sus obras se ocupó de una gran variedad de cuestiones, entre ellas la fisiognomía, la destilación, la criptografía, el arte de la memoria, la agricultura, la pneumática, el arte de la fortificación y la óptica. También tradujo al latín el primer libro del comentario de Theón de Alejandría al Almagesto de Ptolomeo. Della Porta popularizó la cámara oscura como un artificio espectacular y consideró el ojo como una cámara oscura, como había hecho Leonardo, pero tampoco cuestionó la idea tradicional de que el cristalino era el principal órgano de la visión. Della Porta, en el libro XX de su Magia Naturalis, señaló el poder de las lentes convexas de engrandecer los objetos mirados. Asimismo añadió que la asociación de una lente cóncava y una convexa permitiría ver las cosas lejanas y cercanas agrandadas y más claras, lo que le pareció indicado para corregir defectos de la visión. Posteriormente, Porta reivindicaría la invención del telescopio y aunque no puede afirmarse con certeza, no es improbable, como no lo es que fuera una invención realizada por varios autores de forma independiente; hay varios testimonios que sugieren que hacia 1590 se construyeron los primeros largomiras de poco aumento.»

 

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