viernes, 19 de mayo de 2017

"Paideia: los ideales de la cultura griega".- Werner Jaeger (1888-1961)

 
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 Libro cuarto: El conflicto de los ideales de cultura en el siglo IV
X.-Las Leyes
Las leyes sobre la educación popular
  
«Platón sabe que no hay ningún campo en que sea más difícil actuar sobre la vida por medio de leyes generales que el de la educación. Una gran parte de la paideia se efectúa en la casa y en la familia, quedando así sustraída a la crítica pública. Pero esta influencia doméstica encierra la más alta importancia. En este punto, Platón cree poder conseguir más por medio de la instrucción que por medio de preceptos. En el actual estado de cosas, la educación privada se mueve en direcciones opuestas según las distintas familias, sin que el legislador pueda hacer frente a estas contradicciones, que se manifiestan casi siempre en cosas pequeñas, casi imperceptibles. Pero si nos fijamos en sus efectos de conjunto, vemos que estas diferencias en cuanto a la concepción de lo que una educación acertada debe ser, llegan incluso a poner en tela de juicio la obra de la legislación escrita. Por tanto, si es difícil escribir leyes acerca de esto, no cabe tampoco la solución de guardar silencio. Con esta crítica, Platón enjuicia el estado de cosas existente en Atenas y en la mayoría de los estados-ciudades de Grecia, en los que no se conocía una regulación legislativa de los problemas de la educación. Con las leyes sobre el matrimonio y la procreación, que preceden inmediatamente a las leyes sobre educación, Platón sienta ya las bases para ésta. Las dos partes decididas a contraer matrimonio deben proponerse como supremo fin social el de procrear los niños más hermosos y mejores que sea posible. Platón no prescribe una selección de los esposos a cargo del estado, como hace en La República para los guardianes. En Las Leyes no atenta tampoco contra el matrimonio como tal. Pero recomienda a ambas partes que dediquen una atención especial a estos problemas y crea una comisión de mujeres, instalada en el templo de Ilicia, diosa de los natalicios. En este templo tienen sus horas de servicio y celebran sus deliberaciones. Se les confiere un derecho de inspección sobre los matrimonios, extensivo, como el período de procreación, a los diez años siguientes a su celebración. Esta comisión de mujeres interviene cuando los cónyuges no muestran el interés necesario por tener descendencia o son incapaces de procrear. En el segundo caso, se disuelve el matrimonio. Las mujeres que forman parte de la comisión recorren las casas, aconsejando a las jóvenes casadas, para prevenir los errores que puedan nacer de la inexperiencia. Se estatuye un sistema muy desarrollado de penas, sobre todo que afectan al honor, para castigar a quienes, de un modo terco y deliberado, obren en contra de lo que indican los buenos consejos y la razón.
 Platón sigue aquí las huellas de la legislación espartana, que no hace más que desarrollar. Sabemos por Critias y por Jenofonte, autores de obras en que se trata del estado y la disciplina de los espartanos, que allí la sociedad empezaba ya a velar por la descendencia durante el momento de la concepción y el periodo del embarazo. Este régimen eugenésico encontró gran aplauso en la literatura filosófica del siglo IV, siendo recogido por Platón y Aristóteles en su utopía del estado. [...] Es característico de Las Leyes de Platón el hecho de que en esta obra se trate más a fondo que en la República de las bases fisiológicas y eugenésicas para la procreación de una infancia mejor y más sana. Responde con ello al mismo criterio de situar la fase decisiva de la educación moral en la temprana infancia. Indudablemente debieron de influir de un modo considerable en sus ideas acerca de esto las normas sobre la dietética médica. Al prescribir la necesidad de que el niño se mueva ya antes de salir del claustro materno, no hace más que extender a este campo el sistema de los ejercicios físicos, al que consagraba un interés primordial la medicina de su tiempo. Platón se remite al ejemplo de los gallos de pelea y de otras aves pequeñas criadas para el combate, a quienes sus dueños adiestran para su misión, llevándolas consigo en el brazo o bajo la axila, en sus largos paseos. Las sacudidas del cuerpo, con o sin esfuerzo propio, ejercen una acción vigorizadora sobre el hombre, como ocurre con el paseo, con el ejercicio del columpio, con los viajes de placer por mar, con el deporte de equitación y con otras clases de movimiento. Por eso Platón aconseja a las mujeres durante la gestación que se paseen y prescribe el masaje para los niños lactantes, hasta los dos años. Las amas deberán llevar a los niños al campo, a los servicios religiosos o a casas de parientes, tomándolos en brazos hasta que sepan sostenerse. [...] También de mayores se debe mantener a los niños en constante movimiento, sin obligarlos en modo alguno a estarse quietos. Esto es contrario a la naturaleza del niño, quien en rigor debería moverse rítmicamente día y noche, como si estuviese en un barco. Lo indicado para acallar al niño no es el silencio, sino el cantar, pues el movimiento exterior lo libera del miedo interior y lo apacigua. Si Platón dedica tanta atención a estas cuestiones médicas, es porque reconoce la importancia del factor fisiológico para la formación psicológica del carácter, del ethos. Por eso, de la teoría del tratamiento físico del recién nacido pasa directamente  a la teoría del carácter. El producir al niño sensaciones agradables y el ahuyentar de él las desagradables mediante el movimiento del cuerpo, es el primer paso para la formación del alma. Platón concibe la cultura del hombre como formación del alma; por eso, precisamente es el fundador de la pedagogía de la temprana infancia.
 Liberar al niño de las sensaciones de miedo es el primer paso en el camino de su educación para la valentía. Tal es el objetivo que Platón persigue con la gimnasia del recién nacido. El descontento y el mal humor contribuyen a la sensación de miedo. Platón preconiza el justo medio entre el reblandecimiento y la opresión. El primero hace al niño supersensible y excesivamente caprichoso; la segunda mata en él la libertad y lo hace con falsedad humilde y enemigo de los hombres. El educador debe evitar con exquisito cuidado el crear en el niño lo que hoy llamaríamos complejo de inferioridad, por la sencilla razón de que una educación excesiva conduce fácilmente a este resultado. El objetivo debe ser educar al niño en la alegría, pues las bases de la armonía y del pleno equilibrio del carácter deben sentarse desde muy temprano en el alma del hombre. Este justo medio se consigue preocupándose de no causar al niño exclusivamente placer y de no alejar de él el placer por sistema. La costumbre tiene una gran fuerza, hasta el punto de que Platón deriva la palabra 𝜼𝝑𝝄𝝇, carácter, de la palabra 𝜀𝜗𝜊𝜍, costumbre.»
 

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